Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2024

Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo

(cf. Lc 10,27)

Materiales para la

SEMANA DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS 2024

Los textos bíblicos en español reproducidos en este folleto están tomados de la Biblia Traducción Interconfesional (BTI), Biblioteca de Autores Cristianos, Editorial Verbo Divino, Sociedades Bíblicas Unidas, Madrid 2008. Las abreviaturas de los libros de la Biblia también son las que se utilizan en la BTI.

Preparados conjuntamente por:

– Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos

– Comisión Fe y Constitución del Consejo Mundial de Iglesias

ÍNDICE

Mensaje de los obispos 3

A todos los que organizan

la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 7

Preparación del material 9

Texto bíblico 11

Introducción al tema 12

Celebración ecuménica 18

Reflexiones bíblicas y oraciones para el Octavario 29

Guion para la celebración eucarística 39

Vigilia de oración por la unidad 51

Apéndices 57

MENSAJE DE LOS OBISPOS

La posada del buen samaritano

Los cristianos de Burkina Faso han propuesto como tema de reflexión para la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos la parábola del buen samaritano, en la que Jesús explica en qué consiste amar al prójimo. Algunos Padres de la Iglesia interpretaron esta parábola en sentido cristológico, indicando que la persona herida al borde del ca- mino es la humanidad (Adán) y que el buen samaritano, que movido por amor sale a auxiliarlo, es el mismo Jesucristo. En un prefacio de la misa se dice que Jesús también hoy «como Buen Samaritano, se acerca a todo hombre que sufre en su cuerpo o en su espíritu, y sana sus heridas con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza» (Prefacio común VIII).

En esta interpretación de la parábola, se señala que la posada a la que Jesús, el buen samaritano, lleva a la persona herida es la Iglesia. Es a ella a quien el samaritano confía la humanidad hasta que él vuelva. Ella tiene ahora la misión de sanar al ser humano con el vino y el aceite (símbolo de los sacramentos). Orígenes escribió: «El samaritano lleva al moribundo y lo conduce a una posada, es decir, dentro de la Iglesia. Ella está abierta a todos, no niega sus auxilios a nadie y todos son invitados por Jesús» (Homilías sobre el evangelio de Lucas 34,3). También afirmaba san Juan Crisóstomo: «La Iglesia es una posada, colocada en el camino de la vida, que recibe a todos los que vienen a ella, cansados del viaje o cargados con los sacos de su culpa».

La Iglesia tiene que ser posada donde todos puedan refugiarse, lugar de acogida para los hombres y mujeres que buscan, comunidad que sana. En unas reflexiones sobre la misión, escribió Madeleine Delbrêl (1904-1964): «El mundo se retuerce con dolores infinitos. La Iglesia es quien ha de cuidarlo» (Misioneros sin barcas, 1943). Para que esto sea posible, nuestras comunidades han de ser abiertas, alegres, vivas. Han de tener, sobre todo, una inmensa capacidad de acogida, para que todos se encuentren en ella como en su casa. Pensemos en el posadero, que no pregunta quién es la víctima, ni cuál es su estado o condición. Simple- mente lo acoge y, desde el amor, lo ayuda a sanar.

La acogida y la hospitalidad son un signo distintivo de la Iglesia de Cristo. Evidentemente, esta acogida hemos de vivirla entre los que nos llamamos cristianos, que por el baño del bautismo somos miembros de la Iglesia, aunque entre nosotros aún no vivamos la plenitud de la comunión en la fe (cf. LG 15). Todos formamos parte del cuerpo de Cristo y, por eso, con dolor, se preguntaba Juan Pablo II: «¿Cómo es posible permanecer divididos si con el bautismo hemos sido “inmersos” en la muerte del Señor, es decir, en el hecho mismo en que, por medio del Hijo, Dios ha derribado los muros de la división?» (Ut unum sint, 6). Ciertamente la división entre nosotros contradice clara y abiertamente la voluntad del Señor y es un grave escándalo para todo el mundo (cf. UR 1).

En estos días oramos especialmente para que el Señor nos haga sentir el dolor de la división y nos ilumine para encontrar caminos de encuentro. Juntos sentimos la llamada a acoger a las personas heridas, que quizás siguen estando al borde del camino. Vale la pena trabajar unidos para que esas personas encuentren acogida entre nosotros y reciban los cuidados y atención que necesitan.

Al mismo tiempo, hemos de pedir perdón por las veces en que parte de esta humanidad herida se haya podido sentir excluida de la misma Iglesia. Y también porque con nuestras actitudes hemos sembrado di- visión y discordia, acentuando las divergencias y mirando al otro como a un contrincante y no como a un hermano. En su reflexión sobre esta parábola, escribía el papa Francisco:

Este encuentro misericordioso entre un samaritano y un judío es una potente interpelación, que desmiente toda manipulación ideológica, para que ampliemos nuestro círculo, para que demos a nuestra capacidad de amar una dimensión universal capaz de traspasar todos los prejuicios, todas las barreras históricas o culturales, todos los intereses mezquinos (Fratelli tutti, 83).

Al papa le gusta también otra imagen parecida: la del «hospital de campaña», que atiende a «tanta gente herida que nos pide cercanía, que nos pide a nosotros lo que pedían a Jesús: cercanía, proximidad» (Discurso 19-10-2014).

A TODOS LOS QUE ORGANIZAN LA SEMANA DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS

La búsqueda de la unidad durante todo el año

En el hemisferio norte, la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos se celebra tradicionalmente del 18 al 25 de enero. Estas fechas fueron propuestas en 1908 por Paul Watson para cubrir el período entre la fiesta de san Pedro y la de san Pablo, de gran importancia simbólica. En el hemisferio sur, donde el mes de enero es tiempo de vacaciones, las Iglesias adoptan otras fechas para celebrar la Semana de Oración, por ejemplo, en torno a Pentecostés (sugerencia del movimiento Fe y Constitución en 1926), que también es una fecha simbólica para la unidad de la Iglesia.

El uso del material de la Semana de Oración

– Para las Iglesias y las comunidades cristianas que celebran juntas la Semana de Oración en un solo momento de oración, se ofrece un modelo de celebración ecuménica.

– Las Iglesias y las comunidades cristianas pueden igualmente incorporar a sus propias celebraciones oraciones y textos de la Semana de Oración. Las oraciones de la celebración ecuménica, del Octavario, u otras oraciones adicionales también pueden utilizarse según se considere oportuno en cada caso.

– Las comunidades que siguen la Semana de Oración en sus celebraciones cada día de la semana pueden usar el material propuesto para los ocho días.

– Las personas que deseen realizar estudios bíblicos sobre el tema de la Semana de Oración pueden usar los textos bíblicos y las reflexiones ofrecidas para el Octavario. Estas reflexiones diarias pueden terminar con una oración conclusiva de intercesión.

– Las personas que deseen orar en privado pueden usar este material para focalizar sus intenciones, sintiéndose así en comunión con todos los que oran en el mundo por una mayor unidad visible de la Iglesia de Cristo.

– Las parroquias y comunidades católicas disponen de un material para ser utilizado en la celebración de la eucaristía diaria durante el Octavario de Oración por la Unidad, así como de una vigilia de oración comunitaria que puede ser adaptada para la adoración al Santísimo Sacramento.

PREPARACIÓN DEL MATERIAL PARA LA SEMANA DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS 2024

El equipo internacional designado conjuntamente por el Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y la Comisión de Fe y Constitución del Consejo Mundial de Iglesias para revisar y finalizar los materiales para la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2024 se reunió en Roma del 25 al 29 de septiembre de 2022. El encuentro tuvo lugar en la Casa San Giuseppe di Cluny, que, desde 2016, es administrada por la Comunidad Chemin Neuf, cuyos miembros tienen un compromiso especial con la unidad de los cristianos.

La redacción de los materiales había sido confiada por el Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos a un equipo ecuménico de Burkina Faso, facilitado por la Comunidad Chemin Neuf de ese país. La apertura ecuménica y la cooperación no siempre han sido fuertes en Burkina Faso, pero los representantes de la archidiócesis católica de Uagadugú, las Iglesias protestantes y los organismos ecuménicos aceptaron la invitación de buen grado y colaboraron generosamente en la redacción de las oraciones y reflexiones. La situación política y social en Burkina Faso es inestable y existen muchas amenazas para la paz y la cohesión social. La preparación de los textos para la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos durante un período tan precario de la historia de este país ayudó al grupo ecuménico de redacción a reconocer que el amor de Cristo une a todos los cristianos y es más fuerte que las divisiones. Al final del trabajo, reconocieron que trabajar juntos de esta manera había sido una verdadera experiencia de conversión ecuménica para ellos.

Lamentablemente, los cuatro miembros del grupo local que se esperaba que participaran en la reunión de Roma no pudieron asistir en persona, debido a una huelga de última hora de los controladores aéreos. Sin embargo, participaron en la reunión de forma remota. La reunión fue presidida conjuntamente por el reverendo doctor Mikie Roberts del Consejo Mundial de Iglesias en Ginebra y el reverendo Anthony Currer del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos en Roma.

TEXTO BÍBLICO (Lc 10,25-37)

Por entonces, un doctor de la ley, queriendo poner a prueba a Jesús, le hizo esta pregunta:

—Maestro, ¿qué he de hacer para alcanzar la vida eterna? Jesús le contestó:

—¿Qué está escrito en la ley de Moisés? ¿Qué lees allí? Él respondió:

—«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con todas tus fuerzas y con toda tu inteligencia: y a tu prójimo como a ti mismo».

Jesús le dijo:

—Has respondido correctamente. Haz eso y vivirás.

Pero el maestro de la ley, para justificar su pregunta, insistió:

—¿Y quién es mi prójimo? Jesús le dijo:

—Un hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó fue asaltado por unos la- drones, que le robaron cuanto llevaba, lo hirieron gravemente y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por aquel mismo camino un sacerdote que vio al herido, pero pasó de largo. Y del mismo modo, un levita, al llegar a aquel lugar, vio al herido pero también pasó de largo. Finalmente, un samaritano que iba de camino llegó junto al herido y, al verlo, se sintió conmovido. Se acercó a él, le vendó las heridas poniendo aceite y vino sobre ellas, lo montó en su propia cabalgadura, lo condujo a una posada próxima y cuidó de él. Al día siguiente, antes de reanudar el viaje, el samaritano dio dos denarios al posadero y le dijo: «Cuida bien a este hombre. Si gastas más, te lo pagaré a mi vuelta». Pues bien, ¿cuál de estos tres hombres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de ladrones?

