De la fervorosa enmienda de toda nuestra vida

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2 comentarios

  1. Cuando era niño me entregaba a ojos cerrados a mis padres, con la certeza de que nada me pasaría, sin pensar en alguna otra cosa que quizá me lastimara. En la medida en que fui creciendo, fui tomando mis propias decisiones y alejándome de las decisiones de mis padres hasta llegar a valerme por mí mismo, con todos mis errores y mis aciertos.
    En la vida espiritual ocurre algo similar, pues Jesus es el que nos guía y nos abandonamos en sus manos. Sin embargo, con el paso del tiempo el ruido del mundo nos va alejando del Señor y hacemos más caso a nuestro parecer que al de Jesus…
    Por algo Jesus dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí, porque de ellos es el reino de los cielos»… Qué tristeza… Hemos dejado de ser niños… Recuperemos esa función y abandonemonos con toda confianza en manos de Dios, seguros de que Él está al pendiente de nosotros y nada malo nos ocurrirá… Preocupémonos solo de no hacer «travesuras» (pecados) que nos alejen de Él al comportarnos no como niños sino como humanos que, como Adán, queremos tomar nuestras propias decisiones… Gloria a Dios…

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