Los endemoniados

La presencia de los ángeles es muy frecuente en los evangelios. Basta recordar la Anunciación, las revelaciones a José, el anuncio a los pastores en Belén para ver su gran papel en la Redención. Los ángeles acompañan y consuelan a Jesús en las tentaciones del desierto y en el huerto de los olivos, son los anunciadores de la resurrección, y su presencia en los comienzos de la acción apóstolica es muy notable. El propio Jesucristo habla a sus discípulos de los ángeles, en concreto de los custodios de los niños los cuales han recibido la gracia de ver cara a cara a Dios Padre. También será importante su presencia en el Juicio Final.

Esa presencia abundante de los ángeles es como un contrapunto a las muchas posesiones diabólicas presentes en los evangelios. Parece que los casos de posesión diabólica fueron frecuentes en Galilea durante el ministerio público de Nuestro Señor, más que en cualquier otro país y época. Ballester opina que esta frecuencia demuestra que la posesión no era ni un fenómeno natural ni una enfermedad vulgar, sino un hecho que se manifestaba especialmente en presencia de Nuestro Señor. El demonio, abusando de la libertad que se le había concedido, proclamaba su poder ante aquel que venía a quitarle su poder de príncipe de este mundo. Da la impresión de una rabia y una rebeldía estériles, pero reales, en aquellos momentos de salvación.

Los evangelios narran tres expulsiones de demonios. Una en Cafarnaúm quizá en los comienzos de su predicación; otra en Gerasa fuera del territorio de Israel; la tercera en un hombre atormentado por un demonio mudo; aunque no dejan de señalar que Jesús sanó a muchos otros endemoniados y confirió este poder a los mismos Apóstoles. Ellos al volver de la primera predicación decían: Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre. El les dijo:Veía a Satanás caer como un rayo del cielo. Os he dado poder para andar sobre serpientes y escorpiones y sobre toda potencia enemiga y nada os hará daño. Pero no os alegréis de que los espíritus se os sometan: regocijaos más bien de que vuestros nombres están escritos en el cielo[336].

La advertencia es clara: lo más importante no es ese poder, sino estar en gracia de Dios y alcanzar la vida eterna. Judas no lo entendió, se dejó tentar, y Jesús dice de él que llega a ser como un demonio.

Al contemplar las dos primeras curaciones, llama la atención la reacción de los diablos ante Jesús: gritan y se quejan. El demonio de Cafarnaúm dice gritando ¿qué hay entre nosotros y tú, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a perdernos? Sé quién eres tú, el Santo de Dios[337]. Los de Gerasa, postrando al endemoniado, dicen también a gritos: ¿qué tenemos que ver yo y tú, Jesús, Hijo de Dios Altísimo?(…) ¿Has venido aquí a atormentarnos antes de tiempo?[338].

Pero lo más sorprendente es la actitud de Jesús: no dialoga con ellos; les manda con imperio que abandonen a los endemoniados. Jesús es el único que sabe la malicia del pecado diabólico y le repugna todo diálogo que siempre estará plagado de mentira y orgullo. Los diablos obedecen a su palabra, el de Cafarnaúm inmediatamente, los de Gerasa se resisten -quizá por ser muchos y llevar mucho tiempo atormentando a aquel hombre- hasta que les permite apoderarse de una piara de unos dos mil cerdos y arrojarse al mar en un espectáculo escalofriante.

Ante estos hechos podemos preguntarnos ¿por qué permite Dios que los demonios tengan una cierta libertad para tentar y atormentar a los hombres?. La respuesta total se encierra en el misterio de la sabiduría divina, pero conviene no olvidar que Dios permite los males para conseguir bienes mayores. El Señor permite la tentación -incluso las diabólicas- para que los hombres puedan demostrar el amor y la fidelidad también en los momentos difíciles.

Cuando el pecado se nos presenta con apariencia de bondad se convierte en tentación, en una invitación a pecar, a alejarse de Dios, a no cumplir la voluntad de Dios. Si viesemos su fea cara real no pecaríamos nunca, por eso usa disfraces hoorables. Pero la tentación -como hemos dicho- es también una formidable ocasión de demostrar la calidad del propio amor. De ahí que Jesús nos enseñara a pedirle en el Padrenuestro no nos dejes caer en la tentación, más líbranos del mal[339].

