Santa Dorotea Swartz ( 1347-1394)
Esta célebre contemplativa pasó los treinta años de su vida conyugal en Dantzig, Prusia Oriental (hoy Gdnask, Polonia), después de que los caballeros teutónico que había convertido este país seguían ejerciendo allí su poder. Su matrimonio fue ejemplar; tuvo nueve hijos de los que sólo sobrevivió una niña que al crecer se hizo benedictina. Al quedar viuda, Dorotea se recluyó en una celda, junto a la catedral de Marienwerder. Era un nicho cuadrado de 2 metros por 3 de altura, perforado por tres ventanas: una se abría al cielo; otra daba sobre el altar; la tercera daba al cementerio y servía para pasarle el alimento. En esta especie de tumba recibía las innumerables comunicaciones celestiales que sus confesores nos han transmitido.
San Alonso Rodriguez (1532-1617)
Nació en Segovia, España y de él escribe Carlos Pujol: “En medio de una tan larga lista de jesuitas ilustres, éste es el jesuita insignificante por antonomasia, un don nadie, un Rodríguez cualquiera que sin dejar de serlo se eleva a las alturas de la mística”.
Ingresó en la Compañía de Jesús siendo ya viudo. Durante cuarenta y seis años fue portero en el colegio de Montesión de Palma de Mallorca. Desde un puesto tan humilde se entregó a una profunda vida de piedad y pudo encauzar vocaciones tan poderosas como la de San Pedro Claver. Se le representa con una llave y un rosario en la mano.
Beata Bienvenida (1255-1292)
Oriunda de Civicale, Italia, esta terciaria dominica se santificó en el mundo, sin entrar en el convento. Al parecer, ella trataba de tener todas las virtudes posibles y sus biógrafos dicen de ella que por su intercesión se obraban muchos milagros.