Via Crucis año 2003

Las meditaciones del Vía Crucis han sido escritas por el mismo Santo Padre, pero no para la feliz conmemoración de 2003, sino en ocasión de los ejercicios espirituales que él, siendo Cardenal Arzobispo de Cracovia, dirigió en 1976 al Papa Pablo VI.

PRESENTACIÓN

Bajo el signo de la fidelidad

El Vía Crucis es uno de los ejercicios de piedad predilectos del Santo Padre; una predilección que hunde sus raíces en la tradición familiar, en la práctica de la parroquia donde Karol Wojty?a fue bautizado y en las opciones pastorales de aquella Polonia en cuyo cuerpo – su tierra – herido, dividido y despojado por potencias extranjeras se ha prolongado el misterio de la pasión de Cristo. Se comprende, pues, cómo el piadoso ejercicio del Vía Crucis, que ya había adquirido la forma actual en la primera mitad del siglo XVIII y había sido aprobado por la Santa Sede, se difundiera rápidamente en Polonia, enraizándose firmemente en el humus de la piedad popular.

Juan Pablo II, desde que Dios, en su designio providencial, lo llamó a la cátedra de Pedro (16 de octubre de 1978), nunca ha faltado al «Vía Crucis del Coliseo» la tarde de Viernes Santo. El Santo Padre siente en él con gran intensidad una profunda relación que une Jerusalén, la ciudad donde Jesús cargado con la Cruz recorrió el último tramo del camino de su vida, con Cracovia, su antigua sede episcopal, cuya catedral se yergue en la colina Wawel, durante muchos siglos corazón de la monarquía y de la Iglesia, prácticamente un emblema de la Polonia gloriosa y arrasada. Y también con Roma, sede del Sucesor de Pedro, a quien Jesús confió la misión de confirmar a los hermanos en la fe (cf. Lc 22, 31), de apacentar sus corderos y sus ovejas (cf. Jn 21, 15-17) y a quien dirigió la última y perentoria invitación: «tú sígueme» (Jn 21, 22).

Los dos Jubileos de la Redención

Durante el Pontificado de Juan Pablo II se han celebrado dos Jubileos de ámbito universal: el primero en 1983-1984, 1950º aniversario de la Redención; el segundo en 2000, bimilenario del nacimiento de Cristo. En ambos Jubileos, los textos y las oraciones del Via Crucis del Viernes Santo han sido escritos por el mismo Santo Padre.

El Jubileo de 1984

En el Jubileo de 1984, Juan Pablo II escribía: «Jesús de Nazaret – al final de su itinerario terrenal – debe identificarse con la Cruz. Unirse a ella. Fundirse con ella, en un signo único de salvación para el mundo».[1] El texto del Vía Crucis es una invitación a todo hombre a entrar «en el profundo Misterio de la Redención».[2] Sin entrar en el Misterio no hay salvación para el hombre, el cual, apagada la luz de la esperanza, recae en la oscuridad de una existencia desesperada.

Las oraciones del Vía Crucis de 1984 son generalmente muy breves, como jaculatorias intensas orientadas a invertir la inaudita paradoja: que la suprema injusticia – Jesús, el Justo, condenado a una muerte infamante – se convierta para nosotros en fuente de vida y de gracia.

El Jubileo de 2000

En el Vía Crucis de 2000 las meditaciones son más amplias, más numerosas las referencias bíblicas, más articuladas las oraciones. Meditaciones y plegarias son un comentario pertinente a las “estaciones” que se contemplan, pero el pensamiento del Santo Padre se dirige a veces al acontecimiento que domina el año 2000: la celebración del bimilenario del nacimiento de Cristo. Jesús ha nacido para ser el Cordero inmaculado será inmolado para expiar nuestros pecados (cf. 1 Jn 2, 2; Rm 3, 25). Ha nacido para ser el Sumo Sacerdote que ofrecerá el sacrificio redentor sobre el altar de la Cruz. Pero el año 2000 es el alba de un nuevo milenio, por lo que Juan Pablo II piensa espontáneamente también al tercer milenio de la era cristiana que apenas ha comenzado. También él deberá ser marcado por el «signo del amor salvífico de Dios por el hombre»; sólo así «transmitiendo al nuevo milenio / el signo de la Cruz / seremos auténticos testigos de la redención».[3]

En el Vía Crucis se afloran recuerdos de la piedad popular polaca: citas de cantos cuaresmales, reflexiones de pensadores, referencias a imágenes queridas por los fieles, como la Afligida Benefactora (Sm?tna Dobrodziejka) venerada en la iglesia de los franciscanos en Cracovia. Y, sobre todo, se recuerda frecuentemente a la Virgen Dolorosa, en la IV, VIII, XIII y XIV estación.

Jubileo del Pontificado

Además de los grandes Jubileos de 1984 y 2000, precisamente en este año 2003, en el Pontificado de Juan Pablo II se cumple un tercer jubileo. Es de otro tenor y tiene otras motivaciones. En efecto, se celebra el 25º aniversario de servicio pastoral de Juan Pablo II como Obispo de Roma. Es un jubileo universal porque se refiere al Pastor de toda la Iglesia. No obstante, es una conmemoración sin estructura jurídica alguna, aunque intensamente sentida por el mismo Santo Padre ante todo, por su Diócesis de Roma, por sus inmediatos colaboradores y por los fieles de todo el mundo. Este jubileo adquiere espontáneamente el tono de acción de gracias a Dios por el don a la Iglesia del Pastor Juan Pablo II, y la actitud suplicante, para que el Señor le conforte, lo sostenga e ilumine en la cotidiana e incansable solicitud por todas las Iglesias.

También para este jubileo, las meditaciones del Vía Crucis han sido escritas por el mismo Santo Padre, pero no para la feliz conmemoración de 2003, sino en ocasión de los ejercicios espirituales que él, siendo Cardenal Arzobispo de Cracovia, dirigió en 1976 al Papa Pablo VI y a la Curia Romana en el Vaticano, en la Capilla Matilde (ahora Capilla Redemptoris Mater).