El maestro contestó:

—El que tuvo compasión de él. Y Jesús le replicó:

—Pues vete y haz tú lo mismo.

INTRODUCCIÓN AL TEMA

«Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo»

(cf. Lc 10,27)

Los materiales para la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2024 fueron preparados por un equipo ecuménico de Burkina Faso faci- litado por la comunidad local Chemin Neuf (CCN)1. El tema elegido es

«Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo» (Lc 10,27). Hermanos y hermanas de la archidiócesis católica de Uagadugú, de las Iglesias protestantes, de los organismos ecuménicos y de la CCN de Bur- kina Faso han colaborado generosamente en la redacción de las oraciones y reflexiones y han hecho de este trabajo común un verdadero camino de conversión ecuménica.

Amar a Dios y al prójimo en medio de una crisis de seguridad

Burkina Faso se encuentra en África occidental, en la región del Sahel, que incluye los países vecinos de Malí y Níger. Cubre 174.000 km² y tiene 21 millones de habitantes, de unas sesenta etnias. En términos religiosos, aproximadamente el 64 % de la población es musulmana, el 9 % se ad- hiere a las religiones tradicionales africanas y el 26 % es cristiana (20 % católica, 6 % protestante). Estos tres grupos religiosos están presentes en todas las regiones del país y en prácticamente todas las familias.

Burkina Faso atraviesa actualmente una grave crisis de seguridad, que afecta a todas las comunidades de fe. Después del gran ataque yihadista preparado desde fuera del país en 2016, la situación de seguridad en Burkina Faso y, en consecuencia, su cohesión social, se deterioró drásticamente. El país ha sufrido una proliferación de ataques terroristas, anarquía legal y trata de personas. Esto ha dejado más de tres mil muertos y casi dos millones de desplazados internos en el país. Se han cerrado miles de escuelas, centros de salud y ayuntamientos, y gran par- te de la infraestructura socioeconómica y de transporte ha sido destruida. Los ataques dirigidos contra grupos étnicos específicos exacerban   el riesgo de conflictos entre comunidades. En el contexto de esta grave situación de seguridad, la cohesión social, la paz y la unidad nacional han sido socavadas.

Las Iglesias cristianas han sido expresamente blanco de ataques armados. Sacerdotes, pastores y catequistas han sido asesinados durante el culto y se desconoce el destino de otros que fueron secuestrados. En el momento de escribir este artículo, más del 22 % del territorio nacional está fuera del control del Estado. Los cristianos ya no pueden practicar abiertamente su fe en estas áreas. Debido al terrorismo, la mayoría de las Iglesias cristianas en el norte, este y noroeste del país han sido cerradas. Ya no hay ningún culto cristiano público en muchas de estas áreas. Y allí donde todavía es posible el culto, generalmente con protección oficial, se ha de realizar con protección policial y ha sido necesario acortar los servicios debido a los problemas de seguridad.

Debe reconocerse que, a pesar de los esfuerzos tanto del Estado como de las comunidades religiosas, el país se está volviendo cada vez más inestable a medida que los grupos extremistas se generalizan. Sin embargo, está creciendo la solidaridad entre las religiones cristiana, musulmana y tradicional. Sus líderes están trabajando para encontrar soluciones duraderas para la paz, la cohesión social y la reconciliación. Con este fin, por ejemplo, la Comisión de Diálogo Cristiano-Musulmana de la Conferencia Episcopal de Burkina Faso-Níger está haciendo un gran esfuerzo para apoyar el diálogo y la cooperación interreligiosa y entre etnias.

Siguiendo los llamamientos del Gobierno a orar por la paz, la cohesión social y la reconciliación, las Iglesias individuales continúan organizando oraciones diarias y ayunos. Se ha intensificado la acción de las diversas Iglesias católicas y protestantes para ayudar a las personas desplazadas. Se han organizado encuentros de reflexión y sensibilización para promover una mejor comprensión de la situación y del valor de    la fraternidad, y elaborar estrategias para la vuelta a una paz duradera. Esta esperanza también se refleja en el proverbio tradicional de mossi:

«No importa la naturaleza o la duración de la lucha, llegará el momento de la reconciliación».

La invitación a trabajar juntos en los textos de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2024 es un desafío para las diferentes

Iglesias de Burkina Faso a caminar, orar y trabajar juntas en el amor mutuo durante este período difícil para el país. El amor de Cristo que une a todos los cristianos es más fuerte que las divisiones y los cristianos de Burkina Faso se comprometen a recorrer el camino del amor a Dios y del amor al prójimo. Confían en que el amor de Dios vencerá la violencia que actualmente aflige a su país.

El texto bíblico

La centralidad del amor en la vida cristiana

El amor es el ADN de la fe cristiana. Dios es Amor y «el amor de Cristo nos ha reunido en uno»3. Nuestra identidad común se encuentra en la experiencia del amor de Dios (cf. Jn 3,16) y revelamos esa identidad al mundo en el modo en que nos amamos unos a otros (Jn 13,35). En el pasaje seleccionado para la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2024 (Lc 10,25-37), Jesús reafirmó la enseñanza judía tradicional del Dt 6,5: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, y con todas tus fuerzas»; y de Lev 19,18b: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo».

En el pasaje del evangelio, el doctor de la ley pregunta inmediatamente a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?». La cuestión de hasta dónde debía llegar la obligación bíblica de amar era una cuestión controvertida entre los doctores de la ley. Tradicionalmente, se creía que esta obligación se extendía a los israelitas y a los extranjeros residentes. Más tarde, con el impacto de las invasiones de potencias extranjeras, el mandamiento se entendió sin aplicarse a los extranjeros de las fuerzas de ocupación. Con el tiempo, a medida que el judaísmo mismo se fragmentaba, a veces se entendía que se aplicaba solo a los del propio grupo. La pregunta hecha a Jesús por el doctor de la ley es, por lo tanto, provocativa. Jesús responde a la pregunta con una parábola que muestra un amor que se extiende mucho más allá de los límites esperados por el doctor de la ley.

Muchos escritores cristianos primitivos como Orígenes, Clemente de Alejandría, Juan Crisóstomo y Agustín vieron en esta parábola el proyecto de salvación de Dios para la humanidad. El hombre que bajaba de Jerusalén era imagen de Adán, es decir, toda la humanidad, descendiendo del paraíso a este mundo, en peligro y vulnerable, y en los ladrones vie- ron una imagen de los poderes terrenales hostiles que nos asaltan. Cristo mismo es representado por aquel que, movido por la compasión, acudió en ayuda del hombre medio muerto, curó sus heridas y lo llevó a una posada segura, que es la imagen de la Iglesia. La promesa del samaritano de regresar fue interpretada como un presagio de la promesa de la futura venida del Señor.

Los cristianos están llamados a actuar como Cristo, amando como el buen samaritano, mostrando misericordia y compasión a los necesitados, independientemente de su identidad religiosa, étnica o social. Lo que nos impulsa a acudir en ayuda del otro no es lo que tengamos o no en común con él, sino el amor al «prójimo». Sin embargo, esta visión del amor al prójimo que Jesús nos propone está de capa caída en el mundo de hoy. Las guerras en tantas regiones, los desequilibrios en las relaciones inter- nacionales y las desigualdades generadas por los ajustes estructurales impuestos por las potencias occidentales u otros agentes externos inhiben nuestra capacidad de amar como Cristo. Los cristianos solo podemos convertirnos en prójimos, al estilo del buen samaritano en el evangelio, aprendiendo a amarnos unos a otros independientemente de nuestras diferencias.

El camino del ecumenismo

Jesús oró para que todos sus discípulos fueran uno (Jn 17,21), y así los cristianos no pueden perder la esperanza o dejar de orar y trabajar por la unidad. Están unidos por su amor a Dios en Cristo y por la experiencia de conocer el amor que Dios les tiene. Reconocen esta experiencia de fe el uno en el otro cuando oran, adoran y sirven a Dios juntos. Sin embargo, en las relaciones intereclesiales, incluso en Burkina Faso, esto sigue siendo un desafío. La falta de conocimiento mutuo entre las iglesias y la sospecha mutua pueden debilitar el compromiso en el ca- mino del ecumenismo. Algunos pueden tener temor porque el ecumenismo conduzca a una pérdida de identidad denominacional e impida el «crecimiento» de la Iglesia. Tal rivalidad entre las Iglesias es contraria a la oración de Jesús. Al igual que el sacerdote y el levita en el pasaje del evangelio, los cristianos a menudo pierden la oportunidad de relacionarse con hermanos y hermanas debido al miedo. Durante la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, pedimos al Señor que venga en nuestra ayuda, para curar nuestras heridas y así permitirnos recorrer el camino del ecumenismo con confianza y esperanza.

La unidad de los cristianos al servicio de una paz y una reconciliación más amplias

El contexto específico de Burkina Faso refleja la necesidad de poner el amor en el centro de la búsqueda de la paz y la reconciliación. Esta búsqueda a menudo se ha visto mermada por la pérdida de valores y de un sentido compartido de humanidad y por una disminución de la preocupación por el bien común, la honradez, la integridad y el patriotismo. La búsqueda de la reconciliación también se ha visto debilitada por el empobrecimiento espiritual y por la búsqueda de ganancias fáciles. Fren- te a estas realidades, el imperativo de testimoniar el amor de Dios es aún más apremiante.

Pasar de la división a la unidad en Burkina Faso

Las comunidades cristianas en Burkina Faso tratan de vivir la llamada al amor a través de la hospitalidad mutua. Esto es particularmente evidente durante la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Han comprometido recursos humanos y financieros para traducir el texto ecuménico francés de la Biblia (Traduction Oecuménique de la Bible) a las lenguas locales, ayudando así a conducir a los cristianos a la «posada» de la Palabra de Dios (cf. Lc 10,34). Además, visitan las Iglesias de los demás y comparten la oración. También cooperan en la promoción de la fraternidad humana, la paz y la seguridad en Burkina Faso. Llevan a Cristo a sus hermanos y hermanas cuando curan las heridas de aquellos que caen en las garras de la pobreza y las dificultades.

