Santa Teresa de Jesús, virgen y doctora de la Iglesia (1515-1583)
«Mujer de inteligencia peregrina y corazón sublime de cristiana, fue más divina cuanto más humana, y más humana cuanto más divina». Así cantó de ella Gabriel y Galán.
Nació Teresa de Cepeda y Ahumada el año de 1515, en el seno de una familia patricia de doce hijos, siendo educada muy cristianamente. A la edad de 12 años construyó una cabaña como la de los padres del desierto en el jardín de sus progenitores; y también deseó ponerse en camino, junto con su hermano Rodrigo, para ir con los moros a buscar las palmas del martirio, para ser decapitada por Cristo, pero su tío se lo impidió y la hizo volver a la casa paterna. Es internada. Muere su madre y atraviesa una temporada un tanto desviada de sus fervores anteriores. De adolescente fue soñadora y novelera, con gran afición a los libros de caballería, coqueta, y «enemiguísima de ser monja». A los veinte años ingresa, sin permiso de su padre, al Convento de la Encarnación. Viste el hábito carmelitano y hace sus Votos Religiosos en 1537.
Cae muy enferma y sale del convento, y después de sanar prosigue un penoso camino de arideces, tentaciones e incomprensiones que van edificando su alma. Su vida está todavía muy lejos de dar ese «Sí» definitivo o de que sea la tercera conversión al Señor. Esta no llegará hasta la Cuaresma de 1554, cuando ella tenga ya 39 años. Hasta antes de esa edad Teresa vivirá en un ambiente religioso muy mediocre. Se entrega de lleno al Señor y… para siempre. Su vida tuvo un cambio profundo. Sintió un llamado especial de Dios a la santidad y respondió con DECISION y GENEROSIDAD.
Ella acostumbraba decir:
«Ntro. Señor quiere y ama a las almas animosas y humildes. En la vida espiritual hace falta emprender grandes cosas».
Su existencia fue desde entonces un milagro contínuo lleno de visiones, éxtasis, persecuciones demoníacas y apariciones de Ntro. Señor. Felizmente para liberarla de los teólogos que la asediaban y la inducían al error, Dios le envió al gran místico, Pedro de Alcántara. Este continuó guiándola apareciéndosele después de muerto.
A partir de 1562 llevó a cabo grandes obras como fueron las fundaciones de numerosos centros de vida contemplativa y logró, tras difíciles oposiciones, la reforma del Carmelo, y sin embargo pudo gozar de la quietud que reclama la más alta contemplación, escalando siempre las más elevadas cumbres. En 1568 funda el primer convento de Padres reformados, yendo a la cabeza San Juan de la Cruz.
Herida de una pierna, se quejó un día con el Señor, diciéndole:
«Señor, después de tantos problemas, ¿hacía falta también éste? A lo que el Señor le contestó: «Teresa, yo así trato a mis amigos» y ella Concluyó diciendo: «¡Ah, Dios mío! Ahora entiendo por qué tienes tan pocos amigos».
Escribe libros prodigiosos llenos de sabiduría y experiencia mística: su autobiografía, camino de perfección, las moradas, cartas , poesías, modo de visitar conventos, constituciones… libros que son un prodigio de gracia personal, simpatía y elevación. Teresa fue la admiración de propios y extraños. En éxtasis o entre pucheros, es la SANTA DE LA NATURALIDAD SOBRENATURAL, de una sencillez altísima que parece inasequible a los humanos sin la ayuda de Dios. Muere en Alba de Tormes, España en 1582. Es canonizada en 1622 y el 27 de septiembre de 1970 es declarada Doctora de la Iglesia por el Papa Paulo VI.