Con el título emblemático de Signo de Contradicción (cf. Lc 2, 34), las meditaciones fueron publicadas en 1977 y, en una segunda edición, en 2001.[4] El Santo Padre ha querido tomar de nuevo aquel Via Crucis, sacándolo por decir así del retiro de la Capilla Matilde para celebrarlo en una inmensa platea, en la auténtica Statio Urbis et Orbis del Coliseo-Foros imperiales-Palatino en la noche del Viernes Santo. Una decisión meditada e iniciativa feliz que, en otras cosas, permite constatar cómo el Magisterio de Juan Pablo II, «tan grande, tan rico, tan oportuno», está ya en muchos puntos «sintéticamente presente en Signo de Contradicción».[5]

«Signo de contradicción»

Mientras el Santo Padre pensaba en el Via Crucis 2003 el mundo estaba preocupado por las noticias, cada vez más precisas, de la inminente amenaza de un imponente conflicto bélico. De nuevo Jesús «Príncipe de la paz» (Is 9, 5) se convertía en «signo de contradicción» (Lc 2, 34): a su ofrecimiento de amor el mundo ha respondido con el odio, a su luz vivificante opone la tiniebla homicida, a la propuesta de verdad y de libertad prefiere la mentira y la opresión. El Santo Padre, obedeciendo a la misión recibida de Cristo, ha intentado evitar que estallara la guerra con su voz libre y fuerte, la múltiples iniciativas diplomáticas y, sobre todo, con el ayuno, la oración y la confiada invocación a la Virgen.

Pero la angustiada exhortación del Santo Padre no ha sido acogida: el 20 de marzo ha estallado la guerra, devastadora. El texto de 1976 no ha sido modificado. Era y es trágicamente actual: «la tierra se ha convertido en un cementerio. Tantos sepulcros como hombres. Un gran planeta de tumbas […]. Entre todas las tumbas diseminadas por los continentes de nuestro planeta, hay una en la cual el Hijo de Dios, el hombre Jesucristo, con la muerte ha vencido a la muerte. “O mors! Ero mors tua!” (1 ant. Laudes de Sábado Santo)». Pero ni siquiera la nuevas tumbas, cada vez más numerosas, abiertas por el conflicto bélico en curso, podrán matar la esperanza ni impedir la victoria de Cristo sobre la muerte.

En el signo de la Virgen

El comienzo del año jubilar del servicio episcopal en Roma de Juan Pablo II (1978 – 16 de octubre – 2003) coincide con la promulgación de la Carta apostólica Rosarium Virginis Mariae, con la cual el Santo Padre ha proclamado el Año del Rosario (2003 – 16 de octubre – 2004). También el Via Crucis 2003 se desarrollará bajo el signo de la Virgen. El Cardenal Stefan Wyszy?ski, Primado de Polonia y heroico testigo de la fe, cuenta que el Cardenal Karol Wojty?a se resistía a aceptar la invitación que Pablo VI le hizo, pero que al final aceptó confiando en la Virgen, porque se sentía hijo «de esa Nación que tiene por costumbre decir “sí” solamente a Dios, a la Iglesia de Cristo y a su Madre».[6]

En la Oración inicial del Vía Crucis 2003, el Santo Padre recuerda:

Con nosotros está también Santa María. Ella estuvo sobre la cumbre del Gólgota como Madre del Hijo moribundo, Discípula del Maestro de la verdad, nueva Eva junto al árbol de la vida, Mujer del dolor asociada al «Varón de dolores y sabedor de dolencias» (Is 53, 3), Hija de Adán, Hermana nuestra, Reina de la Paz. Madre de misericordia, Ella se inclina sobre sus hijos, aún expuestos a peligros y afanes, para ver los sufrimientos, escuchar el gemido que surge de su miseria, para confortarles y reavivar la esperanza de la paz.

Ciudad del Vaticano, 31 de marzo de 2003

+ Piero Marini

Obispo titular de Martirano

Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias


[1] Via Crucis al Colosseo nell’Anno giubilare della Redenzione, Tipografía políglota Vaticana, 1984, p. 9.

[2] Ibíd., p. 10

[3] Via Crucis al Colosseo nell’Anno giubilare 2000, Tipografía políglota Vaticana, 2000, p.14.

[4] Primera edición Vita e Pensiero, 1977; segunda edición Gribaudi, 2001.

[5] L. Negri, en el prólogo a la edición de 2001.

[6] S. Wyszy?ski, en el prólogo a la edición de 1977.


ORACIÓN INICIAL

El Santo Padre:

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

R /. Amén.

Vía Crucis del Viernes Santo del año 2003

Via Crucis de la comunidad eclesial de la Urbe convocada junto al Coliseo, trágico y glorioso monumento de la Roma imperial, testigo mudo del poder y del dominio, memorial mudo de vida y de muerte, donde parecen resonar, casi como un eco interminable, gritos de sangre (cf. Gn 4,10) y palabras que imploran concordia y perdón.

Vía Crucis del vigésimo quinto año de mi Pontificado como Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal.

Por la gracia de Dios, en los veinticinco años de mi servicio pastoral nunca he faltado a esta cita, verdadera Statio Urbis et Orbis, encuentro de la Iglesia de Roma con los peregrinos venidos de todas las partes del mundo y con millones de fieles que siguen el Vía Crucis por medio de la radio y la televisión.

También este año, por renovada misericordia del Señor, estoy entre vosotros para recorrer en la fe el trayecto que Jesús recorrió desde el pretorio de Poncio Pilato hasta la cumbre del Calvario. Vía Crucis, ideal abrazo entre Jerusalén y Roma, entre la Ciudad amada por Jesús, donde dio la vida por la salvación del mundo, y la Ciudad sede del Sucesor de Pedro, que preside en la caridad eclesial. Vía Crucis, camino de fe: en Jesús condenado a muerte reconoceremos al Juez universal; en Él, cargado con la Cruz, al Salvador del mundo; en Él, crucificado, al Señor de la historia, al Hijo mismo de Dios. Noche del Viernes Santo, noche tibia y palpitante del primer plenilunio de primavera.