Sinembargo,comodiceunproverbioafricano:«Elárbolnodebeocultar el bosque». Estos ejemplos ecuménicos positivos no pueden ocultar muchos desafíos que aún quedan para lograr la unidad. A pesar de sus esfuerzos por hacerse prójimos de todos los que confiesan al Dios Trino, las Iglesias de Burkina Faso siguen intentando amarse verdaderamente según el mandato de Cristo. A veces se relacionan entre sí como samaritanos y judíos, divididos cultural y teológicamente y en clima de enemistad y hostilidad. La continua desunión los desfigura y reconocen la necesidad de una conversión ecuménica, para poder derramar el aceite y el vino de la sanación sobre las heridas de los demás.

La posada en la parábola del buen samaritano fue frecuentemente interpretada por los Padres de la Iglesia como una imagen de la Iglesia. Así como el samaritano llevó al hombre herido a la posada, así Cristo confía a los heridos y necesitados del mundo a nuestras Iglesias, para cuidar sus heridas y ayudarlos a recuperar la salud. Esta misión al servicio del mundo es también camino hacia la unidad, que es un don de Dios para el pueblo de Dios.

CELEBRACIÓN ECUMÉNICA

Instrucciones para la celebración ecuménica

Este año, la celebración ecuménica fue preparada por un equipo que re- presenta diferentes tradiciones cristianas en Burkina Faso propuesto por la comunidad Chemin Neuf (CCN) local.

La elección de los textos bíblicos y litúrgicos se inspira en la imagen del buen samaritano de la parábola (Lc 10,25-37), en la que Jesús muestra lo que significa amar al prójimo, respondiendo a una pregunta sobre el mandamiento del Antiguo Testamento: «Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo» (cf. Dt 6,5 y Lev 19,18b).

Para preparar la celebración de la oración, se necesitan varios objetos. Para el gesto en el momento de la congregación de la asamblea, «compartiendo el amor de Dios», se requiere una calabaza5 o recipiente lleno de agua. La celebración comienza con la procesión de los ministros con la calabaza u otro recipiente adecuado hacia la entrada del templo, mientras un lector invita a la comunidad a reunirse. Un miembro de la comunidad anfitriona ofrece de beber del agua de la calabaza a los representantes de las otras comunidades presentes. Otra opción es que este gesto se tenga en la entrada de la iglesia (al exterior). Cuando se ha completado este ritual de bienvenida, los ministros y los representantes de las comunida- des presentes se unen a la procesión, mientras se canta un himno o suena música instrumental.

Si los cristianos de África occidental participan en la celebración, se- ría conveniente invitarlos a cantar algunos himnos en su propio idioma durante la celebración. Además, los ramos de flores de diferentes colo- res pueden ser presentados por representantes de las diversas Iglesias presentes, para mostrar la riqueza del amor de Dios y la diversidad del pueblo de Dios.

Los textos asignados al presidente (P) pueden dividirse entre los di- versos clérigos o representantes de las diferentes tradiciones presentes. Del mismo modo, los textos asignados a un lector (L) pueden distribuirse entre varias personas.

Al final de la celebración, la calabaza o recipiente de agua se adelanta y se sostiene ante la congregación, mientras el líder pronuncia la despedida. El envío y la bendición pueden hacerse conjuntamente por ministros/representantes de las diferentes comunidades presentes.

Orden de la celebración ecuménica

P: Presidente

L: Lector

A: Asamblea

Reuniendo y compartiendo el amor de Dios

L En Burkina Faso, una calabaza se usa para compartir agua con los huéspedes que llegan cansados de su viaje. Es expresión de acogida, hospitalidad y compañerismo. Después de que el visitante ha sido reconfortado, comienza la conversación y se expone el motivo de la visita.

Al reunirnos y entrar en oración, os damos la bienvenida de la misma manera que Abrahán acogió a los tres visitantes y les facilitó agua para refrescarse. Os invitamos a refrescaros compartiendo el agua de esta calabaza.

El agua de la calabaza es compartida por un miembro de la comunidad anfitriona con representantes de las otras Iglesias presentes. A medida que la calabaza se lleva hacia el fondo del templo, los ministros se unen a la procesión mientras se canta un himno o suena música.

Invitación a orar

P En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

A Amén.

P Estamos reunidos como hermanos y hermanas para orar por la unidad visible de los cristianos. Nuestra celebración está centrada en la historia del buen samaritano, donde escuchamos la llamada divina a amar a Dios y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

Preparémonos para encontrarnos con el Dios del amor en acción de gracias y alegría, recordando su mandamiento de amar.

A Gloria a ti, Padre, porque te revelas en tu creación

y llamas a todas las personas a vivir en tu presencia. Gloria a ti, Cristo Jesús,

porque te entregas completamente a cada uno de nosotros y nos invitas a hacer lo mismo.

Gloria a ti, Espíritu Santo,

porque nos reúnes en amor y unidad. Gloria a ti, Dios de amor,

en quien somos creados, redimidos y nos hacemos uno. Amén.

Himno

Letanía de alabanza y acción de gracias

L Elevemos nuestros corazones a Dios en alabanza:

Alabado seas, Señor, porque has derramado tu amor en nuestros corazones para que nunca perdamos la esperanza. Liberas nuestras vi- das del miedo gracias a tu amor, y vendas nuestros corazones destrozados y heridos. Alabado seas por todas las mujeres y hombres que siembran semillas de amor y esperanza para sus prójimos en todo el mundo.

A Te alabamos, Señor.

L Dios eterno, te damos gracias por el don de Jesús, tu Hijo, el redentor de todos los hombres. Te damos gracias por el don de la conversión y todas las semillas de fe, esperanza y caridad sembradas en medio de tu pueblo y por toda la tierra. Te damos gracias por la fe que recibimos de los apóstoles, por la oración de Jesús por la unidad y por el don de la buena noticia de la salvación.

A Te damos gracias, Señor.

P Dios de amor, te adoramos por la generosidad de tu amor hacia todas las personas, un amor tan perfecto que sobrepasa nuestra comprensión; un amor en el que no hay distinción por motivos de raza, género o condición social. Te adoramos, porque por amor enviaste a tu Hijo, Jesucristo, al mundo y continúas llenando nuestras vidas de tu amor a través del Espíritu Santo.

A Te adoramos, Señor.

Acto penitencial

P Venimos ante ti ahora, oh, Dios, para confesar nuestros pecados:

L Al buscar la felicidad sin Dios e ignorar el mandamiento de amar,  nos hemos alejado de Dios y de nuestro prójimo. Nuestro egoísmo y nuestro deseo de poseer y controlar nos separan de Dios.

Silencio.

L Dios misericordioso:

A Perdónanos y sálvanos.

L Cuando aceptamos ideologías que degradan la humanidad de los demás, construimos muros de división, sembramos las semillas del odio y la violencia y abandonamos el mandato del Señor de amarnos unos a otros.

Silencio.

L Dios misericordioso:

A Perdónanos y sálvanos.

L Hemos endurecido nuestros corazones y nos hemos engañado a nosotros mismos. En nuestra falta de compasión, ya no vemos a Jesús en aquellos que son diferentes a nosotros.

Silencio.

L Dios misericordioso:

A Perdónanos y sálvanos.

L No logramos abrir nuestro corazón y nuestra mente a la naturaleza infinita e incondicional del amor de Dios por todos. Al estar cerrado a este amor, el mundo se oscurece por el egoísmo, la violencia, la in- diferencia y la falta de sentido.

Silencio.

L Dios misericordioso:

A Perdónanos y sálvanos.

P Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, a quien enviaste en la plenitud de los tiempos para redimir toda la creación, te pedimos que tengas misericordia de nosotros, perdones nuestros pecados y nos transformes por tu Espíritu Santo.

A Gloria a Dios, a quien alabamos con una sola voz.

Trisagion

A ¡Dios santo!

¡Santo fuerte!

¡Santo inmortal, ten piedad de nosotros!

Lectura del Antiguo Testamento Gen 18,1-8

L Apretaba el calor y estaba Abrahán sentado a la entrada de su tienda, cuando se le apareció el Señor en el encinar de Mambré. Al alzar la vista vio a tres hombres de pie frente a él. Apenas los vio, corrió a su encuentro desde la entrada de la tienda y, postrándose en tierra, dijo:

—Señor mío, será para mí un honor que aceptes la hospitalidad que este siervo tuyo te ofrece. Que os traigan un poco de agua para lavar vuestros pies, y luego podréis descansar bajo el árbol Ya que me habéis honrado con vuestra visita, permitidme que vaya a buscar algo de comer para que repongáis fuerzas antes de seguir vuestro camino.

Ellos respondieron:

—Bien, haz lo que dices.

Abrahán entró corriendo en la tienda donde estaba Sara, y le dijo:

—¡Rápido!, toma tres medidas de la mejor harina amásalas y prepara unas tortas.

Después Abrahán fue corriendo a la vacada, tomó un becerro tierno y cebado y se lo dio a su sirviente, que a toda prisa se puso a preparar- lo. Cuando el becerro ya estuvo a punto se lo sirvió acompañado de leche y requesón. Mientras comían, Abrahán se quedó de pie junto a ellos, debajo del árbol.

Salmo responsorial Salmo 138

L Te doy gracias de todo corazón, en presencia de dioses te canto. Me postraré ante tu santo templo,

por tu amor y tu verdad te alabaré,

pues haces que tu promesa supere tu fama.

A Cuando clamé, me respondiste.

L Cuando clamé, me respondiste, hiciste que aumentara mi fuerza.

Señor, te alabarán todos los reyes de la tierra cuando escuchen las palabras de tu boca.

A Cuando clamé, me respondiste.

L Cantarán en los caminos del Señor que la gloria del Señor es inmensa,

que es excelso el Señor: atiende al humilde, reconoce al soberbio desde lejos.

A Cuando clamé, me respondiste.

L Si camino en peligro, me salvas la vida,

extiendes tu mano contra mis rivales y tu diestra me pone a salvo.

El Señor acabará lo que ha hecho por mí.

¡Señor, tu amor es eterno!

¡No abandones la obra de tus manos!

A Cuando clamé, me respondiste.

L Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo

A como era en el principio ahora

y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

Lectura del evangelio Lc 10,25-37

L Por entonces, un doctor de la ley, queriendo poner a prueba a Jesús, le hizo esta pregunta:

—Maestro, ¿qué he de hacer para alcanzar la vida eterna? Jesús le contestó:

—¿Qué está escrito en la ley de Moisés? ¿Qué lees allí? Él respondió:

—«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con todas tus fuerzas y con toda tu inteligencia: y a tu prójimo como a ti mismo».

Jesús le dijo:

—Has respondido correctamente. Haz eso y vivirás.

Pero el maestro de la ley, para justificar su pregunta, insistió:

—¿Y quién es mi prójimo? Jesús le dijo:

—Un hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó fue asaltado por unos ladrones, que le robaron cuanto llevaba, lo hirieron gravemente y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por aquel mismo camino un sacerdote que vio al herido, pero pasó de largo. Y del mismo modo, un levita, al llegar a aquel lugar, vio al herido pero también pasó de largo. Finalmente, un samaritano que iba de camino llegó junto al herido y, al verlo, se sintió conmovido. Se acercó a él, le vendó las heridas poniendo aceite y vino sobre ellas, lo montó en su propia cabalgadura, lo condujo a una posada próxima y cuidó de él. Al día siguiente, antes de reanudar el viaje, el samaritano dio dos denarios al posadero y le dijo: «Cuida bien a este hombre. Si gastas más, te lo pagaré a mi vuelta». Pues bien, ¿cuál de estos tres hombres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de ladrones?

El maestro contestó:

—El que tuvo compasión de él. Y Jesús le replicó:

—Pues vete y haz tú lo mismo.

Himno

Sermón / Homilía

Seguido de un momento de silencio o un himno.

Confesión de amor inspirada en 1 Corintios 13

Se lee a dos coros, una mitad de la congregación lee la primera parte de cada estrofa y la otra mitad lee la segunda.

  1. Puedo hablar en los idiomas de las personas y los ángeles, pero si me falta amor, soy simplemente un metal resonante, un platillo ruidoso.
  2. Puedo tener el don de profecía, la comprensión de todo misterio y todo conocimiento; puedo tener la fe más plena, que mueve montañas; pero si me falta amor, no soy nada.
  3. Puedo distribuir todos mis bienes a personas hambrientas, incluso puedo entregar mi cuerpo a las llamas, pero si me falta amor, no gano nada.
  4. El amor exige paciencia. El amor sirve. No se aleja. No es celoso.

No se jacta. No busca su propio interés. No es irritable. No guarda rencor.

  1. El amor no celebra la injusticia, sino que encuentra su alegría en la verdad. Excusa todo. Lo cree todo. Espera para todos. Lo soporta todo.
  2. El amor no tiene fin. ¿Profecías? Terminarán. ¿Lenguas? Llegarán a su fin. ¿Conocimiento? Pasará.

A Fe, esperanza y amor continúan.

El mayor de ellos es el amor.

Himno

Este momento también se puede utilizar como una oportunidad para recoger las ofrendas.

Oraciones de intercesión

P Hemos sido invitados a vivir la llamada divina a amar a Dios y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Al renovar nuestro compromiso con esta vocación, pedimos que este amor fortalezca nuestra unidad como cristianos.

L Con todo nuestro corazón, deseamos habitar en el amor de Dios y recibir la gracia de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Dios de amor ilimitado, te pedimos para que todas las personas pue- dan conocer tu misericordia ilimitada y creer en tu deseo de llenar- nos con tu amor infinito.

A ¡Llénanos de tu amor! Haznos uno en ti.

L Unimos nuestra oración a la de Jesús, que pidió por la unidad de todos sus discípulos. Dios de comunión, te pedimos para que podamos trabajar juntos para mayor gloria tuya y difundir la buena noticia de la salvación para todos.

A ¡Llénanos de tu amor! Haznos uno en ti.

L Nuestros corazones están rotos debido a la confusión y división en nuestro mundo. Dios, nuestro sanador, nosotros que estamos dispersos como ovejas sin pastor, te pedimos que nos reúnas en un solo redil. Envíanos por tu Espíritu y envíanos de nuevo, de dos en dos, para ser la luz del mundo y la sal de la tierra.

A ¡Llénanos de tu amor! Haznos uno en ti.

L Nuestro mundo está marcado por el terror y la violencia. Millones   de personas se ven obligadas a abandonar sus hogares en busca de refugio y seguridad. Dios de acogida, concédenos la gracia de arriesgarnos a abrazar al extranjero, curar sus heridas y solidarizarnos con él. Fortalece nuestra determinación de ser amables y misericordiosos y de actuar hacia nuestras hermanas y hermanos en todo momento como tú lo haces con nosotros.

A ¡Llénanos de tu amor! Haznos uno en ti.

L En nuestra debilidad y miedo, a menudo pasamos de lado, alejándonos de aquellos que necesitan nuestra ayuda. Dios de poder, a pesar de nuestra falta de caridad, abre nuestros corazones para experimentar la amplitud, anchura, altura y profundidad de tu amor, para que podamos amarte más y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

A ¡Llénanos de tu amor! Haznos uno en ti.

El padrenuestro

P Como hijos del único Dios, oremos como Jesús nos enseñó:

A Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre,

venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad,

en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día.

Perdónanos nuestras ofensas

como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.

Porque tuyo es el reino,

el poder y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Himno Oración final

A Señor Jesús, que has orado para que todos sean uno, te rogamos por la unidad de los cristianos,

como tú la desees, por los medios que tú desees.

Que tu Espíritu nos conceda sentir el sufrimiento de la separación, ver nuestro pecado y esperar más allá de toda esperanza. Amén7.

Envío

La calabaza o recipiente de agua se presenta ente la asamblea, mientras el presi- dente dice:

P Reconfortados por el agua de la vida, salgamos a amar a Dios y a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, unidos en Cristo y animados por el Espíritu Santo.

L Todo lo que podemos hacer juntos ¡hagámoslo! ¡Amén!

Himno

REFLEXIONES BÍBLICAS Y

ORACIONES PARA EL OCTAVARIO

Día 1: Jueves, 18 de enero

Maestro, ¿qué he de hacer para alcanzar la vida eterna? (Lc 10,25)

Ayúdanos, Señor, a orientar nuestra vida hacia ti

Pasajes adicionales de las Escrituras

Romanos 14,8-9

Salmo 103,13-18

Reflexión

«¿Qué he de hacer para heredar la vida eterna?». Esta pregunta crucial formulada por un maestro de la ley a Jesús sigue interpelando a todo creyente en Dios. Afecta el significado de nuestra vida en la tierra y en la eternidad. En otra parte de la Biblia, Jesús ofrece la definición definitiva de la vida eterna: «… que te reconozcan a ti, como único Dios verdadero y a Jesucristo como a tu enviado» (Jn 17,3). Conocer a Dios significa descubrir y hacer su voluntad en nuestras vidas. Toda persona quiere una vida de plenitud y verdad, y Dios lo desea también para nosotros (cf. Jn 10,10). San Ireneo dijo: «La gloria de Dios es que el hombre viva».

Las realidades existenciales de la vida, con divisiones, egoísmos y sufrimientos, a menudo nos alejan de la búsqueda de Dios. Jesús vivió el misterio de la comunión íntima con el Padre, que desea llenar a todos sus hijos de la plenitud de la vida eterna. Jesús es «el camino» que nos lleva al Padre, nuestro destino final.

Así, nuestra búsqueda de la vida eterna nos acerca a Jesús, y al hacerlo nos acerca unos a otros, fortaleciendo nuestra cercanía en el camino hacia la unidad de los cristianos. Estemos abiertos a la amistad y a la colabo- ración con los cristianos de todas las Iglesias, orando por el día en que todos podamos estar juntos en la mesa del Señor.

Oración

Dios de vida,

tú nos has creado para tener vida, y vida en toda su plenitud.

Que reconozcamos en nuestros hermanos y hermanas su deseo de vida eterna.

Que podamos guiar a otros a ti a medida que seguimos el camino de Jesús con determinación.

Oramos en su nombre. Amén.

Día 2: Viernes, 19 de enero

Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con todas tus fuerzas y con toda tu inteligencia: y a tu prójimo como a ti mismo (cf. Lc 10,27)

Ayúdame, Señor, a amarte a ti y al prójimo como a mí mismo

Pasajes adicionales de las Escrituras

Deuteronomio 10,12-13

Salmo 133

Reflexión

La respuesta que el maestro de la ley da a Jesús puede parecer simple, ex- traída de los mandamientos bien conocidos de Dios. Sin embargo, amar a Dios de esta manera y a nuestro prójimo como a nosotros mismos a menudo puede ser difícil.

El mandamiento de amar a Dios requiere un compromiso profundo  y significa abandonarnos por completo, ofreciendo nuestros corazones y mentes para servir a la voluntad de Dios. Podemos pedir la gracia de seguir el ejemplo de Cristo, el que se ofreció completamente y dijo: «No se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lc 22,42). También manifestó su gran amor a todos, incluidos sus enemigos. No podemos elegir a nuestros prójimos. Amarlos significa estar atentos a sus necesidades, aceptar sus im- perfecciones y alentar sus esperanzas y aspiraciones. La misma actitud es necesaria en el camino de la unidad de los cristianos en relación con las diferentes tradiciones cristianas.

La llamada a amar al prójimo «como a ti mismo» nos recuerda la necesidad de aceptarnos tal como somos, conscientes de la mirada compasiva de Dios sobre nosotros, siempre dispuestos a perdonar. Considera que somos la creación amada de Dios. Respétate a ti mismo. Busca la paz contigo mismo. Del mismo modo, cada uno de nosotros puede pedir la gracia de amar y aceptar a su propia Iglesia o comunidad, con sus defectos, confiando todas las cosas al Padre, que nos renueva a través del Espíritu Santo.

Oración

Señor, danos la gracia de conocerte más profundamente, para amarte con todo nuestro ser.

Concédenos un corazón puro, para amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

Que el don de tu Espíritu Santo

nos permita ver tu presencia en nuestras hermanas y hermanos,

para que podamos amarnos unos a otros con el mismo amor incondicional con el que tú nos amas.

Por Cristo nuestro Señor. Amén.

