Jesucristo:
1. Hijo, ¿qué es lo que dices? Cesa de quejarte considerando mi pasión y la de los Santos. Aún no has resistido hasta derramar sangre. Poco es lo que padeces, en comparación de lo que padecieron tantos, tan fuertemente tentados, tan gravemente atribulados, probados y ejercitados de tan diversos modos. Conviénete, pues, traer a la memoria las cosas muy graves de otros, para que fácilmente sufras tus pequeños trabajos. Y si no te parecen pequeños, mira no lo cause tu impaciencia. Pero sean grandes o pequeños, procura llevarlos todos con paciencia.
2. Cuánto más te dispones para padecer, tanto más cuerdamente obras, y más mereces, y lo llevarás también más ligeramente si preparas con diligencia tu ánimo, y lo acostumbras a esto. No digas: No puedo sufrir esto de aquel hombre, ni debo aguantar semejantes cosas; porque me injurió gravemente, y me levanta cosas que nunca pensé; mas de otro sufriré de grado, y según me pareciere se debe sufrir. Indiscreto es tal pensamiento, que no considera la virtud de la paciencia, ni mira quién la ha de galardonar; antes se ocupa en hacer caso de las personas, y de las injurias que le hacen.
3. No es verdadero paciente el que no quiere padecer sino lo que le acomoda, y de quien le parece. El verdadero paciente no mira quién le ofende, si es superior, igual o inferior; si es hombre bueno y santo, o perverso e indigno. Sino que cualquier adversidad que le venga de cualquiera criatura indiferentemente, y en cualquier tiempo, la recibe de buena gana, como de la mano de Dios, y la estima por mucha ganancia. Porque nada de cuanto se padece por Dios, por poco que sea, puede pasar sin mérito ante su divino acatamiento.
4. Está, pues, preparado para la batalla, si quieres conseguir la victoria. Sin pelear no puedes alcanzar la corona de la paciencia. Sino quieres padecer, rehúsa ser coronado; pero si deseas ser coronado, pelea varonilmente, sufre con paciencia. Sin trabajo no se llega al descanso, ni sin pelear se consigue la victoria.
El Alma:
5. Hazme, Señor, posible por la gracia, lo que me parece imposible por mi naturaleza. Tú sabes cuán poco puedo yo padecer, y que presto desfallezco a la más leve adversidad. Séame por tu nombre amable y deseable cualquier ejercicio de paciencia; porque el padecer y ser atormentado por Ti, es de gran salud para mi alma.
“…hágase Señor tu voluntad, así en la tierra como en el cielo…”
“… hágase en mí según Tu Palabra …” Amén…
Cuanta razón en esta reflexión; las más de las veces le damos demasiada importancia a las ofensas de nuestro prójimo, porque las recibimos con la razón y no con el corazón; si nuestros sentimientos fueran puros, lo que nos digan ofensivamente debemos transformarlo en palabras de paz y reconciliación hacia quien nos lo dice.
No es fácil, pero en la medida en que Cristo se vaya posicionándose más en nuestra alma, oiremos lo que nos dicen como una oportunidad de aplicar nuestra piedad y comprensión hacia quien nos ofende… Intentémoslo y, con la ayuda de Dios, nuestra conducta irá cambiando con el paso del tiempo, facilitándonos la comprensión hacia los demás.
En cuanto al sufrimiento físico, basta con compararnos con los demás, principalmente con Cristo, para darnos cuenta que lo nuestro es nada o casi nada; aprovechemos la oportunidad para darle gracias a Dios por lo que nos sucede y ofrecer nuestros sufrimientos por aquellos que sufren más que nosotros y por la salvación de las ánimas del purgatorio….
Toda la explicacion de la tolerancia de las injurias es perfecta y facil de entender…..pero que dificil es hacerlo vida……y practicarlo..