Directora Ejecutiva de la Iglesia: Santa Teresa de Jesús

“Una mujer muy fuerte y sabia pero sobre todo humilde”. Sandra Morataya

Hoy te quiero contar una historia, la de una muchacha de buena cuna, rica y de refrescante belleza. ¿Su nombre? Teresa de Ahumada, española, hija de un gran Señor, de esos que hacen época.

¿Has visto los últimos modelos de Ralph Lauren? ¿Los zapatos Dolce & Gabbana y joyería Bulgari? O tal vez te gusta la ropa de Mango, los pantalones Diesel y las pulseras de Pandora. O simplemente no te importan las marcas ya que eres una fashionista , te encanta la moda, sus colores y todas las tendencias. Eres una “it girl” una chica que ésta en la última tendencia. La ropa y zapatos de Teresa hacen que esos “últimos gritos de la moda” parezcan harapos. ¿Perfumes? ¡Ja! Los perfumes de Teresa hacen que Boucheron, Guerlain y Chanel parezcan colonias baratas de supermercado. ¡Qué perfumes los de Teresa! Cuida su pelo que parece una seda. Y a bonita, nadie puede ganarle tiene un “no sé qué”, y todo eso con sólo dieciséis años.

Estoy escribiendo sobre ella en presente, pero en realidad Teresa de Ahumada es una mujer que vivió hace más de 500 años.

Pero no sólo la moda le interesaba, también conoció el amor, bueno mejor dicho se había enamorado platónicamente, y sentía muchos celos cuando veía su amor coqueteando con alguna otra chica. No podía soportarlo.

Teresa de Ahumada, era muy humana, si bien desde muy pequeña ya tenía una inquietud religiosa, esto no fue un obstáculo para que disfrutara de todos los placeres que el mundo ofrecía y, nacida en medio de la riqueza, saboreo la vanidad, el status que da un apellido de abolengo y disfrutaba de las fiestas de sociedad y de ser cortejada por los hombres. Teresa hoy en día sería una mujer así, moderna, como tú y como yo. Quizá mucho más privilegiada materialmente que nosotras. Pero todo esto no la llenaba, no satisfacía su anhelo por un amor permanente y estable. Sin desear realmente ser monja, tomo la decisión de convertirse en una. Ella misma escribía que se sentía “enemiguísima de ser monja”. Las normas religiosas y actos de piedad no eran para ella. Sin embargo, en su corazón había una necesidad de amar muy difícil de expresar. Había probado el amor, pero ella quería un amor para siempre y de esos que hacen historia, que se parecen un poco a los de las historias de Avalon o Tolkien. Teresa comienza a estar cansada de sus propias frivolidades. En el fondo es una mujer extremadamente exigente y perfeccionista. Una mujer de gran temple. Es más, se había obligado a ser monja ya que no encontró nunca un amor terreno que satisficiera sus ansias de plenitud. Sabía que nunca encontraría al amor de su vida, su amor para siempre, y no le hacía ninguna gracia el casarse y servir a un hombre el resto de su vida. Era una decisión dura, pero cuando Teresa se determinaba en algo, nada podía pararla. Teresa hacía sus votos y entraría a la vida religiosa.

Veinte años de su vida transcurren en el convento. A veces ella se desespera, porque en todo ese tiempo jamás ha podido hacer oración “como Dios manda” (relata en sus escritos y escribe obligada por su superior, su director espiritual). Ella se distrae, su imaginación vuela por todas partes, y si no se lleva un libro espiritual siente una resequedad del alma que le impide decir una sola palabra a Dios. Pero a pesar de esto, de su vanidad, de su voluntad rabiosamente humana, de su desierto interior, sigue rezando a Dios. Persevera, orgullosa persevera y de repente un día, algo da vuelta en su interior. No sabe explicarlo ni ella misma, solo que ya no se siente ella o aquella….