Día 3: Sábado, 20 de enero

¿Quién es mi prójimo? (Lc 10,29)

Señor, abre nuestros corazones a quienes no somos capaces de ver

Pasajes adicionales de las Escrituras

Romanos 13,8-10

Salmo 119,57-63

Reflexión

El maestro de la ley quería auto justificarse con la esperanza de que el prójimo al que debía amar fuese alguien de su propio pueblo y de su misma fe. Este es un instinto humano natural. Cuando invitamos a las personas a nuestros hogares, a menudo son personas que comparten nuestro estatus social, nuestra visión de la vida y nuestros valores.

Hay un instinto humano de preferir lugares familiares. Lo mismo puede decirse de nuestras comunidades eclesiales. Pero Jesús lleva al maestro de la ley, y a aquellos que lo oían, a profundizar en su propia tradición al recordarles la obligación de acoger y amar a todos, independientemente de su religión, cultura o condición social.

El evangelio enseña que amar a los que son como nosotros no es extraordinario. Jesús nos conduce hacia una visión radical de lo que significa ser humano. La parábola ilustra de una manera muy visible lo que Cristo espera de nosotros: abrir nuestros corazones y caminar en su ca- mino, amando a los demás como él nos ama. De hecho, Jesús responde al maestro de la ley con otra pregunta: no es «¿quién es mi prójimo?», sino,

«¿quién demostró ser prójimo del hombre necesitado?».

Nuestros tiempos de inseguridad y miedo nos confrontan con una realidad donde la desconfianza y la incertidumbre pasan a primer plano en las relaciones. Este es el desafío de la parábola de hoy: ¿para quién soy prójimo?

Oración

Dios de amor,

que inscribes el amor en nuestros corazones,

infunde en nosotros el valor de mirar más allá de nosotros mismos y ver al prójimo en los que son diferentes a nosotros,

para que podamos seguir verdaderamente a Jesucristo, nuestro hermano y nuestro amigo,

que es Señor, por los siglos de los siglos. Amén.

Día 4: Domingo, 21 de enero

Vio al herido, pero pasó de largo. (Lc 10,31)

Que nunca pasemos de largo de los necesitados

Pasajes adicionales de las Escrituras

Isaías 58,6-9a Salmo 34,15-22

Reflexión

El sacerdote y el levita que pasan de largo pueden haber tenido buenas razones religiosas para no ayudar: necesitaban estar preparados para realizar ciertos rituales religiosos y podrían haberse arriesgado a la contaminación ritual si el hombre hubiera estado muerto. Sin embargo, en muchas ocasiones, Jesús critica el liderazgo religioso por poner las reglas de la religión por delante de la obligación de hacer siempre el bien.

El comienzo del texto de la Semana de Oración nos dice cómo el maestro de la ley quiso justificarse. El sacerdote y el levita en la parábola se habrían sentido justificados en lo que habían hecho. Como cristianos,

¿estamos dispuestos a ir más allá de lo convencional? A veces, nuestra miopía eclesial, culturalmente condicionada, puede impedirnos ver lo que se nos revela en la vida y en el testimonio de tantas hermanas y hermanos de otras tradiciones. Cuando abrimos nuestros ojos para re- conocer el amor de Dios revelado en nuestros hermanos cristianos, nos acercamos más a ellos y nos sentimos atraídos a una unión más profunda con ellos.

Esta parábola de Jesús no solo nos desafía a hacer el bien, sino también a ampliar nuestra visión. No solo aprendemos lo bueno y santo de aquellos que comparten nuestra cosmovisión confesional o religiosa, sino también de aquellos que son diferentes a nosotros. El buen samaritano es muchas veces quien menos esperamos.

Oración

Señor Jesucristo,

mientras caminamos contigo hacia la unidad, que nuestros ojos no miren hacia otro lado, sino que estén bien abiertos al mundo.

En nuestra peregrinación por esta vida,

que nos detengamos, tendamos la mano y curemos a los heridos, para que experimentos en ellos tu presencia.

Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Día 5: Lunes, 22 de enero

Se acercó a él, le vendó las heridas poniendo aceite y vino sobre ellas. (Lc 10,34)

Señor, ayúdanos a mirar las heridas y encontrar esperanza

Pasajes adicionales de las Escrituras

Joel 2,23-27

Salmo 104,14-15

Reflexión

El buen samaritano hizo lo que pudo según sus posibilidades: vertió vino y aceite y vendó las heridas del hombre y lo puso sobre su propio animal. Incluso fue más allá prometiendo hacerse cargo de sus cuidados. Cuando vemos el mundo a través de los ojos del samaritano, cada situación pue- de ser una oportunidad para ayudar a los necesitados. Aquí es donde se manifiesta el amor. El ejemplo del buen samaritano nos lleva a preguntar- nos cómo responder al prójimo. Dio vino y aceite, restaurando al hombre y dándole esperanza. ¿Qué estamos dispuestos a dar para contribuir al proyecto de Dios de sanar este mundo roto?

Los signos de este mundo quebrantado son la inseguridad, el miedo, la desconfianza y la división. Avergonzados, reconocemos que estas di- visiones también existen entre los cristianos. Aunque celebramos sacramentos u otros rituales de sanación, reconciliación y consuelo, a menudo usando aceite y vino, persistimos en divisiones que hieren el cuerpo de Cristo. La sanación de nuestras divisiones cristianas promueve la sanación de las naciones.

Oración

Dios misericordioso,

tú que eres la fuente de todo amor y bondad, permítenos ver las necesidades de nuestro prójimo.

Muéstranos lo que podemos hacer para alcanzar la sanación.

Cámbianos, para que podamos amar a todos nuestros hermanos y hermanas.

Ayúdanos a superar los obstáculos de la división,

para que podamos construir un mundo de paz para el bien común.

Gracias por renovar tu creación

y conducirnos a un futuro lleno de esperanza.

Tú que eres Señor de todo, ayer, hoy y siempre. Amén.

Día 6: Martes, 23 de enero

Lo montó en su propia cabalgadura, lo condujo a una posada próxima y cuidó de él. (Lc 10,34)

Señor, convierte nuestras Iglesias en «posadas» para acoger a los necesitados

Pasajes adicionales de las Escrituras

Génesis 18,4-5

Salmo 5,11-12

Reflexión

Un samaritano se hizo cargo del hombre que había caído en manos de los ladrones. El samaritano superó sus prejuicios y partidismos. Vio a alguien necesitado y lo llevó a una posada. «Al día siguiente dio dos denarios al posadero y le dijo: “Cuida bien a este hombre. Si gastas más, te lo pagaré a mi vuelta”» (Lc 10,35).

En cualquier sociedad humana, la hospitalidad y la solidaridad son esenciales. Requieren la acogida forasteros, extranjeros, migrantes y personas sin hogar. Sin embargo, cuando nos enfrentamos a la inseguridad, la sospecha y la violencia, tendemos a desconfiar de nuestros prójimos. La hospitalidad es un testimonio importante del evangelio, particular- mente en contextos de pluralismo religioso y cultural. Acoger al «otro», y ser acogido a su vez, está en el centro del diálogo ecuménico. Los cristianos tienen el desafío de convertir sus Iglesias en posadas donde sus prójimos puedan encontrar a Cristo. Tal hospitalidad es un signo del amor que nuestras Iglesias tienen entre sí y por todos.

Cuando nosotros, como seguidores de Cristo, vamos más allá de nuestras tradiciones confesionales y elegimos practicar la hospitalidad ecuménica, pasamos de ser extranjeros a ser prójimos.

Oración

Padre de amor,

en Jesús nos mostraste el significado de la hospitalidad, cuidando de nuestra frágil humanidad.

Ayúdanos a convertirnos en una comunidad

cercana a aquellos que se sienten abandonados y perdidos, construyendo una casa donde todos se sientan acogidos.

Que nos acerquemos unos a otros mientras ofrecemos al mundo tu amor incondicional.

Te lo pedimos en la unidad del Espíritu Santo. Amén.

Día 7: Miércoles, 24 de enero

¿Cuál de estos tres hombres te parece que fue el prójimo? (Lc 10,36)

Señor, enséñanos a socorrer al prójimo

Pasajes adicionales de las Escrituras

Filipenses 2,1-5

Salmo 10,17-18

Reflexión

Al final de la parábola, Jesús le preguntó al maestro de la ley: ¿quién se comportó como prójimo del hombre herido? El maestro de la ley respondió «el que tuvo compasión de él». No dijo «el samaritano», y se entiende, pues la hostilidad entre samaritanos y judíos hacía difícil admitir esta respuesta. A menudo descubrimos prójimos en las personas más inesperadas, incluso aquellas cuyo nombre u orígenes nos resultan difíciles de pronunciar. En el mundo de hoy, donde la política polarizada enfrenta con frecuencia a personas de diferentes identidades religiosas, Jesús nos desafía a través de esta parábola a ver la importancia de nuestra vocación de transgredir fronteras y muros de separación.

Al igual que el maestro de la ley, tenemos el desafío de reflexionar sobre cómo vivimos nuestras vidas, no solo en términos de si hacemos el bien o no, sino si, como el sacerdote y el levita, estamos descuidando actuar con misericordia.

Oración

Dios santo,

tu Hijo Jesucristo habitó entre nosotros

para mostrarnos el camino de la compasión. Ayúdanos, con tu Espíritu, a seguir su ejemplo, a servir a las necesidades de todos tus hijos,

y así dar juntos testimonio cristiano

de tus caminos de amor y misericordia.

Te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.

Día 8: Jueves, 25 de enero

Vete y haz tú lo mismo. (Lc 10,37)

Señor, que nuestra comunión sea signo de tu reino

Pasajes adicionales de las Escrituras

Romanos 12,9-13

Salmo 41,1-2

Reflexión

Con estas palabras —«Vete y haz tú lo mismo»— Jesús nos envía a cada uno de nosotros, y a cada una de nuestras Iglesias, a vivir el manda- miento del amor. Inspirados por el Espíritu Santo, somos enviados a ser

«otros Cristos», acercándonos a la humanidad sufriente con compasión y misericordia. Al igual que hizo el buen samaritano con el hombre herido, nosotros podemos elegir no rechazar a los que son diferentes, sino cultivar una cultura de la proximidad y la bondad.

¿Cómo interpela mi vida la invitación de Jesús: «Vete y haz tú lo mismo»?

