CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 29 enero 2007 (ZENIT.org).- El relativismo, esa corriente para la que no hay verdades absolutas o definitivas, está logrando erosionar, incluso entre los católicos, percepción de la «verdad del matrimonio», constata Benedicto XVI.
De este modo, ha denunciado que se corre el riesgo de ver la nulidad matrimonial como una regulación de la ruptura de un auténtico matrimonio.
Así lo constató el Papa este sábado al recibir en audiencia con motivo del inicio del año judicial a los jueces, oficiales, abogados y colaboradores del Tribunal Apostólico de la Rota Romana, que juzga en segunda instancia las causas ya sentenciadas por tribunales eclesiásticos ordinarios de primera instancia y remitidas a la Santa Sede por legítima apelación.
La «verdad del matrimonio», constató el Papa, pierde «relevancia existencial en un contexto cultural marcado por el relativismo y por el positivismo jurídico, que consideran el matrimonio como una mera formalización social de los lazos afectivos».
«Por consiguiente –subrayó–, no sólo se convierte en contingente, como pueden serlo los sentimientos humanos, sino que se presenta como una superestructura legal que la voluntad humana podría manipular según su placer, privándole incluso de su carácter heterosexual».
«Esta crisis del sentido del matrimonio», aclaró, que ha llevado incluso a atribuir el apelativo de matrimonio a las uniones entre homosexuales, «tiene efectos incluso en la manera de pensar de muchos fieles».
De este modo, afirmó, se niega el «vínculo conyugal indisoluble, pues se trataría de un «ideal» al que no puede «obligarse» a los «cristianos normales»».
«De hecho –aclaró–, se ha difundido incluso en algunos ambientes eclesiásticos la convicción, según la cual, el bien pastoral de las personas en situación matrimonial irregular exigiría una especie de regularización canónica de su situación, independientemente de la validez o de la nulidad de su matrimonio, es decir, independientemente de la «verdad» sobre su condición personal».
«La declaración matrimonial es considerada, de hecho, como un instrumento para alcanzar este objetivo, según una lógica en la que el derecho se convierte en la formalización de las pretensiones subjetivas», indicó.
«Ante la relativización sujetiva y libertaria de la experiencia sexual, la tradición de la Iglesia afirma con claridad la índole naturalmente jurídica del matrimonio, es decir, su pertenencia por naturaleza al ámbito de la justicia en las relaciones interpersonales».
«Desde este punto de vista, el derecho se enlaza verdaderamente con la vida y con el amor como un deber intrínseco».
Por ello, aclaró citando su encíclica «Deus caritas est», «en una perspectiva fundada en la creación, el eros orienta al hombre hacia el matrimonio, un vínculo marcado por su carácter único y definitivo; así, y sólo así, se realiza su destino íntimo» (n. 11).
«Amor y derecho pueden unirse de este modo hasta el punto de hacer que marido y mujer tengan que darse mutuamente el amor que espontáneamente experimentan», explicó.