…..1. Bienaventurado aquel a quien la Verdad por sí misma enseña, no por figuras y voces que se pasan, sino así como es. Nuestra estimación y nuestro sentimiento a menudo nos engañan y conocen poco. ¿Qué aprovecha la gran curiosidad de saber cosas oscuras y ocultas, pues que del no saberlas no seremos en el día del juicio reprendidos? Gran locura es que, dejadas las cosas útiles y necesarias, entendemos con gusto en las curiosas y dañosas. Verdaderamente, teniendo ojos, no vemos. ¿Qué se nos da de los géneros y especies de los lógicos. Aquel a quien habla el Verbo Eterno, de muchas opiniones se desembaraza. De este Verbo salen todas las cosas, y todas predican este Uno, y éste es el Principio que nos habla ( Je., 8, 25). Ninguno entiende o juzga sin él rectamente. Aquel a. quien todas las cosas le fueren uno, y las trajere a uno, y las viere en uno, podrá ser estable y firme de corazón y permanecer pacífico en Dios. ¡Oh Dios, que eres la Verdad! Hazme permanecer uno contigo en caridad perpetua. Enójame muchas veces leer y oír muchas cosas; en Ti está todo lo que quiero y deseo. Callen todos los doctores; callen las criaturas en tu presencia: háblame Tú solo.
….2. Cuanto alguno fuere más unido contigo, y más sencillo en su corazón, tanto más y mayores cosas entiende sin trabajo, porque de arriba recibe la luz de la inteligencia. El espíritu puro, sencillo y constante no se distrae, aunque entienda en muchas cosas, porque todo lo hace a honra de Dios; y esfuérzase en estar desocupado en sí de toda curiosidad. ¿Quién más te impide y molesta que la afición de tu corazón no mortificada? El hombre bueno y devoto, primero ordena dentro de sí las obras que debe hacer de fuera. Y ellas no le llevan a deseos de inclinación viciosa; mas él las trae al albedrío de la recta razón. ¿Quién tiene mayor combate que el que se esfuerza a vencerse a sí mismo Y esto debería ser nuestro negocio: querer vencerse a sí mismo, y cada día hacerse más fuerte y aprovechar en mejorarse.
…..3. Toda la perfección de esta vida tiene consigo cierta imperfección; y toda nuestra especulación no carece de alguna oscuridad El humilde conocimiento de ti mismo es más cierto camino para Dios que escudriñar la profundidad de la ciencia. No es de culpar la ciencia, ni cualquier otro conocimiento de lo que, en sí considerado, es bueno y ordenado por Dios; mas siempre se ha de anteponer la buena conciencia y la vida virtuosa. Pero porque muchos estudian más para, saber que para bien vivir, por eso yerran muchas veces, y poco o ningún fruto hacen.
…..4. Si tanta, diligencia pusiesen en desarraigar los vicios y sembrar las virtudes como en mover cuestiones, no se harían tantos males y escándalos en el pueblo, ni habría tanta. disolución en los monasterios; Ciertamente, en el día del Juicio no nos preguntarán qué leímos, sino qué hicimos; ni cuán bien hablamos, sino cuán religiosamente vivimos. Dime: ¿dónde están ahora todos aquellos señores y maestros que tú conociste cuando vivían y florecían en los estudios? Ya poseen otros sus rentas, y por ventura no hay quien de ellos se acuerde. En su vida parecían algo; ya no hay de ellos memoria.
…..5. ¡Oh, cuán presto se pasa la gloria del mundo! Pluguiera a Dios que su vida concordara con su ciencia, y entonces hubieran estudiado y leído bien. ¡Cuántos perecen en este siglo por su vana ciencia, que cuidan poco del servicio de Dios! Y porque eligen ser más grandes que humildes, por eso se hacen vanos en sus pensamientos. Verdaderamente es grande el que tiene gran caridad. Verdaderamente es grande el que se tiene por pequeño y tiene en nada la más encumbrada honra. Verdaderamente es prudente el que todo lo terreno tiene por estiércol l (Phil., 3, 8) para ganar a Cristo. Y verdaderamente es sabio el que hace la voluntad de Dios y deja la suya.
Señor mío… frecuentemente te pido como Samuel “…por la mañana hazme escuchar tu voz…” o bien “… no pongas oídos sordos a mi voz…”, pero al mismo tiempo, si mi mente no está dispersa al menos mi conciencia me aleja de mi petición, sino al momento si instantes después…
Ayúdame Señor a encontrarme primero conmigo mismo para con toda humildad reconocer mis fallas y así abrir el camino que seguramente me conducirá hacia Tí… Amén…
Señor… Dame la gracia de poder decir como Samuel «Habla Señor, que tu siervo escucha…». No hagas mis oídos sordos a Tu voz.
No dejes que me deslumbren las «riquezas» de este mundo y haz que mi atención se centre solo en Tí; solo así podré alcanzar la humildad necesaria para que Tú y yo seamos uno. Que sea mi conciencia la que hable y yo siga fielmente sus palabras… Amén.
La Verdad, el Camino y la Vida es Jesús y María. A Ellos hay que pedirles la Gracia de la Conversión en nosotros y en nuestros seres queridos y en los demás. Para con la Gracia adquirir Fe a Dios, Amor a Dios, acción de buenas obras, concentración y certeza de lo que se dice al citar las oraciones, no para hacerlas como un «loro» vacías sin sentido. La Palabra del Señor leída y sobre todo escuchada en la Homilía en la Eucaristía nos da vida, nos acerca a Dios, por medio de la Comunión y Penitencia, y a la Madre de todos la Virgen María, nos hace comprender que esas Sagradas Escrituras no son pasado nunca, sino que se reflejan continuamente con cada cosa que vivimos en el presente de cualquier tiempo, haciéndonos ver si queremos abrir los ojos. Yo pido la Luz del Señor para todos, la conversión para siempre para seguir a Jesús, redimirnos constantemente, cuantas veces haga falta, para merecernos ir a la Gloria Eterna, haciendo el bien desde ya, todo los que nos pidió siempre nuestro Padre de los Mandamientos y de los Sacramentos. Buscarle a Él hermanos, y Él os rescatará y os libraréis de todo Mal y de toda desidia que nos pierde y nos aleja de Dios.Decid hermanos que sí, como lo dijo María nuestra Madre, es estar en el verdadero Camino. Disponeros a poner cada cosa que hagáis en las manos de Dios y en la Virgen para no equivocaros más, para ser hijos del bien solamente. El Señor y la Virgencica nos bendiga y nos libre y nos proteja de todo Mal. Alabados sean el Señor y la Virgen María, gracias Dios mío. Por tu Divina Misericordia, Señor Ten Piedad perdona nuestros pecados y llévanos contigo de tu Bendita Mano allí donde vayamos, por si caemos o si nos perdemos o si todo nos da igual y no reccionamos que Tú no nos dejes y nos rescates a Tu Sagrado Corazón.