Es entonces cuando aquella mujer de una belleza arrolladora, la joven rica, de una familia noble y poderosa, tras tanto tiempo en la clausura del convento, muere. Fallece Teresa de Ahumada para dar paso a una nueva mujer que durante cinco siglos será modelo para muchas mujeres como tú y como yo, buscadoras de valores más altos, de amores más amplios de verdades que dejan el corazón iluminado y visten de reciedumbre el alma. A los 40 años nace en aquel convento una aprendiz de Santa, una reformadora de mujeres, y con el tiempo una Doctora de la Iglesia. Ella es Santa Teresa de Jesús, a quién este 15 de octubre la Iglesia celebra con múltiples actos especiales en todo el mundo, conmemorando el 500 aniversario de su muerte. Teresa es tan Antigua y tan joven. Tan fuera de todo tiempo. Es la mujer, pensadora y amadora de Cristo, de voz juvenilmente eterna.

Pero había algo en lo que esta mujer no era moderna.

Ella no vivía como nosotras, que estamos en la sociedad del menor esfuerzo y de lo práctico. Muchas de nosotras tenemos lavadoras automáticas de ropa y de platos, secadoras; otras corremos con la suerte de poder contratar muchachas para planchar y hacer la comida y hasta ir al supermercado por nosotras. Hoy, amiga mía, nos faltan ganas para esforzarnos, en esto o en aquello, cosas grandes y cosas pequeñas y eso era algo que a Santa Teresa de Jesús le sobraba.

La Madre, como empezaron a llamarle todas sus monjas y mujeres aristócratas, ricas y de condición normal, había aprendido durante sus veinte años en el convento que debía exigirse, aplicarse, luchar, esforzarse y comprometerse con ella misma a encontrar a Dios como verdadero sentido de su vida. Dios como faro, como roca, como punto clave para la existencia. Tuvo que llegar a la conclusión de que todo aquello que el mundo le ofrecía y le daba: educación, excelentes candidatos para marido, amigas bellas, vestidos a la última tendencia, joyas, maquillaje y las mejores fiestas de sociedad, no eran el camino que la llevaría a encontrar la verdad. Ni toda su belleza, ni toda su inteligencia, ni toda su riqueza, podían compararse a la belleza, inteligencia, riqueza y bondad de Dios.

Teresa descubre la naturaleza de Dios, y comienza una batalla que, debemos reconocerlo, difícilmente emprenderíamos hoy mismo tú o yo: la batalla hacia lo auténtico, hacia lo verdaderamente importante. Hacia todo aquello que va contra corriente. Una batalla en la que para salir airosa solo Dios basta. Ni Facebook, ni Twitter, Instagram o Pinterest nos faltan, solo Dios basta.

Los principios que se injertan en la vida de Santa Teresa para ser santa

Santa Teresa de Jesús ya había tomado decisiones importantes a lo largo de sus veinte años en el convento. A ella le gustaba leer libros de caballería, y éstos habían despertado en ella la vocación de guerrera, la visión de soldado y el patriotismo a una causa. Sin embargo, al encontrarse y conocer de forma viva la naturaleza y gracia de Dios, orienta su vida en torno a principios que son propiamente divinos y que hoy nos parecen insoportables y, a muchos católicos, difíciles de llevarlos hacia una unidad de vida: Obediencia, oración, humildad, vida sacramental. Pero quizá por lo portentoso de su juventud y porque siempre acostumbraba a hacer lo que le diera la gana, la práctica de la humildad era importante para ella. Escribe: “La humildad verdadera, aunque se conoce el alma por ruin y da pena ver lo que somos, y pensamos grandes encarecimientos de nuestra maldad, tan grandes como los dichos, y se sienten con verdad, no viene con alboroto ni desasosiega el alma ni la oscurece ni da sequedad; antes la regala, y es todo al revés: con quietud, con suavidad, con luz. Pena que por otra parte conforta de ver cuán gran merced la hace Dios en que tenga aquella pena y cuán bien empleada es. Duélele lo que ofendió a Dios; por otra parte la ensancha su misericordia”. (Libros de su vida)