¿Qué consecuencias tiene esta llamada de Cristo para mis relacionescon

los miembros de otras Iglesias? ¿Cómo podemos dar juntos testimonio del amor de Dios en la caridad? Como embajadores de Cristo (cf. 2 Cor 5,20), estamos llamados a reconciliarnos con Dios y entre nosotros, para que la comunión eche raíces y crezca en nuestras Iglesias y en las zonas afectadas por conflictos intercomunales, como el de la región de Sahel.

A medida que aumente la confianza mutua, estaremos más dispuestos a mostrar nuestras heridas, incluidas las heridas eclesiales, para que el amor de Cristo pueda visitarnos y sanarnos a través del amor y el cuidado de los demás. Luchar juntos por la unidad de los cristianos ayuda a reconstruir las relaciones, para que la violencia pueda dar paso a la solidaridad y la paz.

Oración

Padre celestial,

te damos gracias por el don del Espíritu Santo, el dador de vida,

que nos hace estar más abiertos los unos a los otros, resuelve conflictos y fortalece nuestros lazos de comunión.

Que crezcamos en el afecto mutuo

y en el deseo de anunciar más fielmente el mensaje del evangelio, para que el mundo crezca en unidad y acoja al Príncipe de la Paz. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

GUION PARA LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA

El guion consta de una monición de entrada y peticiones para la oración de los fieles. En lo que se refiere a otras oraciones y prefacios, aconsejamos cuando sea posible —siguiendo la normativa litúrgica— que se usen las de las misas y oraciones por diversas circunstancias, en concreto los tres modelos de la misa por la unidad de los cristianos, que se encuentran en las páginas 1024-1028 del Misal Romano.

Día 1: Jueves, 18 de enero

Maestro, ¿qué he de hacer para alcanzar la vida eterna? (Lc 10,25)

Ayúdanos, Señor, a orientar nuestra vida hacia ti

Monición de entrada

Del 18 al 25 de enero los cristianos del hemisferio norte celebramos la Se- mana de Oración por la Unidad de los Cristianos, en la que pedimos unánimes al Señor que conceda el don de la unidad a su Iglesia.

El lema escogido por el equipo ecuménico de Burkina Faso, que ha preparado los materiales para este año, es «Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo», tomado del capítulo 10 del evangelio de Lucas, en el que se recoge la parábola del buen samaritano. En esta pará- bola, Jesús une la enseñanza judía tradicional recogida en el Deuteronomio: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, y con todas tus fuerzas»; con la del Levítico: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo», reafirmando que el amor es el ADN de la fe cristiana. Un amor que se extiende mucho más allá de nuestras limitaciones y traspasa las fronteras haciéndose universal.

A lo largo de este Octavario por la Unidad pediremos en la celebración de la eucaristía que el Señor venga en nuestra ayuda, para curar nuestras heridas y así poder avanzar en nuestra peregrinación ecuménica con con- fianza y esperanza. Os invitamos a que cada uno en su oración personal diaria se una a esta petición por la unidad de los cristianos.

Oración de los fieles

Elevemos, hermanos, nuestra oración a Dios Padre, por la mediación de su Hijo, en la unidad del Espíritu Santo.

  • Para que el Señor escuche nuestra oración y conceda a nuestros pastores guiarnos con humildad y mansedumbre para reconocer a Cristo en cualquier hermano. Roguemos al Señor.
  • Para que en esta Semana de Oración por la Unidad de los Cristia- nos que hoy comenzamos busquemos sobre todo descubrir y hacer la voluntad de Dios para nuestra vida y para su Iglesia. Roguemos al Señor.
  • Para que el Señor despierte en nosotros el amor a los más necesita- dos y el deseo de ser en todo momento buenos samaritanos. Roguemos al Señor.
  • Para que el Señor nos conceda descubrir en los demás su rostro sufriente. Roguemos al Señor.
  • Para que los que estamos celebrando esta eucaristía crezcamos en nuestra unión con Cristo dejándonos tocar el corazón y de esa forma sigamos avanzando en la superación de los prejuicios que nos alejan a unos de otros. Roguemos al Señor.

Escucha, Padre, lo que tus hijos te piden con fe a la espera de la uni- dad de todos ellos como hermanos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Día 2: Viernes, 19 de enero

Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con todas tus fuerzas y con toda tu inteligencia: y a tu prójimo como a ti mismo (cf. Lc 10,27)

Ayúdame, Señor, a amarte a ti y al prójimo como a mí mismo

Monición de entrada

Ayer comenzamos el Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos, en este segundo día nos unimos en la celebración de esta eucaristía a los cristianos de otras confesiones para suplicar con humildad al Señor que encontremos formas de vivir el mandamiento del amor tal como Jesucristo nos enseñó.

Amar a Dios significa un compromiso profundo y requiere abandonarnos por completo a él. Amar al prójimo implica estar atentos a sus necesidades, aceptar sus imperfecciones y alentar sus esperanzas y aspiraciones. Y la llamada a amar al prójimo como a uno mismo nos recuerda la necesidad de aceptarnos tal como somos, conscientes de la mirada compasiva de Dios, siempre dispuesto a perdonar.

Pidamos en esta eucaristía que el Señor nos conceda sabiduría para reconocer a Cristo en cualquier hermano y nos impregne de la gracia de amar, confiando todas las cosas al Padre, que nos renueva a través del Espíritu Santo.

Oración de los fieles

Oremos a Dios Padre, en el nombre de Jesús, de quien procede toda reconciliación.

  • Para que los pastores y representantes de las distintas Iglesias y comunidades eclesiales nos guíen por el camino del diálogo y la comprensión mutua, potenciando los lazos de unidad que el Espíritu ha hecho crecer entre nosotros. Roguemos al Señor.
  • Para que, en este Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos que estamos celebrando, el Señor nos ayude a valorar la necesidad irrenunciable de la comunión entre las Iglesias. Roguemos al Señor.
  • Para que los cristianos demos testimonio concorde de caridad hacia los pobres, los marginados y los más necesitados. Roguemos al Señor.
  • Para que, uniéndonos al deseo del papa Francisco, pidamos por los frutos del Sínodo y que la oración que «purifica», la caridad que «une» y el diálogo que «acerca» contribuyan a hacer crecer el movimiento ecuménico. Roguemos al Señor.
  • Para que, en los encuentros de oración promovidos durante es- tos días, descubramos lo que el Señor quiere que hagamos con nuestro prójimo y así se fortalezcan los vínculos de fraternidad entre todos los bautizados. Roguemos al Señor.

Escúchanos, Dios y Padre de misericordia, y concédenos vivir siempre reconciliados y en paz contigo, con nosotros mismos y con nuestros hermanos. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor.

Día 3: Sábado, 20 de enero

¿Quién es mi prójimo? (Lc 10,29)

Señor, abre nuestros corazones a quienes no somos capaces de ver

Monición de entrada

Estamos en el tercer día de esta Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Seguimos avanzando tras el mandamiento del amor a Dios y preguntándonos: ¿quién es mi prójimo?

Cristo nos recuerda que el prójimo no es alguien a quien nosotros escogemos, y nos indica la obligación de acoger y amar a todos, inde- pendientemente de su religión, cultura o condición social. Él espera que nosotros abramos nuestro corazón y recorramos su camino, amando a los demás como él nos ama.

Pidamos al Señor en la eucaristía que todas las confesiones cristianas renovemos nuestro compromiso de vivir cercanas a los demás, sobre todo a los más desprotegidos y así demos testimonio de la misericordia y de la esperanza que Cristo trajo al mundo.

Oración de los fieles

Elevemos nuestra oración a Dios, nuestro Padre, fuente de toda gracia.

  • Para que todos y cada uno de los miembros de la Iglesia estemos abiertos a la Palabra de Dios y nos dejemos guiar por ella en nuestras relaciones y diálogos en el camino de la unidad. Roguemos al Señor.
  • Para que, desde el convencimiento de que la Iglesia es una, todas las comunidades cristianas se impliquen con ahínco y sinceridad en la vocación ecuménica y la necesidad de descubrir la riqueza de las otras Iglesias para avanzar juntos hacia la unidad. Roguemos al Señor.
  • Para que en el mundo crezca la paz, la libertad y la solidaridad, que solo Cristo puede dar. Roguemos al Señor.
  • Para que los cristianos aprendamos a acogernos unos a otros en Cristo en nuestras diferencias, y así podamos trabajar por una diversidad reconciliada entre nuestras Iglesias y comunidades eclesiales. Roguemos al Señor.
  • Para que los que celebramos esta eucaristía nos esforcemos cada vez más por proteger y cuidar a los miembros más débiles del cuerpo de Cristo, especialmente a los niños, jóvenes, ancianos, enfermos, margina- dos, inmigrantes y pobres. Roguemos al Señor.

Dios, Padre misericordioso: tu Hijo oró por su Iglesia en la última cena para que fuésemos uno como vosotros sois uno; concédenos el don de la unidad para que el mundo crea. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Día 4: Domingo, 21 de enero

Vio al herido, pero pasó de largo. (Lc 10,31)

Que nunca pasemos de largo de los necesitados

Monición de entrada

En este domingo, enmarcado por el Octavario de Oración por la Uni- dad de los Cristianos, que comenzaba el pasado 18 de enero y se ex- tiende hasta el día 25, nos unimos a las distintas confesiones cristianas que hoy también se reúnen para celebrar al único Señor. En estos días, somos invitados a reconocer el amor de Dios revelado en cada persona y de forma especial en nuestros hermanos cristianos ortodoxos y pro- testantes.

Reconocer el amor de Dios en nuestros prójimos es un gran reto al que el Señor nos lanza. Exige que nuestros ojos no miren hacia otro lado y que estén bien abiertos al mundo y a las necesidades de nuestros her- manos, para detenernos y sanar sus heridas.

Coincide la Semana de Oración por la Unidad con el Domingo de la Palabra, que invita a todas las confesiones cristianas a poner en el centro la Sagrada Escritura, fundamento de la unidad auténtica.

Abramos nuestro corazón a la Palabra de Dios, viva y eficaz, transfor- madora, portadora de esperanza y de vida.

Oración de los fieles

Oremos con confianza al Señor, nuestro Dios, Padre de la gran familia humana.

