Plenitud de la Pascua

1. ASC/PAS

PLENITUD DE LA PASCUA Y MOTIVO DE ESPERANZA

– La Ascensión, plenitud de la Pascua. Los textos litúrgicos presentan esta solemnidad como la plenitud de la glorificación (=victoria, triunfo) de Cristo. No puede separarse la Ascensión de la resurrección del Señor. Ambas constituyen como dos "momentos" del mismo misterio de glorificación de Jesús. Por la Ascensión Jesús nos precede "como cabeza nuestra… en su Reino" (Prefacio I). Jesús sube al cielo como "el rey de la gloria, vencedor del pecado y de la muerte… mediador entre Dios y los hombres… juez de vivos y muertos" (Ibid.).

Pero la Ascensión del Señor es plenitud pascual también de los cristianos, porque "es ya nuestra victoria" (Colecta). Por ella tiene lugar un nuevo "intercambio": nuestra humanidad, en Cristo, sube al cielo y participamos de su divinidad (Ofrendas). Por eso "mientras vivimos aún en la tierra, nos das ya parte de los bienes del cielo" (Poscomunión). Por este misterio "nuestra naturaleza humana ha sido tan extraordinariamente enaltecida que participa de tu misma gloria" (Ibid.).

La Ascensión culmina el misterio pascual en Cristo y en los cristianos, su Cuerpo.

ASC/ESPERANZA: -La Ascensión, motivo de esperanza. Esta solemnidad comporta un fuerte anhelo de plenitud cristiana. El que ha subido al cielo llevando con él algo nuestro, "volverá como le habéis visto marcharse" (Hch/01/11). Jesús nos precede en el cielo como "la cabeza de la Iglesia", pero todos estamos llamados hacia allí por ser miembros de su Cuerpo (Colecta). Por eso la vida del cristiano está marcada por un vivo deseo de "estar junto a Cristo, en quien nuestra naturaleza humana ha sido tan extraordinariamente enaltecida" (Poscomunión).

Nuestra existencia es un "ya" en fe, pero es un "todavía no", porque vivimos "con la ardiente esperanza de seguirlo en su Reino" (Prefacio I). Esta tensión nos obliga a salir de una contemplación pasiva y de una pasividad infructuosa. Ahora comienza la tarea de la Iglesia:

Partid frente a la aurora

Salvad a todo el que crea

Vosotros marcáis mi hora

Comienza vuestra tarea" (Himno de Laudes)

RAMIRO GONZALEZ

MISA DOMINICAL 1987, 11


2. J/AUSENCIA-PRESENCIA EN SU IGLESIA.

Desde que se celebra la Ascensión en domingo se corre peligro de que su mensaje quede un tanto difuminado. Sería de lamentar, porque la Ascensión es un dato fundamental de nuestra fe cristiana. Mas, por otro lado, al convertirse en un "Domingo de Pascua", parece que puede ayudar a recuperar la conciencia de la unidad de la "Pentekoste". No olvidemos que esta conciencia estaba más viva cuando todavía no existían las fiestas de la Ascensión y del Esp. Sto., que vinieron a fragmentar de alguna manera la unidad de la Cincuentena pascual. Pienso que en nuestra situación actual, en este domingo de la Ascensión, debemos intentar prestar al Acontecimiento que conmemoramos la atención que se merece, pero sin perder de vista su estrecha vinculación con la Pascua.

– Ascensión y Pascua. La vinculación entre ambos misterios es afirmada explícitamente en la 2.lectura: "Dios resucitó a Cristo de entre los muertos y lo sentó a su derecha en el cielo". Tenemos aquí una nueva formulación del kerigma pascual, con el misterio de la Ascensión incluido. Sin perderse en la imaginería espacial ("ascendió al cielo", "le vieron levantarse", "sentado a su derecha") y temporal ("durante cuarenta días"), se debe presentar el sentido profundo de la Ascensión como la culminación, consumación o plena manifestación del misterio de la Pascua. La Ascensión es la explicitación de la Resurrección. Los "dos hombres vestidos de blanco" de la 1.lectura corresponden a los "dos hombres con vestidos refulgentes" (Lc 24. 4) que anuncian la gran revelación pascual.

Pero la liturgia de la fiesta de la Ascensión es ante todo una liturgia de gloria. Lo que la Ascensión muestra sobre todo es el aspecto de glorificación que entraña el misterio pascual: proclama que el Resucitado ha entrado en la gloria del Padre.

Pone de manifiesto que la humillante "exaltación" a la cruz era ya misteriosamente a los ojos de Dios, la gloriosa exaltación a la derecha del Padre, que hoy festejamos.

La metáfora "sentado a la derecha de Dios Padre" (2.lectura) sugiere la idea de la entronización; se introduce así el tema de la realeza de Cristo como fruto de la Pascua. Puede resultar pedagógico abordar este punto importante en el contexto inmediato del misterio pascual, para corregir erróneas interpretaciones, como la de los apóstoles (1.lectura). La liturgia del día ofrece textos luminosos: "…sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro" (2.lectura). "Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra" (evangelio). "Jesús, el Señor, el rey de la gloria, vencedor del pecado y de la muerte… ha ascendido a lo más alto del cielo, como mediador entre Dios y los hombres, como juez de vivos y muertos" (prefacio I). La Iglesia, en la fiesta de la Ascensión, contempla en su Señor glorificado el centro de unificación e integración de la humanidad e, incluso, del universo.

-Ausencia-Presencia del Resucitado. Las palabras con que se cierra el relato evangélico (ciclo A) -"Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (/Mt/28/20)- animan a hablar de la presencia del Resucitado en su Iglesia.

Paradójicamente, la marcha de Jesús no marca el comienzo de una ausencia. "No abandonó el cielo cuando de allí descendió hasta nosotros y tampoco se alejó de nosotros cuando ascendió nuevamente al cielo" (ASC/AG:·AGUSTIN-SAN). Por el contrario, la Ascensión inaugura una forma de presencia. En los "tiempos recios" en que nos ha tocado vivir el Evangelio, parece importante mantener viva esta fe en la multiforme presencia de Cristo en su Iglesia.

-El Cuerpo asociado al triunfo de la Cabeza. -Ascensión y Pentecostés. La conexión existente entre ambos misterios está bellamente expresada en este texto del ·JUAN-CRISOSTOMO-SAN: "Nuestra naturaleza ascendió hasta el trono real y el Espíritu Santo ha descendido hoy a nuestra naturaleza. El Señor llevó a los cielos nuestras primicias e hizo descender al Espíritu Santo". El Señor ordenó a los apóstoles: "Aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre" (1.lectura).

Es lo que va a hacer la Iglesia en los seis días que preceden al domingo de Pentecostés. La comunidad cristiana tiene derecho a conocer la nueva tonalidad y las nuevas riquezas que caracterizan, desde la última reforma, a la séptima semana de Pascua. Abundantes textos pneumatológicos subrayan, acompañan, jalonan y alimentan la espera de la venida del Esp. Sto. A tener en cuenta también la posibilidad de utilizar esos días los diversos prefacios del Esp. Sto.

IGNACIO OÑATIBIA

MISA DOMINICAL 1990, 11

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