Algunos riesgos del noviazgo a edades tempranas
En el teléfono se escucha una voz estudiadamente formal de un chico que pregunta:
– ¿Está Rocío?
– ¿De parte de quién?
Un corto silencio, un leve carraspeo, y la respuesta:
– De un amigo.
– Oye, pero los amigos tienen nombre.
– pues… soy Roberto.
– Vaya… Roberto, el chico del colegio al que Rocío ayuda en matemáticas.
Últimamente Rocío de doce años entrados a trece, se arregla con esmero, pasa largas horas hablando por teléfono con alguien, se pone histérica y colorada y hasta llega a llorar cuando se le amenaza con quitarle su celular, pues la han sorprendido hablando a altas horas de la noche.
Ya no sale con sus amigos, ha rechazado las excursiones que tanto le gustaban, dejó de interesarle las clases especiales de canto y de piano, su conversación es cortante, precipitada…
Recientemente, después de una discusión al teléfono, se encierra mucho en su cuarto, ha adelgazado, algo le pasa, no es la misma.
El noviazgo a tempranas edades, hasta antes de los once años aproximadamente, realmente no es noviazgo, es la relación de un niño(a) con alguien muy especial de quien realmente no se está enamorado, sino que se idealiza, es un juego combinado con la fantasía propia de la edad; su nivel de pensamiento se limita a lo que viven, por lo que no tienen participación otros sentidos que den una connotación sexual, como sucede en edades posteriores.
Ya en la pubertad, como en el caso de Rocío, existen riesgos, por los que es importante llegar antes.
En casa, el noviazgo debe de ser un tema tratado con la naturalidad con que se habla sobre temas como el matrimonio, el embarazo, nacimiento y demás acontecimientos en torno al ciclo vital y que tienen que ver con las relaciones entre personas; en cuanto a las relaciones de noviazgo se debe hablar de su significado real, enmarcándolo en los principios morales que lo rigen; no se debe de tomar a broma este tema, ya que forma parte de la perspectiva de los jóvenes para vivirlo o para añorarlo.
Es importante considerar que a partir de la pubertad, se va despertando tanto a la atracción física como a los vínculos afectivos. Esto sucede cuando en el jovencito aún no se dan las capacidades para dirigir sus sentimientos por la razón, por lo que es muy susceptible a la frustración a veces muy desproporcionada con la realidad, por lo que en esta etapa el noviazgo implica un riesgo más que una positiva experiencia. La frustración de una ruptura no la sabe ni la pueden manejar, a veces con consecuencias imprevisibles.
En lo que coincidimos casi todos los especialistas, es que en los noviazgos prematuros, lo que los jovencitos buscan es lo que consideran que no tienen en su casa, en su muy subjetiva apreciación no se sienten aceptados tal y como son, en las características propias de su edad con todas sus complejidades y vulnerabilidad. Siendo así, fácilmente responden a cualquier estímulo, una mirada, una sonrisa, a un abrazo, un reconocimiento de admiración o complacencia.
Cuando un(a) adolescente se enfrasca en un noviazgo, por ser precoz tendrá un distractor muy fuerte en sus actividades esenciales: su educación académica, deportiva y social tendrán un sesgo a la baja. Se nublaran bellas características de esta edad como los grandes ideales; el definir proyectos de vida en servicio a los demás; de apertura a la relación amistosa con ambos sexos.
En el noviazgo se lo pierden porque se aíslan… con su chico(a).
Ampliando más los inconvenientes sobre las características positivas y propias de la edad, podemos señalar que los adolescentes son de sentimientos intensos, llevan las emociones y sentimientos a flor de piel; si expresan que están tristes, es que de veras están muy tristes; cuando expresan que están contentos, es que están muy contentos. Es la edad de las grandes amistades para toda la vida, son amigos de verdad, confidentes, leales, ya que lo entregan todo y esto forma parte de su crecimiento, de su camino a la madurez.
El noviazgo prematuro corta, obstruye este necesario proceso con el grave inconveniente de que al entregarse completamente en lo emocional, tienen mucho que perder, ya que estas relaciones conllevan rupturas por la que uno de los dos, o los dos, terminaran sufriendo y sintiendo que lo han perdido todo.
Los más riesgosos, son los noviazgos largos en la adolescencia, ya que uno de los dos termina devastado, sintiendo que ha perdido una parte de su identidad, y no sabe cómo recuperarla. Esto debido a que todos los momentos que debieron ser distintos y valiosos en esa etapa ha sido con él o con ella.
Se deprimen de tal forma que pueden llegar a sentir un grave y peligroso vacío en sus vidas, y cuando llega la edad del verdadero noviazgo, ellos tienen temor, miedo a comprometerse, a decir esta relación es mía. Quedan afectados por lo que se hizo en la adolescencia, y los fantasmas del pasado los alcanzan, se le complica tomar una decisión de compromiso.
Los padres debemos de preguntarnos qué tanto satisfacemos las necesidades psico-afectivas de nuestro hijo(a) adolescente, de apapacho, sinceridad, confianza; reafirmando la identidad del hijo especialmente la madre, y el padre la de la hija.
¿Qué podemos hacer los padres si nuestro hijo(a) adolescente tiene una relación con un amigo(a) especial, es decir con una connotación de vínculo afectivo propia de un noviazgo formal?
- Que las conversaciones con él o ella, enfaticen que es una relación especial, que deberá de desarrollarse en un marco de respeto, que nada asegura que los noviazgos en general culminan en matrimonio.
- Que las niñas tengan conocimiento de los riesgos de andar a solas con él, sobre todo en sus días fértiles en el que el autocontrol es nulo, y que sepan que ellos son una bomba hormonal a punto de explotar. Hablar sobre las consecuencias…
- Provocar que los encuentros de las parejas adolescentes sean en actividades en grupo, en iniciativas sociales, en las reuniones familiares, para que nunca se aíslen.
- Que ese amigo(a) especial, sea de su edad o no más de año y medio de diferencia, que compartan los mismos principios y creencias personales y familiares.
- Que satisfagan la necesidades propias de la edad de experiencias intensas, en grupo y haciendo lo correcto, observando las reglas de urbanidad.
- Estar pendientes de que cuiden de sus compromisos, cuanto mejor si en casa se lucha por vivir de cara a Dios, porque cuando es así, los adolescentes también se sienten comprometidos con Dios, y es más probable que cuiden su comportamiento.
- Prohibir no es lo conducente, porque puede ser que mientan, que se escondan. La actitud de los padres es determinante para que los hijos tengan confianza y poder instituir las normas con las que se viven las relaciones sociales en la familia.
Los padres de familia debemos lograr que nuestros hijos vivan con intensidad lo propio de la edad juvenil, es decir, que cada etapa se cubra en extensión e intensidad con las experiencias necesarias para madurar sin el obstáculo que representa una relación afectiva prematura.
Orfa Astorga
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