Santoral 9 de junio | San Efrén, San Columba, Beato José de Anchieta y Beata Diana Dandalo

San Efrén, diácono y doctor de la Iglesia (306-373)

Nació en Nísibe de Mesopotamia, la actual Irak, en el año 306.  Poco se sabe de su niñez.  Algunos historiadores creen que sus padres eran cristianos porque los nombres bíblicos solamente solían ponerlos a sus hijos los cristianos.  Ya adulto, Efrén se puso al servicio del Obispo de Nísibe, que era el santo varón Jacobo y éste le encomendó que abriera una Escuela en la que se enseñase, sobre todo la Sagrada Escritura.  Allí Efrén comenzó a escribir sus famosos escritos llamados: «Carmina Nisebina».

Efrén salvó la ciudad de Nísibe del saqueo y muerte, amenazada por el rey persa Sapor.  Efrén se puso en oración y pidió fervorosamente por la ciudad. Y la noche anterior al saqueo, el Señor envió una tal cantidad de insectos a los soldados sitiadores, que les obligó a huir precipitadamente.

En Edesa fundó otra escuela bíblica que grandemente influyó en todos aquellos contornos.  Hasta los más ignorantes citaban las Sagradas Escrituras, pues la conocían de memoria.  Efrén, sobre todo, es poeta, un inspiradísimo poeta como pocos hayan existido en toda la historia de la humanidad.  Compuso muchos himnos y comentarios preciosos sobre la Virgen María, especialmente sobre la  Inmaculada.  Bien ha merecido el título de «Cantor de la Virgen Inmaculada».  La caridad ardía en sus entrañas.  Dio cuanto tenía a los pobres.  Ya anciano se puso a edificar un hospital para sus conciudadanos de Edesa.  A pesar de ser simplemente diácono hizo el oficio de sacerdote, de Obispo y de Papa, ya que su influjo en la Iglesia de su tiempo no fue superado por nadie.  Santamente voló al cielo el año 373.

San Columba (521-597)

También llamado Columbano o Columkill, es uno de los más populares santos irlandeses después de san Patricio. De familia de príncipes, entró muy niño aún al monasterio de Clonard, se ordenó sacerdote y vivió quince años más en su isla natal, predicando y fundando numerosos monasterios.

Hacia 563, ya famoso por su piedad y su saber, marchó a convertir a los pictos paganos de Escocia.  En unión con doce discípulos recorrió la tierra escocesa fundando monasterios, poniendo paz entre los enemigos, enseñando a roturar las tierras:  llevaba consigo la fe y la civilización.

Se hablaba de él como alguien “cuyo rostro irradiaba dicha interior”.   Era alegre, caritativo y bondadoso.  San Columba murió rodeado de sus monjes, habiendo merecido el sobrenombre de “soldado de la isla”, por sus conquistas espirituales.

Beato José de Anchieta  (1534-1579)

Nació en las Islas Canarias y cursó sus estudios de lógica en la Universidad de Coimbra.  Ingresó a la Compañía de Jesús en el año 1551.

Dos años después fue enviado a las misiones del Brasil, en donde asistió a la fundación de la ciudad de Sao Paulo.  En un lugar cercano, llamado Piratinga, fundó su orden un colegio para sus jóvenes religiosos y para atender a la conversión de los indígenas.  Ahí Anchieta aprendió el tupiguaraní y con esa lengua hizo más tarde una gramática.  En 1563 dejó el colegio para ayudar a en la obra de la pacificación entre los portugueses y los indígenas tamoyos.  De 1563 a 1564 se prodigó cuidando a los enfermos de la peste de los suburbios de Sao Paulo. 

Se preocupó siempre por el infeliz estado al que había reducido a los indígenas la colonización portuguesa, y alivió en cuanto pudo la más dramática y penosa situación de los esclavos negros, traídos de Africa para la explotación de la caña de azúcar. 

Su memoria es venerada en Brasil y es considerado como uno de los fundadores de la nación, padre de la Iglesia brasileña y patrono nacional.  Murió con fama de santidad el 9 de junio de 1597 en la antigua Reritiba, ciudad que hoy lleva su nombre.

Beata Diana Dandalo  (1201-1236)

Nacida en Bolon, fue hermana del no muy virtuoso Loderingo Dandalo a quien Dante colocó en su Infierno revestido de una capa de oro más pesada que el plomo.  Diana entró con las dominicas de su ciudad natal y allí murió después de una vida de obediencia y santidad el 10 de junio de 1236.

* La siguiente vez que vayas a Misa, has el propósito de alabar a Dios cantando con los demás fieles. 

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