Columna olímpica
3.8.12
Los Juegos Olímpicos de Londres se están yendo de volada y una de las disciplinas que más llaman la atención, es sin duda la natación. Prácticamente estamos terminando de ver a tritones y sirenas surcar el agua con una gracia que hasta lo hace parecer fácil.
Los nadadores de los Estados Unidos se han apoderado del Centro Acuático para refrendar su calidad de favoritos, pero el centro de los reflectores ha sido el inconmensurable Michael Phelps, quién luego de su histórica participación en Beijing hace cuatro años, tenía que mostrarle al mundo de que estaba hecho.
Y Phelps nos ha enseñado que está fabricado de una aleación de acero y espíritu que lo hace refractario al fracaso. Durante todo el ciclo de la olimpíada, que son los años que transcurren de unos Juegos a otros, se hablaron infinidad de cosas de él como ser humano y por supuesto, como atleta.
Que si fumaba “mota”, (marihuana, para los persignados); que si le gustaba la fiesta más que comer a mediodía; que si ya no entrenaba como antes; que si estaba entre retirarse de las albercas o seguir adelante; que si tenía problemas familiares, en fin, toda una gama de chismes que harían palidecer de envidia a las revistas del corazón.
Quizá hubo de todo un poco. Frecuentemente se olvida que estos semidioses son al final, igual que usted y yo, simples seres humanos, frágiles a la tentación y con las iras, miedos, filias y fobias que aquejan al mundo. La gran diferencia estriba en cómo las enfrentan.
Era obvio que Michael no iba a poder repetir la hazaña lograda en China, en primer lugar porque el tiempo no lo perdona ni a él, y en segundo, porque han surgido nuevas figuras de la natación que buscan empecinadamente arrancarle la cabeza al líder. Así es en el deporte como en la vida.
Sin embargo, la búsqueda de Phelps era aún mayor: Exhibir su grandeza ganando más medallas de oro que nadie en la historia de la natación y establecer una nueva marca de metales para un atleta en Juegos Olímpicos.
Ambos cometidos los ha conseguido. No hay nadador que se le compare y la marca de la gimnasta rusa Larissa Latynina, quién ganó 18 medallas en sus participaciones olímpicas, ha sido triturada por el “Tiburón de Baltimore” con 21 metales al pecho y la posibilidad de incrementarlos mañana, cuando nade la última prueba de su vida, el relevo de 4×100 combinado.
Fuera de las albercas, este hombre también es un extra serie. Dedica buena parte de su tiempo y su dinero a manejar la Fundación que lleva su nombre y que promueve, vía la natación, la educación y los valores entre los jóvenes estadounidenses, labor titánica y pocas veces reconocida.
En fin, se va Michael Phelps. No queda más que decirle: ¡Grande, maestro, te venciste a ti mismo!
LA TRIVIA DE HOY: ¿Cuántas medallas de oro ha ganado México en natación y quienes lo han hecho?