Bajo los ojos de la Virgen de Guadalupe

Miércoles, Diciembre 24, 2008 –

‘Es la niña de sus ojos’ decimos cuando queremos expresar la más especial predilección; la mayor cercanía… el ‘corazón del corazón’ de una persona…

 Muchos conocen a Nuestra Señora de Guadalupe como la advocación americana por excelencia; el más arraigado signo de hispanidad y la expresión más colorida del fervor latino.

 Otros la relacionan, quizá, con S.S. Juan Pablo II o la Beata Teresa de Calcuta; y otros más –lo menos informados- persisten en reducirla a un ‘símbolo’, negando la historicidad del acontecimiento guadalupano y buscando polémica donde el rigor científico ya dio su veredicto.

 Sin embargo no pretendemos aquí revisar la historia ni las investigaciones, que afortunadamente hay bibliografía para satisfacer los intelectos más exigentes. Lo verdaderamente importante está en su mirada…

 De cara al VI Encuentro Mundial de las Familias en la Ciudad de México y ante un panorama social que hace a los jóvenes cuestionarse si vale la pena el matrimonio y la familia; frente a la problemática cada vez más compleja que debemos enfrentar las familias cristianas, lo verdaderamente importante de Santa María de Guadalupe está en su mirada.

 En el año de 1979 el científico de origen peruano, Dr. José Aste Tönsmann, comenzó una serie de estudios sobre los ojos de la Virgen de Guadalupe ayudado por la más avanzada tecnología digital existente. Al final de sus investigaciones, el resultado obtenido fue tan contundente como irrefutable: había milimétricas figuras humanas reflejadas en las córneas de la imagen del ayate. Un total de trece personas estaban presentes en ambos ojos; cada una localizada además tal como corresponde a la posición inclinada del rostro y el ángulo de la mirada. Un prodigio imposible de explicar –para todos aquellos que persisten en hablar de un ‘indio pintor’- pues ya solo el pincel supuestamente utilizado sería inexplicable cuando el arete que pende de la oreja de una de las figuras reflejadas es más delgado que un cabello humano.

 Pero una vez más no es la ciencia lo que nos ocupa ahora sino el corazón, y no hay hecho más conmovedor que la presencia de una familia en el exacto centro de su mirada. Las pupilas de Santa María de Guadalupe contienen las figuras del padre, la madre y los hijos ¡Qué elocuente es María que sin hablar nos abraza! ¡Cómo agradecerle al cielo tan poderosísimo lenguaje! Especialmente hoy, que la familia se encuentra –y se siente- tan agredida y amenazada. Las leyes, los mensajes, la  intolerancia en nombre de la tolerancia, la cultura del aborto y la eutanasia… Casi logra el mundo robarnos por completo la esperanza.

 Y sin embargo Dios siempre mira por sus hijos y nos trae al Tepeyac no por una mera coincidencia geográfica sino como un verdadero signo de los tiempos. Nos conduce a la casa de María; María encinta, María Madre por excelencia; María que prometió su mirada compasiva desde este lugar para atender nuestros lamentos; Ella, la mujer vestida de sol que nos trae la Buena Nueva…

 Hace 477 años, Guadalupe intervino en la vida de un humilde indio y por su medio en la de todo un pueblo. Tomó entre sus manos y personalmente acomodó en su tilma las flores –símbolo de la verdad- que habría de portar como mensaje. Y la historia nos dice que el indio Juan Diego se fue alegre hacia la casa del obispo pues sabía que todo estaría bien en adelante…

 Vayamos, pues, nosotros también a verla dispuestos a que acomode todas nuestras verdades más allá del discurso de este mundo; y una vez reafirmados por su amor andemos alegres a nuestros lugares sabiendo que todo estará bien porque a pesar de lo que sea son nuestras familias la niña de sus ojos; el corazón de su corazón; el centro de su mirada.

 

Por Patricia Gout

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