Dios no tienta a nadie[340], pero permite las pruebas. El texto original del Padrenuestro en Mateo, dice propiamente líbranos del Maligno o del Malo, es decir, de la tentación del diablo. Existen distintas tentaciones: unas provienen de la tendencia desordenada originada por las heridas del pecado original; otras vienen de las provocaciones producidas por otros pecadores, son los escándalos; otras, en fin, tienen su origen en esa criatura condenada que es el demonio. Ante cada una convendrá reaccionar con una técnica distinta, pero siempre se debe recurrir a la gracia de Dios sin la cual todo esfuerzo resulta insuficiente.

La actitud de Jesús ante los endemoniados nos enseña cómo reaccionar ante la tentación diabólica: no dialogar y cortar con decisión. Eva conversa con el tentador y el diablo la engaña con palabras de doble sentido, usa verdades a medias que son mentiras o engaños, pone a Dios en estado de sospecha; como si su prohibición fuese un obstáculo a la felicidad completa de nuestros primeros padres. Si Eva hubiese evitado ese diálogo engañoso las cosas hubiesen sido distintas. Pero cedió a la curiosidad y, con una confianza presuntuosa en sus propias fuerzas, cae; desprecia y desconoce el poder del demonio. Ahí está el problema en toda tentación: sobrevalorarse y despreciar la valía del maligno.

Jesús no actúa así en las expulsiones de demonios. No acepta su testimonio, ni consiente un diálogo con ellos. Simplemente les manda salir y lo hacen. Ya en las tentaciones del desierto nos dió una lección magistral de cómo superar las sugerencias engañosas del tentador. Ciertamente ahí las fuerzas eran muy desiguales. De una parte estaba Jesús, que no puede pecar pues además de Hombre es Dios, de otro estaba el diablo definitivamente condenado. El resultado de esas tentaciones, contadas por Jesús a los discípulos, era claro: Jesús nos quiere dejar ejemplo sobre el modo de vencer las peores tentaciones. Durante la Pasión el diablo desatará toda su furia contra Él, y volverá a ser vencido por la obediencia hasta la muerte del Hijo al Padre.

Centrándonos en las tentaciones diabólicas, se puede decir que el diablo utiliza la astucia. Aprovechará la táctica más adecuada para cada persona. No puede intervenir directamente en la inteligencia y la voluntad de nadie, pero puede buscar el punto flaco de cada uno y situar las pruebas más intensas, con insistencia, por ese lugar, como un general concentra sus tropas en un determinado punto. Unas veces serán aprovechando los defectos interiores, otras escándalos exteriores. Sabe bien que cuando la tentación viene revestida de normalidad puede hacer más daño; si es demasiado visible la huída del tentado puede ser pronta, pues el diablo y el pecado tienen una cara muy fea y asusta o asquea, por eso se ponen caretas.

El demonio actúa con preferencia en la imaginación; en ella hace el demonio sus saltos y engaños dice Santa Teresa[341]; San Juan de la Cruz decía que con sus insidias quiere que, como él es ciego, también el alma lo sea"[342].

Este modo de tentar es llamado por San Pablo asechanzas del diablo[343]. También se le suele llamar insidias. Es como la actuación de un estratega que no tiene nada que perder -está definitivamente condenado-, y busca destruir por destruir, por puro odio. Su problema es que cuando fracasa es mayor el triunfo de Dios en el alma. El hombre sale muy fortalecido a causa de la tentación vencida, es más virtuoso.

San Pedro avisa: vuestro adversario, el diablo, ronda como león rugiente buscando a quién devorar. resistidle firmes en la fe[344]. A pesar de esa furia no hay que tenerle miedo pues, como decía San Agustín, puede ladrar, puede solicitar, pero no puede morder sino al que quiera ser mordido. Es bueno imaginarse un perro furioso encadenado, asusta, pero no demasiado, pues fuera del círculo de su cadena no puede hacer nada, por mucho que ladre y se agite.