  • Para que el papa Francisco, nuestros obispos y los responsables de las otras Iglesias y comunidades eclesiales cristianas guíen nuestros pasos a la luz de la Palabra de Dios. Roguemos al Señor.
  • Para que nuestros políticos sepan ejercer la autoridad como servicio, buscando el bien común de todos y cuidando especialmente de los pobres y necesitados. Roguemos al Señor.
  • Para que todos los que han sido llamados a desempeñar en la Iglesia el ministerio de la Palabra, antes de anunciarla, se dejen interpelar por ella en la oración y no solo la prediquen con su voz, sino con su propia vida. Roguemos al Señor.
  • Para que las Iglesias de Burkina Faso, que han preparado este año los materiales del Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos, sean confortadas por el amor de Dios y encuentren en él consuelo y esperanza. Roguemos al Señor.
  • Para que, en medio de un mundo que experimenta la indiferencia, la desconfianza y la falta de compromiso por los demás, la Iglesia sea siempre y en toda situación instrumento y lugar de acogida a todo hombre. Roguemos al Señor.
  • Para que los cristianos de las diversas confesiones descubramos siempre en la Palabra de Dios la fuerza transformadora y la fuente de la unidad que el Señor desea para su Iglesia. Roguemos al Señor.
  • Para que todos los que se dedican al estudio de la Sagrada Escritura, a través de sus investigaciones, ofrezcan a las Iglesias los fundamentos de la comunión entre ellas. Roguemos al Señor.
  • Para que todos los que experimentan en este mundo el sufrimiento y el dolor encuentren siempre en los cristianos el rostro de Cristo que alivia sus cansancios y cura sus heridas. Roguemos al Señor.

Padre nuestro, que nos amas como a una gran familia y sabes lo que necesitamos, escucha las peticiones que tus hijos te dirigen con fe y esperanza. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Día 5: Lunes, 22 de enero

Se acercó a él, le vendó las heridas poniendo aceite y vino sobre ellas. (Lc 10,34)

Señor, ayúdanos a mirar las heridas y encontrar esperanza

Monición de entrada

Cuando nos encontramos en el centro de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, somos invitados a elevar nuestro corazón en plegaria, pidiendo al Señor que nos ayude a superar las dificultades que encontramos para estar cerca de quien necesita nuestra atención, nuestro tiempo y nuestra entrega.

Unamos nuestra súplica en esta eucaristía para que la vida de todos y cada uno de los cristianos contribuya a construir un mundo de paz para el bien común y conducirnos a un futuro lleno de esperanza, acercándonos unos a otros y transmitiendo al mundo el amor incondicional de Dios por el ser humano.

Oración de los fieles

A Dios, nuestro Padre, que con amor rige los destinos de su Iglesia, presentemos confiadamente nuestra oración.

  • Pidamos al Señor para que quienes ejercen cualquier tipo de autoridad en la Iglesia lo hagan con humildad y auténtico espíritu de servicio. Roguemos al Señor.
  • Pidamos al Señor que quienes más sufren encuentren en los cristianos una mano tendida a su dolor y sientan cercana la presencia alentado- ra y llena de esperanza de Dios. Roguemos al Señor.
  • Pidamos al Señor por los frutos del Octavario de Oración que estamos celebrando, para que el Señor nos conceda el don de la unidad de los cristianos. Roguemos al Señor.
  • Pidamos al Señor que todas las confesiones cristianas renovemos nuestro compromiso de vivir cercanos unos de otros y así demos testimonio del evangelio y de la esperanza que Cristo trajo al mundo. Roguemos al Señor.

— Pidamos al Señor para que cada día los cristianos maduremos en nuestra unión con Cristo a través de la oración, y de esa forma construyamos el reino de Dios donde todos vivan con la dignidad de los hijos de Dios. Roguemos al Señor.

Padre bueno, escucha nuestras oraciones y concédenos perseverar unidos en la verdadera fe y en el bien obrar. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Día 6: Martes, 23 de enero

Lo montó en su propia cabalgadura, lo condujo a una posada próxima y cuidó de él (Lc 10,34)

Señor, convierte nuestras Iglesias en «posadas» para acoger a los necesitados

Monición de entrada

Estamos en el sexto día de esta Semana de Oración por la Unidad de   los Cristianos. El lema que nos está acompañando durante estos días es:

«Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo». Hoy se nos invita a reflexionar sobre dos actitudes esenciales: la hospitalidad y la solidaridad. La hospitalidad es un testimonio importante del evange- lio. Acoger al «otro», y ser acogido a su vez, está en el centro del diálogo ecuménico. Los cristianos tienen el desafío de convertir sus Iglesias en posadas donde sus prójimos puedan encontrar a Cristo. Tal hospitalidad se convierte en un signo de esperanza para el mundo.

Comencemos ahora nuestra celebración pidiendo con sencillez al Se- ñor que un día todos los cristianos podamos compartir la misma mesa de la eucaristía.

Oración de los fieles

Oremos a Dios Padre, que nos envió a su Hijo, buena noticia para el mundo.

  • Para que el Espíritu Santo conceda a todas las Iglesias cristianas fortalecer los vínculos de unión existentes y se dejen transformar en todo aquello que las separa. Roguemos al Señor.
  • Para que nuestros pastores, conscientes de que acoger a los demás es expresión de la caridad cristiana, guíen a nuestras Iglesias a ser cada vez más acogedoras donde nadie se sienta excluido. Roguemos al Señor.
  • Para que el Señor mantenga a los teólogos que se dedican al diálogo ecuménico constantes en su empeño de la búsqueda de la verdad que nos hace hermanos unos de otros. Roguemos al Señor.
  • Para que los cristianos de todas las confesiones, siendo fieles al evangelio, testimoniemos nuestra fe en el vivir de cada día y estemos siempre dispuestos a acoger a quien tenemos a nuestro lado. Roguemos al Señor.
  • Para que los que celebramos la eucaristía descubramos en la Palabra de Dios la fuente donde mana el verdadero amor y nuestra vida sea cauce que permita a ese amor llegar a todos los hombres. Roguemos al Señor.

Señor, Dios nuestro, lleguen a tu presencia los deseos de nuestro corazón y las súplicas de nuestros labios. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Día 7: Miércoles, 24 de enero

¿Cuál de estos tres hombres te parece que fue el prójimo? (Lc 10,36)

Señor, enséñanos a socorrer al prójimo

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Nos acercamos al final de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Unos días intensos en los que hemos tenido la oportunidad de unirnos en oración con cristianos de distintas confesiones y de darnos cuenta de la riqueza de la diversidad. Católicos, ortodoxos, luteranos, reformados, anglicanos, evangélicos… estamos reflexionando y orando para llevar el evangelio más allá de nuestras Iglesias, derribando los mu- ros y obstáculos que nos impiden vivir como verdaderos hijos de Dios.

Comencemos nuestra celebración pidiendo a Jesucristo, que habitó entre nosotros, que nos muestre el camino de la compasión y la cari- dad; y nos ayude con su Espíritu a seguir su ejemplo, atendiendo a      las necesidades de todo ser humano y dando testimonio de su amor y misericordia.

Oración de los fieles

Hermanos, elevemos unidos nuestras oraciones a Dios, nuestro Padre, por el bien de la Iglesia y de todos los hombres.

  • Para que los que están al frente de las Iglesias cristianas den frutos de entrega generosa y caridad sin límites hacia todos los hombres, de forma especial a los más necesitados de nuestra sociedad. Roguemos al Señor.
  • Para que, en cualquier rincón del mundo, las Iglesias sean espacios de acogida y respeto, dando frutos de entrega y misericordia. Roguemos al Señor.
  • Para que quienes compartimos el pan de la Palabra, un día podamos superar las diferencias que aún nos mantienen distanciados de la misma mesa de la eucaristía. Roguemos al Señor.
  • Para que cada día vayamos superando entre los cristianos el lenguaje de la intolerancia, de los prejuicios y de la incomprensión y así mostremos que en Jesucristo todo hombre es nuestro prójimo. Roguemos al Señor.

—Para que quienes estamos celebrando esta eucaristía tomemos en serio las palabras de Cristo: «Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo». Roguemos al Señor.

Escucha benignamente las súplicas de tu Iglesia, Señor, para que se realice cuanto antes el deseo de Jesús: que haya un solo rebaño y un solo pastor. Por el mismo Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Día 8: Jueves, 25 de enero

Vete y haz tú lo mismo. (Lc 10,37)

Señor, que nuestra comunión sea signo de tu reino

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Con la fiesta de la Conversión del apóstol san Pablo, que hoy celebramos, culmina la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que comenzaba el pasado 18 de enero bajo el lema: «Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo».

A la luz de la parábola del buen samaritano hemos profundizado en el amor de Dios hacia nosotros y en la forma que nos pide que amemos y manifestemos su amor a cuantos viven entre nosotros. Jesús nos envía a vivir el mandamiento del amor allí donde nos encontremos. Inspirados por el Espíritu Santo, somos enviados a ser «otros Cristos», acercándonos a todos los que forman parte de la gran familia humana.

Pidamos en esta eucaristía que crezcamos en el afecto mutuo y en     el deseo de anunciar más fielmente el mensaje del evangelio, para que el mundo crezca en unidad y acoja al Príncipe de la Paz, dando gracias a Dios, que por el don del Espíritu Santo, el dador de vida, nos hace estar más atentos los unos con los otros, animándonos a vivir como ciudada- nos de un mundo donde nadie sea excluido.

Oración de los fieles

En esta festividad de san Pablo, convertido a Cristo y elegido apóstol suyo, oremos al Señor.

  • Para que el Señor conceda a su Iglesia el don del discernimiento para crecer en la verdadera unidad y así estrechemos los lazos de la comunión entre las comunidades cristianas. Roguemos al Señor.
  • Para que los pastores de las distintas confesiones cristianas no se cansen de animarnos, siempre y en todo lugar, a orar por la unidad, y  se vean fortalecidos en su misión de ser testigos de comunión en medio del mundo. Roguemos al Señor.
  • Para que, como san Pablo, los cristianos seamos testigos fieles de Jesucristo, y sepamos ser signos e instrumento entre nuestros hermanos. Roguemos al Señor.
  • Para que a todas las personas e instituciones que han preparado los materiales y celebraciones del Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos en tantos lugares del mundo el Señor les conceda disfrutar un día de los frutos de su trabajo. Roguemos al Señor.
  • Pidamos por los frutos de la Semana de Oración por la Unidad que hoy clausuramos, para que empeñados en la búsqueda de atender a nuestro prójimo, el Señor nos conceda el don de la unidad de su Iglesia. Roguemos al Señor.