Estamos reunidos en el nombre del Señor. Él está aquí con nosotros, según su promesa (cf. Mt 18,20).

Con nosotros está también Santa María. Ella estuvo sobre la cumbre del Gólgota como Madre del hijo moribundo, Discípula del Maestro de la verdad, nueva Eva junto al árbol de la vida. Mujer del dolor, asociada al "Varón de dolores y sabedor de dolencias" (Is 53, 3), Hija de Adán, Hermana nuestra, Reina de la paz. Madre de misericordia, ella se inclina sobre sus hijos, aún expuestos a peligros y afanes, para ver los sufrimientos, oír los gemidos que surge de sus miserias, para confortarles y reavivar la esperanza de la paz.

Oremos.

Breve pausa de silencio.

Mira, Padre santo,

la sangre que brota del costado traspasado del Salvador,

mira la sangre derramada por tantas víctimas

del odio, de la guerra, del terrorismo,

y concede, benigno, que el curso de los acontecimientos del mundo

se desarrolle según tu voluntad en la justicia y la paz,

y que tu Iglesia se dedique con serena confianza

a tu servicio y a la liberación del hombre.

Por Jesucristo nuestro Señor.

R/. Amén.


PRIMERA ESTACIÓN

Jesús es condenado a muerte

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.

R/. Quia por sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Del Evangelio según San Marcos. 14, 14-15

Pero ellos gritaron con más fuerza: "! Crucifícale! "

Pilatos, entonces, queriendo complacer a la gente,

les soltó a Barrabás y entregó a Jesús,

después de azotarle,

para que fuera crucificado.

MEDITACIÓN

La sentencia de Pilato fue dictada bajo la presión de los sacerdotes y de la multitud. La condena a muerte por crucifixión debería haber satisfecho sus pasiones y ser la respuesta al grito: "¡Crucifícale! ¡Crucifícale!" (Mc 15,13-14, etc. ). El pretor romano pensó que podría eludir el dictar sentencia lavándose las manos, como se había desentendido antes de las palabras de Cristo cuando éste identificó su reino con la verdad, con el testimonio de la verdad (Jn 18,38). En uno y otro caso Pilato buscaba conservar la independencia, mantenerse en cierto modo "al margen". Pero eran sólo apariencias. La cruz a la que fue condenado Jesús de Nazaret (Jn 19,16), así como su verdad del reino (Jn 18,36-37), debía de afectar profundamente al alma del pretor romano. Esta fue y es una Realeza, frente a la cual no se puede permanecer indiferente o mantenerse al margen.

El hecho de que a Jesús, Hijo de Dios, se le pregunte por su reino, y que por esto sea juzgado por el hombre y condenado a muerte, constituye el principio del testimonio final de Dios que tanto amó al mundo (cf. Jn 3,16).

También nosotros nos encontramos ante este testimonio, y sabemos que no nos es lícito lavarnos las manos.

ACLAMACIONES

Jesús de Nazaret, condenado a muerte en la cruz

testigo fiel del amor del Padre.

R/. Kyrie, eleison

Jesús, Hijo de Dios, obediente a la voluntad del Padre

hasta la muerte de Cruz

R/. Kyrie, eleison

Todos:

Pater noster, qui es in cælis:

sanctificetur nomen tuum;

adveniat regnum tuum;

fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.

Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;

et dimitte nobis debita nostra,

sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;

et ne nos inducas in tentationem;

sed libera nos a malo.

Stabat mater dolorosa

iuxta crucem lacrimosa,

dum pendebat Filius.


SEGUNDA ESTACIÓN

Jesús carga con la Cruz

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.

R/. Quia por sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Del Evangelio según San Marcos. 14, 20

Cuando se hubieron burlado de él,

le quitaron la púrpura,

le pusieron sus ropas

y le sacan fuera

para crucificarle.

MEDITACIÓN

Empieza la ejecución, es decir, el cumplimiento de la sentencia. Cristo, condenado a muerte, debe cargar con la cruz como los otros dos condenados que van a sufrir la misma pena: "Fue contado entre los pecadores" (I s 53,12). Cristo se acerca a la cruz con el cuerpo entero terriblemente magullado y desgarrado, con la sangre que le baña el rostro, cayéndole de la cabeza coronada de espinas. Ecce Homo! (Jn 19, 5 ). En Él se encierra toda la verdad del Hijo del hombre predicha por los profetas, la verdad sobre el siervo de Yavé anunciada por Isaías: "Fue traspasado por nuestras iniquidades… y en sus llagas hemos sido curados" (Is 53,5).

Está también presente en Él una cierta consecuencia, que nos deja asombrados, de lo que el hombre ha hecho con su Dios. Dice Pilato: "Ecce Homo" (Jn 19,5): "¡Mirad lo que habéis hecho de este hombre!" En esta afirmación parece oírse otra voz, como queriendo decir: " ¡Mirad lo que habéis hecho en este hombre con vuestro Dios!"

Resulta conmovedora la semejanza, la interferencia de esta voz que escuchamos a través de la historia con lo que nos llega mediante el conocimiento de la fe. Ecce Homo! Jesús, "el llamado Mesías" (Mt 27,17), carga la cruz sobre sus espaldas (Jn 19,17). Ha empezado la ejecución.

ACLAMACIONES

Cristo, Hijo de Dios,

que revelas al hombre el misterio del hombre.

R/. Kyrie, eleison

Jesús, Siervo del Señor,

por tus llagas hemos sido curados

R/. Kyrie, eleison

Todos:

Pater noster, qui es in cælis:

sanctificetur nomen tuum;

adveniat regnum tuum;

fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.

Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;

et dimitte nobis debita nostra,

sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;

et ne nos inducas in tentationem;

sed libera nos a malo.

Cuius animam gementem,

contristatam et dolentem

pertransivit gladius.


TERCERA ESTACIÓN

Jesús cae por primera vez

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.

R/. Quia por sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Del libro del Profeta Isaías. 53, 4-6

Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba

y nuestros dolores los que soportaba!

Nosotros le tuvimos por azotado,

herido de Dios y humillado.

El ha sido herido por nuestras rebeldías,

molido por nuestras culpas.

El soportó el castigo que nos trae la paz,

y con sus cardenales hemos sido curados.

Todos nosotros como ovejas erramos,

cada uno marchó por su camino,

y Yahveh descargó sobre él

la culpa de todos nosotros.

MEDITACIÓN

Jesús cae bajo la cruz. Cae al suelo. No recurre a sus fuerzas sobrehumanas, no recurre al poder de los ángeles. "¿Crees que no puedo rogar a mi Padre, quien pondría a mi disposición al punto más de doce legiones de ángeles?" (Mt 26,53). No lo pide. Habiendo aceptado el cáliz de manos del Padre (Mc 14, 3 6, etc. ), quiere beberlo hasta las heces. Esto es lo que quiere. Y por esto no piensa en ninguna fuerza sobrehumana, aunque al instante podría disponer de ellas. Pueden sentirse dolorosamente sorprendidos los que le habían visto cuando dominaba a las humanas dolencias, a las mutilaciones, a las enfermedades, a la muerte misma. ¿Y ahora?. ¿Está negando todo eso? Y, Sin embargo, "nosotros esperábamos", dirán unos días después los discípulos de Emaús (Lc 24,21). "Si eres el Hijo de Dios…" (Mt 27,40), le provocarán los miembros del Sanedrín. "A otros salvó, a sí mismo no puede salvarse" (Mc 15,31; Mt 27,42), gritará la gente.

Y él acepta estas frases de provocación, que parecen anular todo el sentido de sumisión, de los sermones pronunciados, de los milagros realiza dos. Acepta todas estas palabras, decide no oponerse. Quiere ser ultrajado. Quiere vacilar. Quiere caer bajo la cruz. Quiere. Es fiel hasta el final, hasta los mínimos detalles, a esta afirmación: "No se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú" (cf. Mc 14,36, etc.).

Dios salvará a la humanidad con las caídas de Cristo bajo la cruz.

ACLAMACIONES

Jesús, manso cordero redentor,

que llevas sobre ti el pecado del mundo.

R/. Kyrie, eleison

Jesús, compañero nuestro en el tiempo de angustia,

solidario con la debilidad humana

R/. Kyrie, eleison

Todos:

Pater noster, qui es in cælis:

sanctificetur nomen tuum;

adveniat regnum tuum;

fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.

Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;

et dimitte nobis debita nostra,

sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;

et ne nos inducas in tentationem;

sed libera nos a malo.

O quam tristis et afflicta

fuit illa benedicta

mater Unigeniti!


CUARTA ESTACIÓN

Jesús encuentra a su Madre

V /. Adoramus tú, Christe, et benedicimus tibi.

R /. Quia por sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Del Evangelio según San Lucas. 2, 34-35.51

Simeón les bendijo y dijo a María, su madre:

" Éste está puesto para caída

y elevación de muchos en Israel,

y para ser señal de contradicción

¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! –

a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones. "…

Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.

 

MEDITACIÓN

La Madre. María se encuentra con su Hijo en el camino de la cruz. La cruz de El es su cruz, la humillación de El es la suya, suyo el oprobio público de Jesús. Es el orden humano de las cosas. Así deben sentirlo los que la rodean y así lo capta su corazón: "…y una espada atravesará tu alma" (Lc 2,3 5 ). Las palabras pronunciadas cuando Jesús tenía cuarenta días se cumplen en este momento.

Alcanzan ahora su plenitud total. Y María avanza, traspasada por esta invisible espada, hacia el Calvario de su Hijo, hacia su propio Calvario. La devoción cristiana la ve con esta espada clavada en su corazón, y así la representa en pinturas y esculturas. ¡Madre Dolorosa!

"¡Oh tú, que has padecido junto con El! ", repiten los fieles, íntimamente convencidos de que así justamente debe expresarse el misterio de este sufrimiento. Aunque este dolor le pertenezca y le afecte en lo más profundo de su maternidad, sin embargo, la verdad plena de este sufrimiento se expresa con la palabra "com-pasión". También ella pertenece al mismo misterio: expresa en cierto modo la unidad con el sufrimiento del Hijo.

ACLAMACIONES

Santa María, madre y hermana nuestra en el camino de fe,

con te invocamos a tu Hijo Jesús.

R/. Kyrie, eleison

Santa María, intrépida en la vía del Calvario,

suplicamos contigo a tu Hijo Jesús.

R/. Kyrie, eleison

Todos:

Pater noster, qui es in cælis:

sanctificetur nomen tuum;

adveniat regnum tuum;

fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.

Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;

et dimitte nobis debita nostra,

sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;

et ne nos inducas in tentationem;

sed libera nos a malo.

Quæ mærebat et dolebat

pia mater, cum videbat

Nati pœnas incliti.


QUINTA ESTACIÓN

Simón Cireneo ayuda a Jesús

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.

R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura del Evangelio según San Marcos. 15, 21-22

Y obligaron a uno que pasaba,

a Simón de Cirene, que volvía del campo,

el padre de Alejandro y de Rufo,

a que llevara su cruz.