Teresa sabía que cuando hay humildad en una persona se crea la paz y un ambiente de dulzura, la persona no hace las cosas por vanidad, sino que la persona aprendiz de la Humildad busca solo del interés de Dios, de los demás. Se olvida de sí misma y de sus necesidades. Esto humanamente, y a los ojos de un pensamiento pagano, es algo muy difícil de comprender, pues se pensaría que puede ser una persona sin autoestima. Sin embargo, desde el pensamiento cristiano y quien conoce en profundidad la identidad de Cristo, sabe que todo lo anterior son cualidades que Él mostraba en su personalidad. Teresa empieza a imitar a Jesús como Él quiere ser imitado y abraza, acoge, ayuda, empuja a otros a alcanzar a Dios y, sin darse cuenta, así llega a la cumbre. Esto es la santidad. Ser santo es desprenderse de todas las facultades mentales, creencias sobre lo que es el merecimiento y la autoestima y enfocarse exclusivamente a vivir el cristianismo tal y como Cristo vino a enseñarlo a los hombres. Ser santo es un estilo de vida que cada uno acoge porque sí, porque quiere y porque cree en lo que cree. Por lo que ser santo no puede ser impuesto, unos lo hacen temprano, como el apóstol Pablo, otros lo hacen más tarde, tal es el caso de Teresa de Jesús. Por eso ella se llamó a sí misma “de Jesús”: Teresa de Jesús.

Se hizo obediente

Teresa fue obediente y comprendió que la razón de tener inteligencia era conocer a Dios y al conocerle poner la voluntad en marcha para convertirse en mujer de bien. Inclusive yo, que soy la que escribe estas líneas, me suena extraño el escribir esta palabra. Es como que si para nosotras las mujeres hubiera desaparecido la palabra “obediencia” de nuestro vocabulario. Pero la obediencia es hermana de la humildad. Son paralelas, pues ambas nos llevan a demoler con fuerza a ese gigante que nos impide doblarnos totalmente ante Nuestro Señor y Salvador: la soberbia. Ésta, decía el Beato José María Escrivá de Balaguer, esta tan arraigada en nosotros que muere 24 horas después que el hombre ha sido despojado de su alma. Donde hay soberbia no puede haber humildad y mucho menos obediencia.

Tú puedes ser una mujer que trabaja, que se exige, que lucha, que se determina a realizar su vocación femenina. Es una mujer que obedece, que se esfuerza como lo hizo Teresa, en vivir siempre en la presencia de Jesús, es una mujer orante, totalmente inmersa en Dios, que se dejó transformar por Jesucristo. Teresa iba a la oración con el corazón arrepentido, pues decía y repetía que un corazón contrito y humillado Dios no lo desprecia. Y así, en esa actitud pasaba de la contemplación al acto, pues para ella la vida era obrar, hacer, construir.

Santa Teresa escribe (y quizá te suene un poco raro, pero recuerda que escribía hace cinco siglos): “Digo que importa mucho y el todo… una y muy grande determinada determinación de no parar hasta llegar a ella (la fuente de agua viva), venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabaje lo que se trabajare, murmure quien murmurare, siquiera llegue allá, siquiera me muera en el camino o no tenga corazón para los trabajos que hay en Él, siquiera se hunda el mundo”.

Santa Teresa tenía una categoría enorme como mujer de decisión, ella era radical: todo o nada, eres o no eres; santa o nada, pero nunca a medias. No estoy diciendo que te vayas a vivir a un convento ni que te hagas monja o sacerdote. Claro que si ese es tu llamado, ¡Adelante! Pero yo te hablo como una mujer que vive en el mundo, que tiene amigas, que va a los centros comerciales y a la que le encanta la moda. Soy una mujer igual a ti. Y si te has decidido seriamente a emprender la lucha hacia la santidad cristiana no es imprescindible un convento ni hacerte monja. Es en tu vida ordinaria, en tu trabajo, en tus estudios, con tu familia y tus amigos donde puedes y debes hacerte santa.