— Para que los que celebramos la eucaristía nos sintamos agradeci- dos por la llamada de Jesucristo y enviados a anunciar su buena noticia junto con nuestros hermanos cristianos de otras confesiones. Roguemos al Señor.

Acoge, Padre bueno, las oraciones de tu pueblo, que celebra la con- versión del apóstol san Pablo; te pedimos que sus enseñanzas iluminen siempre a la Iglesia, y a nosotros nos ayuden a ser fieles a tu evangelio. Por Jesucristo, nuestro Señor.

VIGILIA DE ORACIÓN POR LA UNIDAD

(Allí donde se estime conveniente puede hacerse con exposición del Santísimo).

Monición introductoria

La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que se celebra cada año del 18 al 25 de enero, es una ocasión propicia para que cristianos de distintas confesiones (católicos, anglicanos, evangélicos, luteranos, ortodoxos…) eleven su oración al Señor con una misma intención: «Padre, que todos sean uno para que el mundo crea» (cf. Jn 17,20). Con esta Vigilia de Oración queremos elevar hoy también nuestra plegaria al Padre, continuando así su petición de unidad para la Iglesia.

El lema elegido por un grupo de cristianos de Burkina Faso, responsables de la preparación de los materiales de este año para la Semana de Oración, ha sido tomado del evangelio de Lucas, en concreto de la pará- bola del buen samaritano, y dice así: «Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo».

Reunidos hoy ante la presencia del Señor, cada uno de nosotros, en  lo más íntimo de nuestro ser, nos disponemos a escuchar a Jesucristo y a empaparnos del amor de Dios.

Lo hacemos con la disposición de despojarnos de todo lo que somos, para que él ocupe el centro de nuestra vida y el de nuestra Iglesia, reconociendo que todas las Iglesias y comunidades eclesiales cristianas forman parte del único cuerpo de Cristo.

(Canto mientras se realiza la exposición del Santísimo, allí donde se haga.

Donde no, puede colocarse la Biblia en un lugar destacado)

Nos vamos a adentrar en la parábola del buen samaritano a la luz del pensamiento de los santos Padres, cristianos que siguieron a Cristo en los primeros siglos, en muchos casos en medio de persecuciones. Ellos encontraron en esta parábola el proyecto de salvación de Dios para la humanidad entera.

Proclamación del santo evangelio según san Lucas (10,25-37)

Por entonces, un doctor de la ley, queriendo poner a prueba a Jesús, le hizo esta pregunta:

—Maestro, ¿qué he de hacer para alcanzar la vida eterna? Jesús le contestó:

—¿Qué está escrito en la ley de Moisés? ¿Qué lees allí? Él respondió:

—«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con todas tus fuerzas y con toda tu inteligencia: y a tu prójimo como a ti mismo».

Jesús le dijo:

—Has respondido correctamente. Haz eso y vivirás.

Pero el maestro de la ley, para justificar su pregunta, insistió:

—¿Y quién es mi prójimo? Jesús le dijo:

—Un hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó fue asaltado por unos la- drones, que le robaron cuanto llevaba, lo hirieron gravemente y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por aquel mismo camino un sacerdote que vio al herido, pero pasó de largo. Y del mismo modo, un levita, al llegar a aquel lugar, vio al herido, pero también pasó de largo. Finalmente, un samaritano que iba de camino llegó junto al herido y, al verlo, se sintió conmovido. Se acercó a él, le vendó las heridas poniendo aceite y vino sobre ellas, lo montó en su propia cabalgadura, lo condujo a una posada próxima y cuidó de él. Al día siguiente, antes de reanudar el viaje, el samaritano dio dos denarios al posadero y le dijo: «Cuida bien a este hombre. Si gastas más, te lo pagaré a mi vuelta». Pues bien, ¿cuál de estos tres hombres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de ladrones?

El maestro contestó:

—El que tuvo compasión de él. Y Jesús le replicó:

—Pues vete y haz tú lo mismo.

Palabra del Señor

Reflexión y meditación

Para los ojos de los Padres de la Iglesia, el hombre que bajaba de Jerusalén y fue asaltado era imagen de la humanidad entera. Y vieron en los bandidos una imagen de los poderes terrenales hostiles que asaltan al hombre. Como Adán expulsado del paraíso descendió a un mundo en peligro y vulnerable, alejado de la paz y armonía vivida hasta entonces, así el hombre de todos los tiempos y lugares vive en medio de dificulta- des, sombras e incertidumbre.

¿Me siento vulnerable, necesitado de curación? ¿Siento la necesidad de ser sanado o mi orgullo me lleva a pensar que no necesito nada ni a nadie?

Solo el que se siente amado por Dios, puede descubrirse como prójimo. ¿Me dejo sanar por Dios, o busco mi sanación en otros lugares o personas?

¿En quién y en qué pongo mi sanación?

(Dejamos un tiempo de silencio,

se puede poner música instrumental).

En esta parábola, siguiendo con la reflexión de los santos Padres, Cristo mismo es representado por aquel que, movido por la compasión, acudió en ayuda del hombre medio muerto y curó sus heridas.

¿En qué ocasiones he actuado y actúo como el buen samaritano, mostrando misericordia y compasión a los que están a mi lado? ¿A qué grupo de personas o a qué persona en concreto, me cuesta más mostrar el amor que Dios me da?

Quienes nos llamamos cristianos, creemos que Cristo es nuestro salvador. Pero a veces la relación entre nosotros se parece más a la de los judíos con los samaritanos, divididos cultural y teológicamente y en clima de enemistad y hostilidad, desfigurando el rostro de Cristo. ¿Con qué ojos miro a los cristianos de otras Iglesias y comunidades eclesiales cristianas?

¿Siento la necesidad de una conversión ecuménica para poder derramar el aceite del consuelo y el vino de la esperanza junto a otros cristianos sobre la humanidad caída? ¿Qué gestos de acercamiento a otros cristianos hago para intentar comprenderlos y compartir algo de lo que tenemos en común?

(Dejamos un tiempo de silencio,

se puede poner música instrumental).

Los Padres de la Iglesia, viendo el hecho de que el samaritano llevara al herido a una posada segura, identificaron la posada con la imagen de la Iglesia. Cristo dejó a la humanidad en buenas manos, en la Iglesia.

¿Cómo vivo mi pertenencia a la Iglesia? ¿Cómo un parásito, alguien que se deja curar sin más o como alguien que, necesitado de la curación de sus heridas, se ocupa también de ser instrumento de sanación para los demás? En mi vivir cotidiano, ¿cómo colaboro para que la Iglesia sea una posada de puertas abiertas, donde nadie se sienta excluido?

Así como el samaritano llevó al hombre herido a la posada, así Cristo confía a la Iglesia los heridos y necesitados del mundo, para cuidar sus heridas y ayudarlos a recuperar la salud. ¿En qué momentos la Iglesia se parece más al levita y al sacerdote? ¿En cuales la Iglesia muestra el verdadero rostro de Cristo, comportándose como el buen samaritano? ¿En qué medida, con mi vida, ayudo yo a mostrar esas imágenes de la Iglesia?

(Dejamos un tiempo de silencio,

se puede poner música instrumental).

Los santos Padres interpretaron la promesa del samaritano de regre- sar, como un presagio de la promesa de la futura venida del Señor.

Tras varios centenares de años transcurridos podemos ver en la pro- mesa hecha por el samaritano la promesa de la plenitud de la vida eterna.

¿Vivo así, convencido de que seguir a Jesucristo conduce a vivir en plenitud y para siempre?¿Me creo de verdad que el amor de Dios vencerá sobre todo mal y sobre la muerte?

(Dejamos un tiempo de silencio,

se puede poner música instrumental).

Gesto

La parábola ilustra de una manera muy visible lo que Cristo espera de nosotros. Amar a Dios y al prójimo como a uno mismo. Un amor que se extiende mucho más allá de los límites esperados. Jesús no responde a la pregunta hecha por el maestro de la ley de «¿quién es mi prójimo?», ni la parábola que cuenta sirve para responder a esa pregunta. Jesucristo, a partir de la parábola, nos hace ver qué es lo verdaderamente importante, dónde tenemos que poner nuestras intenciones y nuestra acción. El prójimo somos cada uno de nosotros en la medida en que estamos dispuestos a acercarnos a quien sufre. Hoy el Señor nos vuelve a preguntar: «¿Quién demostró ser prójimo del hombre necesitado?». Y, tú, ¿quieres ser prójimo?

Como signo de nuestro compromiso por trabajar por la unidad de los cristianos, verteremos aceite y vino sobre estos cuencos colocados a los pies del altar. Queremos poner consuelo y esperanza en las heridas sangrantes de nuestro mundo.

(Varias personas que previamente han sido avisadas se acercarán y verterán un poco de aceite y vino en un recipiente preparado en un lugar visible.

Mientras puede entonarse un canto apropiado).

Tras haber realizado este gesto rezamos juntos a dos coros: A: Puedo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles

B: pero si me falta el amor, soy simplemente un metal que resuena, un

platillo ruidoso.

A: Puedo tener el don de profecía, la comprensión plena de la ciencia, conocer todos los secretos,

B:    pero si fallo en el amor, de nada vale.

A: Puedo tener la fe más plena, tanta hasta llegar a mover montañas, B: pero si me falta el amor, no soy nada.

A: Puedo desprenderme de todos mis bienes y distribuirlos a los necesitados, incluso puedo entregar mi cuerpo a las llamas,

B: pero si me falta amor, de nada me sirve.

A: El amor de Dios exige paciencia, es benigno; el amor es servicial, no tiene envidia, no presume ni es celoso,

B: sino que encuentra su alegría en la verdad. Lo excusa todo. Lo cree todo. Lo espera todo. Lo soporta todo.

A: El amor de Dios no se jacta. No busca su propio interés. No es irri- table ni guarda rencor. El amor no lleva cuenta del mal, ni celebra el error ajeno.

B: El amor lo cree todo. Lo espera todo. Lo soporta todo.

TODOS: El amor de Dios siempre permanecerá en el hombre. (Puede introducirse un canto oportuno).

Bendición (y reserva del Santísimo donde se haga).

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