Santos Elias, Jeremías, Isaias Samuel y Daniel
Muertos en Cesarea Marítima (Palestina) en el 309.
Ese día, a las puertas de Cesarea de Palestina donde residía el gobernador romano, se presentaron cinco jóvenes egipcios. Volvían de Turquía donde habían acompañado a los compatriotas cristianos que cumplían trabajos forzados en las minas. Los guardias los consideraron sospechosos y los condujeron ante el gobernador Firmiliano.
«-¿Quiénes sois? -les preguntó.
-Elías, Jeremías, Isaías, Samuel y Daniel -respondió Elías en nombre de todos-. Eran nombres desconocidos en el imperio; los habían recibido en el bautismo pero Firmiliano no leía el Antiguo Testamento.
-¿De dónde sois? -insistió.
-Somos de Jerusalén alto.
-¿Dónde está eso? -preguntó el gobernador.
-Se sitúa hacia el oriente, porque por el oriente sale el sol y Jesús es para nosotros el sol de justicia, la Luz que alumbra en las tinieblas (Jn 1, S).
-¿Y cuál es vuestra profesión?. Firmiliano, que no entendía nada de ese lenguaje, intentaba saber si debía considerarlos como enemigos de Roma venidos del este.
-Somos cristianos; hacemos profesión de estar en Cristo en quien hemos depositado nuestra esperanza y nuestro amor».
Por fin comprendió todo el gobernador; tanto que los hizo decapitar.
Evidentemente era lo que buscaban: cómo podrían no desear cambiar este mundo por otro mejor, si pensaban en sus amigos, sus hermanos, tratados peor que bestias de carga en las minas de Turquía.
San Onésimo (siglo I)
Esclavo fugitivo que san Pablo devolvió a su amo Filemón portando una epístola que hacía tanto honor al autor como a su destinatario.
Santa Juliana (siglo III)
Natural de Nicomedia (Izmir, Turquía). Derramó su sangre por la fe en esta localidad bajo el mandato de Maximino. Fue muy popular en Oriente y, a partir del siglo V, en Italia.
San Macario el Viejo (+390)
Este santo nació en Egipto y pasó su niñez como pastor donde adquirió, en la soledad, el gusto por la oración y el silencio. Vivió 60 años en el desierto, y como adquirió muchos discípulos que querían emularlo, fue ordenado sacerdote para que pudiera celebrarles la misa.
Fue siempre muy penitente pues estaba convencido que para ser casto se necesita negar a los sentidos algo de lo que éstos piden y desean. Dominaba su lengua y no decía sino las palabras necesarias. Moderaba su genio y su carácter, de manera que la gente quedaba muy edificada de verlo siempre alegre, de buen genio y que no se impacientaba por más que lo ofendieran o lo humillaran.
Los herejes arrianos que negaban que Jesucristo es Dios, desterraron a Macario y sus monjes a una isla donde la gente no creía en Dios. El santo se dedicó a predicar y enseñar la religión, y pronto los paganos se convirtieron al cristianismo.
Murió ya muy anciano de vuelta en su querido monasterio del desierto.
* Ofrece las dificultades de este día sin quejarte, por amor a Cristo.