Jesucristo:
1. Hijo, encomiéndame siempre tus negocios, y yo los dispondré bien y oportunamente. Espera mi voluntad, y sentirás provecho.
El Alma:
2. Señor, de muy buena gana te encomiendo todas las cosas, porque poco puede aprovechar mi cuidado. ¡Ojalá que no me ocupasen mucho los acontecimientos que me pueden venir, sino que me ofreciese sin tardanza a tu voluntad!
Jesucristo:
3. Hijo, muchas veces el hombre negocia con ahínco lo que desea; mas cuando ya lo alcanza, comienza a pensar de otro modo, porque las aflicciones no duran mucho cerca de una misma cosa; sino que nos llevan de una cosa a otra. Por lo cual no es poco dejarse a sí mismo, aun en las cosas pequeñas.
4. El verdadero aprovechar es negarse a sí mismo; y el hombre negado a sí es muy libre y está seguro. Mas el enemigo antiguo y adversario de todos los buenos, no cesa de tentar; sino que de día y de noche pone graves asechanzas para precipitar, si pudiere, al incauto en el lazo del engaño. Velad y orad, dice el Señor, para que no entréis en tentación.
Padre mío… en tus manos pongo todo mi ser, mis anhelos y esperanzas; hágase en mí según tu palabra. En tus manos encomiendo mi espíritu y LÍBRAME DE TODO MAL, Amén… te
Señor… me pongo en tus manos… Haz de mí lo que quieras…
Por todo lo que hagas de mí te doy las gracias…
Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo con tal de que Tu voluntad se haga en mí y en todas mis obras…
No deseo nada para mí sino para Tí…
Ojalá y lo logre de una manera digna y perfecta, porque Tú eres mi Padre…
Amén