Pablo VI enseñaba algunas de las tentaciones diabólicas cuando escribía que es el enemigo número uno, es el tentador por excelencia. sabemos también que este ser oscuro y perturbador existe de verdad y que con alevosa astucia actúa todavía; es el enemigo oculto que siembra errores e infortunios en la historia humana…Es el pérfido y astuto encantador, que sabe insinuarse en nosotros por medio de los sentidos, de la fantasía, de la concupiscencia, de la lógica utópica o de los desordenados contactos sociales en el juego de nuestro actuar, para introducir en él desviaciones, mucho más nocivas porque en apariencia son conformes a nuestra apariencias físicas o psíquicas, o a nuestras instintivas y profundas aspiraciones. Y añadía: Podemos suponer su acción siniestra allí donde la negación de Dios se hace radical, sutil y absurda;donde la mentira se afirma hipócrita y poderosa contra la verdad evidente, donde el amor es eliminado por un egoísmo frío y cruel; donde el nombre de Cristo es impugnado con odio consciente y rebelde…; donde el espíritu del evangelio es mixtificado y desmentido; donde se afirma la desesperación como la última palabra [345].

Ante este enemigo número uno señalado por el Papa, los milagros de Jesús con los endemoniados llenan de confianza. Aquel hombre de Cafarnaúm quedó sano, pues el demonio salió de él sin hacerle ningún daño. El de Gerasa, que durante tantos años padeció la posesión diabólica, estaba sentado, vestido y cuerdo, y movido por el entusiasmo le pedía estar con El, y, al no consentirlo Jesús, comenzó a publicar por la Decápolis todo lo que Jesús le había hecho, y todos se admiraban. El comportamiento de aquellas personas después de la liberación llena de alegría y de confianza en Dios.

Los liberados de los lazos de los demonios constituyen un buen grupo de personajes secundarios del evangelio. Se encontraron con Jesús pero el lazo que les ataba era tan fuerte que sólo la acción divina puede liberarlos. Los evangelistas dicen escuetamente que muchos fueron curados de este grave mal. Nosotros los vemos con la alegría de los que se dan cuenta del enorme bien recibido, pues su cadena era más dura que la de la enfermedad física. No olvidemos que hoy sigue actuando satanás de muchos modos a veces disimulados, a veces descarados, pero con Jesús no hay temor; aunque las advertencias muy acttuales del Romano Pontífice nos invitan a no ser ingenuos pensando que son cosas del pasado y vigilar para vencer las posibles tentaciones diabólicas.

Vale la pena recoger la oración a San Miguel atribuída a León XIII para rezar especialmente después de la Santa Misa:

Arcángel San Miguel, defiéndenos en la lucha

sé nuestro amparo

contra la maldad y las asechanzas del demonio,

Pedimos suplicantes que Dios lo mantenga bajo su imperio

y tú, Príncipe de la milicia celestial,

arroja al infierno, con el poder divino,

a Satanás y a los otros espíritus malvados,

que andan por el mundo tratando de perder a las almas. Amén


[336] Lc 10,17-20

[337] Lc 4,34; Mc 1,24

[338] Mc 5,7; Mt 8,29

[339] Mt 6,13

[340] Sant 1,13

[341] Santa Teresa de Jesús. Las moradas. 5,3-10

[342] San Juan de la Cruz Llama de amor viva. 3,3,23

[343] Ef 6,11-13

[344] 1 Pe 5,8

[345] Pablo VI. Nov 1972

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2 comentarios

  1. La presencia engañosa del demonio esta presente de manera palpable en el engaño a muchas personas que "inocentemente" se someten a limpias, lecturas de cartas, amuletos, fenchui, consultas a la tabla huija "para derse una ayudita" y asi obtener más facilmente lo que se desa atentanto así al mas grande de los 10 mandamientos "Amar a Dios sobre todas las cosas" al dejar de tener confianza y comunicación con El en la oración y la contemplación… Cuidado hermanos, lo que nos es de Dios, es del demonio… Fé y confianza en Dios..

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