Pero Santa Teresa, mujer tan actual hoy como lo fue en su tiempo, nos enseña lo verdaderamente importante: amar a Dios con todo nuestro corazón, con todas nuestras fuerzas. Si alguien vivió el “boom” de la moda fue ella, si alguien vivió en un mundo donde la preocupación fundamental era el éxito y las posesiones materiales fue ella. Y todo eso lo cambió, porque entendió que sin Dios la vida se queda vacía, sin profundidad y sin peso. Finalmente ella sí encontró a su amor para siempre. El entregarse a Dios, no solo es para aquellos que tienen vocación religiosa, todos estamos llamados a la comunión con Dios, Él nos ha creado para esto, para conocerlo y amarle, para darle Gloria todo el tiempo por habernos creado y por todo lo que hace en nuestra vida. Entonces si tienes novio o esposo, o si eres esposo podrás reconocer que en esa vocación se encuentra un camino para amar más a Dios y ser santo. Pero esta entrega requiere determinación y una clara certeza: este es mi camino, quiero ser santa, quiero ser santo.

Santa Teresa de Jesús nos deja un legado que no ha pasado ni pasará de moda porque la verdad no pasa de moda. Su vida es un ejemplo de perfeccionamiento que está por encima de la muchedumbre. Sí, claro que es necesario esfuerzo y valentía, sin esto no podremos hacer nada. Pero tú y yo, como Santa Teresa de Jesús podemos ser obedientes, orantes y humildes. Y entonces encontraremos a nuestro amor para toda la vida.

¿Quieres transitar por la senda de la Perfección? Entonces haz de Santa Teresa de Jesús tu maestra, tu amiga, tu hermana, tu confidente. Ella te enseñara que” La perfección no se alcanza en breve, sino es a quien el Señor quiere por particular privilegio hacerle esta merced” (Libro de su vida). Teresa entenderá tu vanidad, porque también la tuvo, comprenderá tu debilidad y la mía, porque sabe de qué se trata. Santa Teresa comprenderá tu dificultad en sentarte un rato para platicar con Dios, porque ella misma se pasó veinte años sin poder hacer oración. Dios encontró a Santa Teresa del mismo modo que puede encontrarte a ti. Si Dios te sale al encuentro no lo dejes pasar de largo. Alégrate.

El amor humano pueden fallarte o traicionarte, Jesús jamás traiciona. Un novio, un esposo, una esposa, los hijos, pueden dejarte llorando lleno de frustración, de enojo, de tristeza; pero si aprendes a hacer de Dios el amor de tu vida, aun cuando tu novio, cónyuge e hijos, amigos, compañeros de trabajo, te provoquen todo eso, Dios estará contigo esperándote con los brazos abiertos para consolarte, para amarte tal como eres, para darte fuerza y valor. Dios nunca nos deja. Santa Teresa de Jesús entendió y puso manos a la obra, por eso hoy la Iglesia la celebra. Y tú: ¿no tienes la inquietud de ser santo?

Quizá, dentro de muchos siglos alguien escribirá “Hoy te quiero contar una historia, la de” y pondrá tu nombre en la historia. Santa Teresa de Jesús puede enseñarte cómo. Acógete como ella a María Santísima y cuéntame lo que pasa en tu vida.

Nota final:

Te recomiendo que consigas el libro “Santa Teresa de Jesús” de Marcelle Auclaire, editado por Ediciones Palabra en su colección “Arcaduz”.

FIRMASHEILA

Sheila Morataya
Austin, TX
www.sheilamorataya.com
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Sheila Morataya es la Editora de la sesión de la mujer desde la creación de encuentra.com Es psicoterapeuta, coach de vida y talento para la radio y la televisión en los Estados Unidos. Actualmente es Productora Ejecutiva para Relevant Radio en español en los Estados Unidos. Autora de 6 libros entre ellos «El espejo: ámate tal como eres».

Cuando no está trabajando puedes encontrarla sembrando flores, dando clases de desarrollo personal a jovencitas o cocinando para su familia. Puedes escribirle a  sheila@sheilamorataya.com

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Un comentario

  1. Muchas gracias Dios la bendiga siempre, yo comencé hace años a leer castillo interior pero no lo terminé y después de varios años hace poco escuché un retiro de fray Nelson que habla sobre la santa y ahora me encuentro con este escrito suyo que me llama a profundizar más en los escritos de la santa y sobre todo buscar su intercesión en mi camino de oración que emprendí y me comprometí hace doce años ser una mujer de oración y esto a la vez me llevó al encuentro con la Palabra de Dios.
    Bello su testimonio

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