“El hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá con su mujer, y serán los dos una sola carne, de manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre.” ( Mt.19,5-6 )
El Señor al principio hizo una hermosa creación, pero en el último día sintió que faltaba algo, tanta maravilla ¿para quién? Así formó al hombre, y para que no estuviera solo le dio a la mujer como compañera y le dijo: “Creced y multiplicaos” (Gn 1, 28); el día en que Dios creó al hombre, lo hizo a su imagen y semejanza. Los creó varón y hembra, los bendijo, y los llamó “Hombre” en el día de su creación” (Gn 5, 1-2).
En ese momento, al Dios bendecir esa unión ÉL está en medio de ellos, es así como, quienes tenemos la vocación del matrimonio al recibir la bendición el día de nuestra boda, ya no somos dos sino tres, los cónyuges y Dios.
Hace unos días conversando sobre los divorcios y las nuevas uniones salió a relucir el famoso sofisma : “ tienen derecho a ser felices, si ya el amor se acabó en su matrimonio pueden rehacer sus vidas .”
No, no es así, debemos recordar que el día de nuestra boda somos dos que hacemos una promesa a esa Tercera Persona en medio de nosotros, de estar siempre unidos en las buenas y en las malas por lo cual estamos siendo infieles y fallándole a Dios, al separarnos y tener una nueva unión, sin hacer el menor esfuerzo para mejorar la relación y mantener la unión bendecida por Dios.
“Si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido o esposa; y que el marido o la mujer no abandone a su cónyuge.” (1 Cor.10, 11 ) En cuanto a los casados, les doy esta orden, que no es mía sino del Señor: que la mujer no se separe de su marido. Y si se ha separado de él, que no se vuelva a casar o que haga las paces con su marido. Y que tampoco el marido despida a su mujer».
El matrimonio es parte esencial del plan de Dios. Dios considera que el matrimonio es un pacto entre el esposo y la esposa, así como un compromiso entre la pareja y ÉL. ÉL espera que nos consagremos a la relación y reconozcamos nuestras responsabilidades, obligaciones y lealtades para con nuestro cónyuge, así como con Dios.
El matrimonio puede requerir un trabajo arduo. Cometerás errores, tu cónyuge también los cometerá, pero no es motivo para desecharlo, es una oportunidad para buscar en Dios quien es el tercero en ese pacto de amor, mantener la unión y dar testimonio de la Gracia y fortaleza, que Su bendición sea como el eslabón que podrá contra todos los sofismas mundanos que están llevando a las rupturas de tantos matrimonios.
La mayoría de los matrimonios están basados en el amor, pero el desafío es decidirse a mantener y hacer crecer ese amor sin permitir que se acabe, sino reconociendo y buscando a Dios para que nos ayude a crecer en el amor de esposos.
No caigamos en el juego del enemigo que sólo busca entrometerse en los hogares y engañarnos para mantenernos en pecado, en uniones adúlteras que nos alejan de Dios y así, robarse las almas.
Los cantos de sirenas no son reales, los matrimonios no fracasan, se adormecen, sufren quebrantamientos, no siendo motivo para separarse sino para buscar guía, instrucción, consejo de un buen sacerdote que ayude a los esposos a retomar el camino del arrepentimiento, perdón y reconciliación.
Señor danos la gracia y el discernimiento de saber y entender la grandeza del sacramento del matrimonio. Que podamos dar testimonio que no sólo Tú has bendecido nuestro matrimonio, sino que además tu eres la Tercera Persona que nos complementa y une como esposos. Señor que también también Tú nos has dado la gracia de honrar nuestros votos. Mantennos siempre juntos en amor y paz perfecta, viviendo de acuerdo a Tus mandamientos. Ayúdanos a estar unidos en nuestro compromiso de hacer presente Tu reino de amor, de justicia y de paz. Que podamos ser antorcha de esperanza para los esposos que viven en la oscuridad de la desesperación y el desencanto pensando que sus matrimonios no tienen solución. Toma nuestra mano, Señor, para que podamos verte en todos los momentos de nuestra vida. Amén
Por Luce Bustillo – Schott