Le conducen al lugar del Gólgota,

que quiere decir: Calvario

MEDITACIÓN

Simón de Cirene, llamado a cargar con la cruz (cf. Mc 15,21; Lc 23,26), no la quería llevar ciertamente. Hubo que obligarle. Caminaba junto a Cristo bajo el mismo peso. Le prestaba sus hombros cuando los del condenado parecían no poder aguantar más. Estaba cerca de él: más cerca que María o que Juan, a quien, a pesar de ser varón, no se le pide que le ayude. Le han llamado a él, a Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, como refiere el evangelio de Marcos (Mc 15,21). Le han llamado, le han obligado.

¿Cuánto duró esta coacción? ¿Cuánto tiempo caminó a su lado, dando muestras de que no tenía nada que ver con el condenado, con su culpa, con su condena? ¿Cuánto tiempo anduvo así, dividido interiormente, con una barrera de indiferencia entre él y ese Hombre que sufría? "Estaba desnudo, tuve sed, estaba preso" (cf. Mt 25,35.36), llevaba la cruz… ¿La llevaste conmigo?… ¿La has llevado conmigo verdaderamente hasta el final?

No se sabe. San Marcos refiere solamente el nombre de los hijos del Cireneo y la tradición sostiene que pertenecían a la comunidad de cristianos allegada a San Pedro (cf. Rm 16,13).

ACLAMACIONES

Cristo, buen samaritano,

te has hecho cercano al prójimo, al pobre, al enfermo, al último

R/. Christe, eleison

Cristo, siervo del Eterno, consideras que se te hace a ti

todo gesto de amor al desterrado, al marginado y al extranjero.

R/. Christe, eleison

Todos:

Pater noster, qui es in cælis:

sanctificetur nomen tuum;

adveniat regnum tuum;

fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.

Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;

et dimitte nobis debita nostra,

sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;

et ne nos inducas in tentationem;

sed libera nos a malo.

Quis est homo qui non fleret,

matrem Christi si videret

in tanto supplicio?


SEXTA ESTACIÓN

La Verónica limpia el rostro de Jesús

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.

R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura del Libro del profeta Isaías 53, 2-3

No tenía apariencia ni presencia;

(le vimos) y no tenía aspecto

que pudiésemos estimar.

Despreciable y desecho de hombres,

varón de dolores y sabedor de dolencias,

como uno ante quien se oculta el rostro.

MEDITACIÓN

La tradición nos habla de la Verónica. Quizá ella completa la historia del Cireneo. Porque lo cierto es que – aunque, como mujer, no cargara físicamente con la cruz y no se la obligara a ello – llevó sin duda esta cruz con Jesús: la llevó como podía, como en aquel momento era posible hacerlo y como le dictaba su corazón: limpiándole el rostro.

Este detalle, referido por la tradición, parece fácil de explicar: en el lienzo con el que secó su rostro han quedado impresos los rasgos de Cristo. Puesto que estaba todo él cubierto de sudor y sangre, muy bien podía dejar señales y perfiles.

Pero el sentido de este hecho puede ser interpretado también de otro modo, si se considera a la luz del sermón escatológico de Cristo. Son muchos indudablemente los que preguntarán: "Señor, ¿cuándo hemos hecho todo esto?" Y Jesús responderá: "Cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis" (Mt 25,40). El Salvador, en efecto, imprime su imagen sobre todo acto de caridad, como sobre el lienzo de la Verónica.

ACLAMACIONES

¡Oh rostro de Cristo,

desfigurado por el dolor, esplendor de la gloria divina!

R/. Kyrie, eleison

¡Oh rostro santo,

impreso como un sello en cada gesto de amor!

R/. Kyrie, eleison

Todos:

Pater noster, qui es in cælis:

sanctificetur nomen tuum;

adveniat regnum tuum;

fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.

Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;

et dimitte nobis debita nostra,

sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;

et ne nos inducas in tentationem;

sed libera nos a malo.

Quis non posset contristari,

Christi Matrem contemplari

dolentem cum Filio?


SÉPTIMA ESTACIÓN

Jesús cae por segunda vez

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.

R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Del Libro de las Lamentaciones 3, 1-2. 9. 16

El hombre que ha visto la miseria

bajo el látigo de su furor.

Él me ha llevado y me ha hecho caminar

en tinieblas y sin luz…

Ha cercado mis caminos con piedras sillares,

ha torcido mis senderos…

Ha quebrado mis dientes con guijarro,

me ha revolcado en la ceniza.

MEDITACIÓN

"Yo soy un gusano, no un hombre; el oprobio de los hombres y el desecho del pueblo" (Sal 22 [21],7): las palabras del Salmista-profeta encuentran su plena realización en estas estrechas, arduas callejuelas de Jerusalén, durante las últimas horas que preceden a la Pascua. Ya se sabe que estas horas, antes de la fiesta, son extenuantes y las calles están llenas de gente. En este contexto se verifican las palabras del Salmista, aunque nadie piense en ellas. No paran mientes en ellas ciertamente todos cuantos dan pruebas de desprecio, para los cuales este Jesús de Nazaret que cae por segunda vez bajo la cruz se ha hecho objeto de escarnio.

Y Él lo quiere, quiere que se cumpla la profecía. Cae, pues, exhausto por el esfuerzo. Cae por voluntad del Padre, voluntad expresada asimismo en las palabras del Profeta. Cae por propia voluntad, porque "¿cómo se cumplirían, si no, las Escrituras?" (Mt 26,54): "Soy un gusano y no un hombre" (Sal 22[21],7); por tanto, ni siquiera "Ecce Homo" (Jn 19,5); menos aún, peor todavía.

El gusano se arrastra pegado a tierra; el hombre, en cambio, como rey de las criaturas, camina sobre ella. El gusano carcome la madera: como el gusano, el remordimiento del pecado roe la conciencia del hombre. Remordimiento por esta segunda caída.

ACLAMACIONES

Jesús de Nazaret, convertido en infamia de los hombres,

para ennoblecer todas las criaturas

R/. Kyrie, eleison

Jesús, servidor de la vida,

abatido por los hombres, enaltecido por Dios

R/. Kyrie, eleison

Todos:

Pater noster, qui es in cælis:

sanctificetur nomen tuum;

adveniat regnum tuum;

fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.

Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;

et dimitte nobis debita nostra,

sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;

et ne nos inducas in tentationem;

sed libera nos a malo.

Pro peccatis suæ gentis

vidit Iesum in tormentis

et flagellis subditum.


OCTAVA ESTACIÓN

Jesús encuentra las mujeres de Jerusalén

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.

R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Del Evangelio según San Lucas 23, 28-31

Jesús, volviéndose a ellas, dijo:

"Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí;

llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos.

Porque llegarán días en que se dirá:

¡Dichosas las estériles, las entrañas que no engendraron

y los pechos que no criaron!

Entonces se pondrán a decir a los montes:

¡Caed sobre nosotros! Y a las colinas: ¡Cubridnos!

Porque si en el leño verde hacen esto,

en el seco ¿qué se hará? "

MEDITACIÓN

Es la llamada al arrepentimiento, al verdadero arrepentimiento, al pesar, en la verdad del mal cometido. Jesús dice a las hijas de Jerusalén que lloran a su vista: "No lloréis por mí; llorad más bien por vosotras mismas y por vuestros hijos" (Lc 23,28). No podemos quedarnos en la superficie del mal, hay que llegar a su raíz, a las causas, a la más honda verdad de la conciencia.

Esto es justamente lo que quiere darnos a entender Jesús cargado con la cruz, que desde siempre "conocía lo que en el hombre había" (Jn 2,25) y siempre lo conoce. Por esto Él debe ser en todo momento el más cercano testigo de nuestros actos y de los juicios, que sobre ellos hacemos en nuestra conciencia. Quizá nos haga comprender incluso que estos juicios deben ser ponderados, razonables, objetivos – dice: "No lloréis" -; pero, al mismo tiempo, ligados a todo cuanto esta verdad contiene: nos lo advierte porque es Él el que lleva la cruz.

Señor, ¡dame saber vivir y andar en la verdad!

ACLAMACIONES

Señor Jesús, sabio y misericordioso,

Verdad que guía a la vida

R/. Kyrie, eleison

Señor Jesús, compasivo,

tu presencia alivia las lágrimas en la hora de la prueba

R/. Kyrie, eleison

Todos:

Pater noster, qui es in cælis:

sanctificetur nomen tuum;

adveniat regnum tuum;

fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.

Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;

et dimitte nobis debita nostra,

sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;

et ne nos inducas in tentationem;

sed libera nos a malo.

Tui Nati vulnerati,

tam dignati pro me pati

pœnas mecum divide.


NOVENA ESTACIÓN

Jesús cae por tercera vez

V /. Adoramus tú, Christe, et benedicimus tibi.

R /. Quia por sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Del Libro de las Lamentaciones 3, 27-32

Bueno es para el hombre soportar

el yugo desde su juventud.

Que se siente solitario y silencioso,

cuando el Señor se lo impone;

que ponga su boca en el polvo:

quizá haya esperanza;

que tienda la mejilla a quien lo hiere,

que se harte de oprobios.

Porque no desecha para siempre…

si llega a afligir, se apiada luego

según su inmenso amor;

MEDITACIÓN

"Se humilló, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz " (Fl 2,8 ). Cada estación de esta Vía es una piedra miliar de esa obediencia y ese anonadamiento.

Captamos el grado de este anonadamiento cuando leemos las palabras del Profeta: "Todos nosotros andábamos errantes como ovejas, siguiendo cada uno su camino, y Yavé cargó sobre él la iniquidad de todos nosotros" (Is 53,6).

Comprendemos el grado de este anonadamiento cuando vemos que Jesús cae una vez más, la tercera, bajo la cruz. Cuando pensamos en quién es el que cae, quién yace entre el polvo del camino bajo la cruz, a los pies de gente hostil que no le ahorra humillaciones y ultrajes…

¿Quién es el que cae?¿Quién es Jesucristo? "Quien, existiendo en forma de Dios, no reputó como botín codiciable ser igual a Dios, antes se anonadó, tomando la forma de siervo y haciéndose semejante a los hombres; y en la condición de hombre se humilló, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Fl 2, 6-8 ).

ACLAMACIONES

Cristo Jesús,

tú has gustado la amargura de la tierra

para cambiar el gemido del dolor en canto de júbilo

R/. Christe, eleison

Cristo Jesús,

que te has humillado en la carne

para ennoblecer toda la creación.

R/. Christe, eleison

Todos:

Pater noster, qui es in cælis:

sanctificetur nomen tuum;

adveniat regnum tuum;

fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.

Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;

et dimitte nobis debita nostra,

sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;

et ne nos inducas in tentationem;

sed libera nos a malo.

Eia, Mater, fons amoris,

me sentire vim doloris

fac, ut tecum lugeam.


DÉCIMA ESTACIÓN

Jesús es despojado de sus vestiduras

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.

R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Del Evangelio según San Marcos. 15, 24

Le crucifican y se reparten sus vestidos,

echando a suertes a ver qué se llevaba cada uno.

MEDITACIÓN

Cuando Jesús, despojado de sus vestidos, se encuentra ya en el Gólgota (cf. Mc 15,24, etc.), nuestros pensamientos se dirigen hacia su Madre: vuelven hacia atrás, al origen de este cuerpo que ya ahora, antes de la crucifixión, es todo él una llaga (cf. Is 52,14). El misterio de la Encarnación: el Hijo de Dios toma cuerpo en el seno de la Virgen (cf. Mt 1,23; Lc 1,26-38). El Hijo de Dios habla al Padre con las palabras del Salmista: "No te complaces tú en el sacrificio y la ofrenda…, pero me has preparado un cuerpo" (Sal 40 [39],8.7; Hb 10,6.5). El cuerpo del hombre expresa su alma. El cuerpo de Cristo expresa el amor al Padre: "Entonces dije: "¡Heme aquí que vengo!"… para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad" (Sal 40[39], 9; Hb 10,7). "Yo hago siempre lo que es de su agrado" (Jn 8,29). Este cuerpo desnudo cumple la voluntad del Hijo y la del Padre en cada llaga, en cada estremecimiento de dolor, en cada músculo desgarrado, en cada reguero de sangre que corre, en todo el cansancio de sus brazos, en los cardenales de cuello y espaldas, en el terrible dolor de las sienes. Este cuerpo cumple la voluntad del Padre cuando es despojado de sus vestidos y tratado como objeto de suplicio, cuando encierra en sí el inmenso dolor de la humanidad profanada.

