Mt. 13, 54-58. El Hijo de Dios es considerado por los judíos como el Hijo del carpintero. Jesús no vino a quitarnos la carga del trabajo, sino a santificarlo, especialmente cuando Él cumple con la obra que el Padre Dios le confió.
Cada uno de nosotros tiene también su propia labor en el mundo. Quienes creemos en Cristo Jesús realizamos nuestros quehaceres diarios con la máxima responsabilidad colaborando en la realización de la ciudad terrena, no como el lugar de nuestra felicidad definitiva, sino como el lugar desde el que se inicia el Reino de Dios entre nosotros por propiciar una vida basada en relaciones realmente nacidas del amor fraterno.
Por eso debemos trabajar constantemente porque en verdad caminemos en una auténtica justicia social. Quien se confiesa cristiano y se dedica a explotar o a causar injusticias a su prójimo no puede, por ningún motivo, llamarse hijo de Dios.
El trabajo de cada día debe ayudarnos a santificarnos por no convertirlo en nuestro dios, sino en una de la formas como nosotros servimos a nuestro prójimo para su propio bien.
Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María y de Señor San José, la gracia de saber colaborar con nuestro esfuerzo a que se viva cada día con mayor dignidad, esforzándonos no sólo de los bienes temporales, sino también colaborando para que la salvación llegue a todos. Amén.
www.mercaba.org
Gracias por recordarnos que Jesús y su familia terrenal son nuestro mejor ejemplo de ciudadanos trabajadores y que en medio de sus tareas Dios Padre les hablaba.