El Papa ante la crisis financiera mundial

En diciembre de 2008, explotó la llamada “burbuja inmobiliaria”, que había sido un falso motor de la economía, especialmente en Estados Unidos y Europa. La consecuencia fue la crisis financiera mundial, cuyas consecuencias son visibles hasta nuestros días en Italia, Grecia y España, y que ha puesto en riesgo la existencia misma de la Unión Europea.

Curiosamente, en esos mismos días decembrinos estaba a punto de ser publicada la “Encíclica social” de Benedicto XVI, pero se postergó hasta el 29 de junio del 2009, pues el Papa deseaba modificarla para dar una respuesta directa a esta crisis económica global.

Titulada “Cáritas in veritate” (“La caridad en la verdad”), este documento pontificio trata sobre temas de gran actualidad para la vida económica y social del mundo contemporáneo. El Santo Padre pone de relieve que la caridad en la verdad es la principal “fuerza impulsora” del auténtico desarrollo de la persona y de la humanidad (n. 77).

Resultó muy novedoso que Benedicto XVI abordara algunos de los planteamientos problemáticos que se dan en la ciencia económica contemporánea. Uno de ellos es que la economía, escudada en que es una ciencia exacta, suele perder el sentido humano del obrar. Por eso, el Papa sugiere que “hay una convergencia entre ciencia económica y valoración moral. Los costes humanos son siempre también costes económicos y las disfunciones económicas comportan igualmente costes humanos” (cfr. n. 31)

Con valentía, Benedicto XVI afirma que el capitalismo sostiene que el mercado no puede ser compatible con la ética, pues en el mercado lo que interesa es conseguir eficiencia, no moralidad. La propuesta del Papa alemán consiste en que las leyes de la economía se deben fundamentar en una cultura de responsabilidad ética, que esté orientada al bien común, y no sólo al individuo, ya que la economía no está regida sólo por leyes del mercado, sino también por personas (cfr. n. 71).

Pero el documento pontificio no se limitaba a hablar de la economía. También fue una novedad que la Encíclica abordara la cuestión ecológica (cfr. n. 51). El Papa explica que es necesario un estilo de vida distinto por parte de toda la humanidad, en el que los deberes de cada uno con respecto al ambiente se entrelacen con los de la persona considerada en sí misma y en relación con los demás.

No menos notable fue la afirmación de que “el desarrollo de los pueblos depende sobre todo del reconocimiento de ser una sola familia” (n. 53). Y, por eso, sugiere el Pontífice, que “la religión cristiana y las otras religiones pueden contribuir al desarrollo ‘solamente si Dios tiene un lugar en la esfera pública’, con específica referencia a la dimensión cultural, social, económica y, en particular, política” (n. 56).

Pero más sorprendente aún resultó la propuesta que hace el Santo Padre para solucionar “los problemas enormes y profundos del mundo actual”. Sostiene que hace falta “una autoridad política mundial regulada por el derecho”, que respete los principios de subsidiariedad y solidaridad, y que se oriente al bien común, respetando las grandes tradiciones morales y religiosas de la humanidad (n. 67).

Con su estilo tan sugerente, el Papa Ratzinger ofrece en la “Cáritas in veritate” algunas posibles vías de solución para las cuestiones sociales y económicas, dirigidas a los principales actores de la vida social y económica: políticos, economistas, empresarios, académicos… y a todos los que deseamos un mundo verdaderamente mejor.

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