San Ernesto (+ 1147)
En su juventud ingresó en la abadía de Zwiefalten, en el lago Constanza, donde gobernó como abad seis años. En 1146 Ernesto presentó su dimisión para embarcarse en la segunda Cruzada, uniéndose a las tropas alemanas del emperador Conrado III. Al despedirse dijo a sus hermanos: “No cuento con volver a veros aquí abajo porque Dios me manda derramar mi sangre por Él”, y efectivamente, Ernesto derramó su sangre por Cristo.
San Engelberto (1185-1225)
Era descendiente de la familia de los duques de Berg, en Swelm, Alemania. Inteligente, valiente, hábil y de modales irreprochables, desempeñó con perfección los altos cargos que siempre había ambicionado. Desde los 14 años se prometió a sí mismo ser algún día arzobispo de Colonia, la más rica de las diócesis alemanas. Lo logró a los treinta y dos años con el apoyo del papa Inocencio II. Gobernó sabiamente su grey, obligando a los clérigos a vivir como buenos cristianos, impidiendo a los señores rapiñar los bienes de la Iglesia y favoreciendo el apostolado de las nuevas órdenes, dominica y franciscana. En 1220, Federico II, le confió el gobierno de la parte cisalpina del Imperio. Cinco años más tarde, después de llegar a Swelm para consagrar ahí una iglesia, Engelberto fue asesinado por uno de sus primos, que era ladrón de bienes eclesiásticos y que no estaba dispuesto a restituir nada. Enterado de que Engelbero había sido acuchillado en un bosque, el pueblo alemán, aterrado y sacudido de dolor, le otorgó la corona del martirio y desde entonces el martirologio romano hace otro tanto.
Beato Francisco Palau y Quer (1811-1872)
Nació en Aytona, Lérida, España, en el seno de una familia numerosa y piadosa de campesinos. Ingresó en el seminario de Lérida y luego hizo el noviciado con los carmelitas descalzos de San José de Barcelona, pero, por haber sido clausurado su convento, fue ordenado en Barbastro el 2 de abril de 1836. Fue desterrado por el gobierno liberal por haber fundado una escuela pionera en la catequesis de adultos. Permaneció en el destierro seis años y recobrada su libertad, se entregó con entusiasmo al servicio de la Iglesia en diversos campos.
Gran amante de la Iglesia, prosiguió la defensa de sus intereses a través de la prensa y la pluma. Fundó el Carmelo Misionero que perdura hoy en las dos congregaciones: Carmelitas Misioneras y Carmelitas Misioneras Teresianas.
Incomprensiones y persecuciones difilcultaron los postreros años de su entrega sacrificada al servicio de los marginados de Barcelona.
Fue beatificado por Juan Pablo II en Roma, el 24 de abril de 1988.