ABUSADILLO DESDE CHIQUILLO

Armando Archundia dirigió con toda autoridad el trascendental encuentro entre Brasil y Argentina y de paso, implantó un nuevo record en el arbitraje mexicano: Dirigir siete partidos de Copa del Mundo.

El colegiado azteca está en una etapa de espléndida madurez y fruto de ella entendió desde temprano el partido que le tocó en suerte. Uno podría pensar que al estar ambos rivales calificados, saldrían como en el boxeo a “dar bola”, pero que va, se trenzaron en una lucha sorda donde el faul se convirtió en el táctico del partido.

Las tarjetas amarillas salieron relucir desde temprano hasta alcanzar el número de siete. Habrá quién piense que fueron muchas, sin embargo, todas y cada una de ellas fueron reglamentarias y perfectamente justificadas.

Archundia se convierte en un serio aspirante para dirigir las instancias importantes de este Mundial dadas sus buenas actuaciones y el hecho de que la mayoría de los jueces en el certamen poseen un nivel técnico deplorable.

Por supuesto que el destino de los jueces mexicanos está supeditado a lo que haga o deje de hacer el combinado tricolor ya que si logra vencer a los pamperos, se perfilaría a la actuación histórica que la mayoría de los aficionados esperan, obrando esto en detrimento de los colegiados.

Conocí a Armando cuando como aspirante a árbitro profesional, este servidor de ustedes estaba inscrito en el curso institucional de la Federación Mexicana de Futbol. Como parte de la enseñanza, estabamos obligados a dirigir partidos en el sector amateur, en Ligas tan complicadas como la Invernal de Guadalupe, la Interestatal, la de Tláhuac, la Interclubes y la Española.

Precisamente en las canchas del Seminario Menor, un domingo por la mañana, me presenté al partido que tenía designado y grande fue mi sorpresa al encontrarme con los jueces de línea. ¡Eran unos niños, unos críos, un par de moconetes vestidos de negro y con las banderolas que casi les arrastraban!

Pregunté tímidamente: ¿Vienen al San Sebastián-Galicia? Un aterrador “sí” salió al unísono de sus infantiles gargantas. Ni hablar, a lo hecho, pecho y salimos a dirigir el partido con esa singular tripleta.

En la plática posterior, (porque aunque usted no lo crea, salimos vivos), me enteré que se trataba de los hermanos Archundia y que eran árbitros por afición y también como una manera interesante de ganarse unos pesillos cada fin de semana.

Al paso de los años, fuimos compañeros en el sector profesional e incluso viajamos juntos a Arabia Saudita como árbitros internacionales.

Tenemos ópticas diferentes para ver el arbitraje pero es imposible dejar de reconocer que como juez, tiene muchísima experiencia y capacidad. Ni hablar, abusadillo desde chiquillo.

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