Nuevamente vuelvo a insistir en un tema que a veces lo pasamos por alto, pero que es de vital importancia.
Es verdad que ante la vida de los demás, ante actitudes que nos parecen extravagantes, extrañas, nos resulte placentero juzgar, a ver qué sucede con esa persona. Nos gusta enterarnos de todos los detalles, de cuánto ha hecho el del lado, para después, con la información que tengo, crucificarlo con la lengua…
No nos damos cuenta cómo, es triste decirlo, del chisme, de la murmuración, vamos haciendo temas que incluso nos llenan el día…
Es muy triste, amigos, hablar y hablar y nunca decir algo que esconda “amor”….
Y nos justificamos: solemos escudarnos en nuestra psicología. “Somos así”, mi personalidad me lleva a hablar de los demás, ¿Y nunca nos hemos preguntado que quizás la psicología del otro puede ser causa de esa actitud que yo comento con tan mezquino e hiriente interés?
Yo propongo la pureza como arma para extirpar este vicio tan terrible.
La pureza es un don. Viene de Dios…Lo que significa que por nuestros propios medios, nunca seremos puros.
Muchas veces vamos a misa y todo nos parece aburrido. Pasamos de largo, pensamos que todo lo que sucede es un rito. ¿Para qué ir a misa si siempre es lo mismo?
Y no nos damos cuenta que somos nosotros los que siempre somos los mismos. Nuestra alma llena de prejuicios, atiborrada de chismes y de mentiras, no se da cuenta que Cristo está en la Eucaristía…Porque las cosas espirituales pasan de largo para una persona carnal, impura, que vive con su corazón, permítame decirlo, asqueado de sensualidad y mentiras.
La pureza tiene relación con la castidad porque también la sensualidad poco a poco nos va dejando ciegos, nos volvemos seres esclavos de nuestros deseos y obramos tal….Y por esa razón, a la larga, todo lo que no nos parezca sensual, lo rechazamos enérgicamente. Vienen el aburrimiento, la tristeza, la pereza….Los pecados más terribles son la causa de que digamos que “la misa no sirve”, “yo no me confieso con un hombre”….
No seremos puros de corazón si nuestro cuerpo y nuestra alma, no está liberada de estos pecados. Me he dado cuenta que vicios así están tan arraigados que, incluso, se transmiten por el uso y la costumbre, de generación en generación…
La felicidad de una persona está en estas cositas que parecen tan insignificantes, sin embargo tan vitales ¡No perdamos la vida buscando donde no hay, oración, fuerza y lucha para combatir estos males en nuestra propia vida, y evangelizar a nuestros hermanos!. Pureza de corazón, vivir limpios de cuerpo y alma para Dios….
Por Luis Robert