Santoral 4 de noviembre | San Carlos Borromeo, San Emérico, San Amancio y San Jesse

San Carlos Borromeo, obispo (1538-1584) 

Nació el año 1538 en Arona, Lombardía.  Pertenecía a la ilustre familia de los Médicis, y había recibido una educación universitaria en Pavía.  Era un joven austero, trabajador y responsable.

Cuando en 1559 fue coronado Papa su tío el Cardenal Médicis, con el nombre de Pío IV, muchos sobrinos acudieron esperando prebendas.  Era la lacra tan nociva del nepotismo.  Carlos no acudió.  Siguió en su trabajo.

Fue  su tío Pío IV el que le llamó.  Pronto le llenaría de honores, que Carlos aceptó como responsabilidades.  A los dos meses lo hizo Cardenal, Arzobispo de Milán y secretario de Estado.  Las sagradas Ordenes las recibió después.  Iba a cumplir 22 años.  Fue un caso de nepotismo acertado.

Intervino en las cuestiones más delicadas, en la revisión de la Vulgata, del Misal y del Breviario.  Se preocupó también de la composición del Catecismo Romano, obra muy importante y tuvo una participación importante en el Concilio de Trento.

Aliviaba su tensión con el amor al arte y a la música -era un virtuoso del violoncelo- y alguna distracción con el ajedrez, la pelota y la caza.

La muerte de su único hermano le impactó fuertemente.  Aumentó el tiempo de oración – «la almas se ganan con las rodillas», repetía- y de los rigores ascéticos».  «Aprovechaba con su ejemplo más que todos los decretos de Trento», decía un contemporáneo.

A Pío IV le sucedió San Pío V.  Carlos deja Roma para dedicarse más plenamente a su diócesis de Milán.   Emprende una gran acción reformadora y trabaja a un ritmo acelerado.  Reúne seis Concilios y once Sínodos para aplicar los decretos de Trento.  Funda cinco seminarios para preparar dignos sacerdotes.  Recorre su extensa diócesis y  multiplica las obras de caridad. 

Realiza la reforma del pueblo, del clero, de los monjes y de las monjas, que se resistían a aceptar algunas normas de Trento. El no se arredra ante las dificultades.   «basta obrar rectamente en todo, dice, y luego que cada cual  diga lo que quiera».  Promueve los Ejercicios de San Ignacio.

Como presintiendo  su muerte, quiere prepararse para ella practicando los Ejercicios de San Ignacio, que tanto apreciaba y tanto le habían ayudado siempre.  A los pocos días, muere el 3 de noviembre de 1584.  Sólo tenía 46 años.  Este «Obsequio del Cielo», dijo de él una vez el Papa Pío X, fue canonizado por Pablo V el año 1610.

San Emérico (+1031)

Era hijo de san Esteban, el rey que convirtió a Hungría.  Se casó, pero no llegó a subir al trono, pues murió antes que su padre.  Leía en los corazones y veneraba a los santos.  Ciertos monjes, incluyendo algunos abades, no querían que visitase su comunidad.  A los religiosos sin fervor, en efecto, no les daba más que un beso; los fervorosos recibían tres; y si había un santo entre ellos, le besaba siete veces en cada mejilla.

San Amancio

Fue obispo de Rodez en la segunda mitad del siglo V.

San Jesse (siglo VI) 

Obispo de Dtzilkomi, en Rusia, era uno de los sirios de Antioquía que llevaron el Evangelio a Georgia en el siglo VI.

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