El cuerpo del hombre es profanado de varias maneras.

En esta estación debemos pensar en la Madre de Cristo, porque bajo su corazón, en sus ojos, entre sus manos el cuerpo del Hijo de Dios ha recibido una adoración plena.

ACLAMACIONES

Jesús, cuerpo santo,

profanado una vez más, vive.

R/. Kyrie, eleison

Jesús, cuerpo ofrecido por amor,

aún dividido en tus miembros.

R/. Kyrie, eleison

Todos:

Pater noster, qui es in cælis:

sanctificetur nomen tuum;

adveniat regnum tuum;

fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.

Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;

et dimitte nobis debita nostra,

sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;

et ne nos inducas in tentationem;

sed libera nos a malo.

Fac ut ardeat cor meum

in amando Christum Deum,

ut sibi complaceam.


UNDÉCIMA ESTACIÓN

Jesús es clavado en la cruz

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.

R/. Quia por sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Del Evangelio según San Marcos. 15, 25-27

Era la hora tercia cuando le crucificaron.

Y estaba puesta la inscripción de la causa de su condena:

" El Rey de los judíos. "

Con él crucificaron a dos salteadores,

uno a su derecha y otro a su izquierda.

MEDITACIÓN

"Han taladrado mis manos y mis pies y puedo contar todos mis huesos" (Sal 22[21],17-18). "Puedo contar…": ¡qué palabras proféticas! Sabemos que este cuerpo es un rescate. Un gran rescate es todo este cuerpo: las manos, los pies y cada hueso. Todo el Hombre en máxima tensión: esqueleto, músculos sistema nervioso, cada órgano, cada célula; todo en máxima tensión. "Yo, si fuere levantado de la tierra, atraeré a todos a mí" (Jn 12,32). Palabras que expresan la plena realidad de la crucifixión. Forma parte de ésta también la terrible tensión que penetra las manos, los pies y todos los huesos: terrible tensión del cuerpo entero que, clavado como un objeto a los maderos de la cruz, va a ser aniquilado, hasta el fin, en las convulsiones de la muerte. Y en la misma realidad de la crucifixión entra todo el mundo que Jesús quiere atraer a Sí (cf. Jn 12,32). El mundo está sometido a la gravitación del cuerpo, que tiende por inercia hacia lo bajo.

Precisamente en esta gravitación estriba la pasión del Crucificado. "Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba" (Jn 8,23). Sus palabras desde la cruz son: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lc 23,34).

ACLAMACIONES

Cristo, crucificado por el odio,

hecho por el amor signo de contradicción y de paz,

R/. Christe, eleison

Cristo, con su sangre derramada en la Cruz,

ha rescatado al hombre, el mundo y el cosmos.

R/. Christe, eleison

Todos:

Pater noster, qui es in cælis:

sanctificetur nomen tuum;

adveniat regnum tuum;

fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.

Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;

et dimitte nobis debita nostra,

sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;

et ne nos inducas in tentationem;

sed libera nos a malo.

Sancta mater, istud agas,

Crucifixi fige plagas

cordi meo valide.


DUODÉCIMA ESTACIÓN

Jesús muere en la Cruz

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.

R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Del Evangelio según San Marco. 15, 33-34.37, 39

Llegada la hora sexta,

hubo oscuridad sobre toda la tierra

hasta la hora nona.

A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz:

" Eloí, Eloí, ¿lema sabactaní? ",

que quiere decir –

" ¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado? "…

Pero Jesús lanzando un fuerte grito, expiró…

Al ver el centurión, que estaba frente a él,

que había expirado de esa manera, dijo:

" Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios. "

MEDITACIÓN

Jesús clavado en la cruz, inmovilizado en esta terrible posición, invoca, al Padre (cf. Mc 15,34; Mt 27,46; Lc 23,46). Todas las invocaciones atestiguan que El es uno con el Padre. "Yo y el Padre somos una sola cosa" (Jn 10,30); "El que me ha visto a mí ha visto al Padre" (Jn 14,9); "Mi Padre sigue obrando todavía, y por eso obro yo también " (Jn 5,17).

He aquí el más alto, el más sublime obrar del Hijo en unión con el Padre. Sí: en unión, en la más profunda unión, justamente cuando grita: Eloí, Eloí, lama sabachtani?: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mc 15,34; Mt 27,46). Este obrar se expresa con la verticalidad del cuerpo que pende del madero perpendicular de la cruz, con la horizontalidad de los brazos extendidos a lo largo del madero transversal. El hombre que mira estos brazos puede pensar que con el esfuerzo abrazan al hombre y al mundo. Abrazan.

He aquí el hombre. He aquí a Dios mismo. "En Él…. vivimos y nos movemos y existimos" (Hch 17,28). En Él: en estos brazos extendidos a lo largo del madero transversal de la cruz.

El misterio de la Redención.

ACLAMACIONES

Hijo de Dios, acuérdate de nosotros

en la hora suprema de la muerte.

R/. Kyrie, eleison

Hijo del Padre, acuérdate de nosotros

y renueva con tu Espíritu la faz de la tierra.

R/. Kyrie, eleison

Todos:

Pater noster, qui es in cælis:

sanctificetur nomen tuum;

adveniat regnum tuum;

fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.

Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;

et dimitte nobis debita nostra,

sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;

et ne nos inducas in tentationem;

sed libera nos a malo.

Vidit suum dulcem Natum

morientem desolatum,

cum emisit spiritum.


DECIMOTERCERA ESTACIÓN

Jesús es bajado de la Cruz

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.

R/. Quia por sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Del Evangelio según San Marcos. 15, 42-43. 46

Y ya al atardecer…

vino José de Arimatea, miembro respetable del Consejo,

que esperaba también el Reino de Dios,…

quien, comprando una sábana,

lo descolgó de la cruz.

MEDITACIÓN

En el momento en que el cuerpo de Jesús es bajado de la cruz y puesto en brazos de la Madre, vuelve a nuestra mente el momento en que María acogió el saludo del ángel Gabriel: "Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús… Y le dará el Señor Dios el trono de David, su padre… y su reino no tendrá fin" (Lc 1,31-33). María sólo dijo: "Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38), como si desde el principio hubiera querido expresar cuanto estaba viviendo en este momento.

En el misterio de la Redención se entrelazan la gracia, esto es, el don de Dios mismo, y "el pago" del corazón humano. En este misterio somos enriquecidos con un Don de lo alto (St 1,17) y al mismo tiempo somos comprados con el rescate del Hijo de Dios (cf. 1 Co 6,20; 7,23; Hch 20,28). Y María, que fue más enriquecida que nadie con estos dones, es también la que paga más. Con su corazón.

A este misterio está unida la maravillosa promesa formulada por Simeón cuando la presentación de Jesús en el templo: "Una espada atravesará tu alma para que se descubran los pensamientos de muchos corazones" (Lc 2,35).

También esto se cumple. ¡Cuántos corazones humanos se abren ante el corazón de esta Madre que tanto ha pagado!

Y Jesús está de nuevo todo él en sus brazos, como lo estaba en el portal de Belén (cf. Lc 2,16), durante la huida a Egipto (cf. Mt 2,14), en Nazaret (cf. Lc 2,39-40). La Piedad.

ACLAMACIONES

Santa María, Madre de la inmensa piedad,

contigo abrimos los brazos a la Vida

y suplicantes imploramos

R/. Kyrie, eleison

Santa María, Madre y asociada al del Redentor,

en comunión contigo acogemos a Cristo

y llenos de esperanza invocamos

R/. Kyrie, eleison

Todos:

Pater noster, qui es in cælis:

sanctificetur nomen tuum;

adveniat regnum tuum;

fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.

Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;

et dimitte nobis debita nostra,

sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;

et ne nos inducas in tentationem;

sed libera nos a malo.

Fac me vere tecum flere,

Crucifixo condolere,

donec ego vixero.


DECIMOCUARTA ESTACIÓN

Jesús es puesto en el sepulcro

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.

R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Del Evangelio según San Marcos. 15, 46-47

José de Arimatea,…

lo envolvió en la sábana

y lo puso en un sepulcro

que estaba excavado en roca;

luego, hizo rodar una piedra sobre la entrada del sepulcro.

María Magdalena

y María la de Joset

se fijaban dónde era puesto.

MEDITACIÓN

Desde el momento en que el hombre, a causa del pecado, se alejó del árbol de la vida (cf. Gn 3), la tierra se convirtió en un cementerio. Tantos sepulcros como hombres. Un gran planeta de tumbas.

En las cercanías del Calvario había una tumba que pertenecía a José de Arimatea (cf. Mt 27,60). En este sepulcro, con el consentimiento de José, depositaron el cuerpo de Jesús una vez bajado de la cruz (cf. Mc 15,42-46, etc. ). Lo depositaron apresuradamente, para que la ceremonia acabara antes de la fiesta de Pascua (cf. Jn 19,31), que empezaba en el crepúsculo.

Entre todas las tumbas esparcidas por los continentes de nuestro planeta, hay una en la que el Hijo de Dios, el hombre Jesucristo, ha vencido a la muerte con la muerte. 0 mors! ero mors tua!: "Muerte, ¡yo seré tu muerte!" (1ª antif. Laudes del Sábado Santo). El árbol de la Vida, del que el hombre fue alejado por su pecado, se ha revelado nuevamente a los hombres en el cuerpo de Cristo. "Si alguno come de este pan, vivirá para siempre, y el pan que yo le daré es mi carne, vida del mundo" (Jn 6,51).

Aunque se multipliquen siempre las tumbas en nuestro planeta, aunque crezca el cementerio en el que el hombre surgido del polvo retorna al polvo (cf. Gn 3,19), todos los hombres que contemplan el sepulcro de Jesucristo viven en la esperanza de la Resurrección.

ACLAMACIONES

Señor Jesús, resurrección nuestra,

en el sepulcro nuevo destruyes la muerte y das la vida.

R/. Kyrie, eleison

Jesús, Señor, esperanza nuestra,

tu cuerpo crucificado y resucitado

es el nuevo árbol de la vida.

R/. Kyrie, eleison

Todos:

Pater noster, qui es in cælis:

sanctificetur nomen tuum;

adveniat regnum tuum;

fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.

Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;

et dimitte nobis debita nostra,

sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;

et ne nos inducas in tentationem;

sed libera nos a malo.

Quando corpus morietur,

fac ut animæ donetur

paradisi gloria. Amen.

* * *

El Santo Padre dirige la palabra a los presentes.

Al final del discurso, el Santo Padre imparte la Bendición Apostólica:

V/. Dominus vobiscum.

R/. Et cum spiritu tuo.

V/. Sit nomen Domini benedictum.

R/. Ex hoc nunc et usque in sæculum.

V/. Adiutorium nostrum in nomine Domini.

R/. Qui fecit cælum et terram.

V/. Benedicat vos omnipotens Deus,

Pater, et Filius, et X Spiritus Sanctus.

R/. Amen.

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