Esa es, precisamente, una de las preguntas más importantes que nos debemos hacer. El psicólogo y colaborador Guillermo Dellamary sugiere una nueva mirada hacia el por qué de nuestros días.
Para qué vivir, qué caso tiene tanto esfuerzo, dedicación, trabajo, sufrimiento, agobios y hasta momentos maravillosos y felices.
¿Alguna vez te lo has preguntado? ¿Y cuál ha sido tu respuesta? La verdad es que no resulta tan fácil. Pero al menos hay que intentarlo.
El ikigai, en la cultura japonesa, es precisamente encontrar y vivir con lo que más le da un sentido personal, a tu diario ir y venir. Los pequeños detalles y hábitos que brotan de tus ganas internas para hacer algo.
Hay toda una filosofía de vida en ese concepto, que vale la pena explorar más, pues parece que al encontrar tu misión y sentido de la vida, tienes más calidad de vida y mayor longevidad.
Equivale a lo que Kierkegard nos decía que puedes llegarte a perder por tus pasiones, pero nunca perder la pasión. Porque entonces sí que estás perdido al dejar de vivir apasionado por algo.
De igual manera, fijémonos en el famoso psiquiatra Victor Frankl, que descubrió, estando en un campo de concentración nazi, que sobrevivían, al sufrimiento, los que le encontraban el sentido a la vida y guardaban una esperanza para continuar.
Los dos tipos de motivación
Existen dos tipos de motivación, la intrínseca y la extrínseca. Esta última corresponde a que hacemos las cosas con el fin de recibir una recompensa, un reconocimiento, una aprobación o cualquier cosa valiosa que deseamos; pero que proviene de fuera de nosotros. La intrínseca es la que brota de nuestro interior, sin esperar nada a cambio, sólo por el gusto y la satisfacción de hacerlo. Es nuestro ikiagi.
Así que si quieres vivir con mayor calidad de vida, muchos años más, lánzate a la tarea de encontrarle un sentido a tu vida.
Son las experiencias más libres, positivas y bonitas que puedes tener, y que no dependen de nada ni de nadie, sólo de que las realices con entusiasmo, con pasión y entrega.
Es un gran tesoro y está dentro de ti.
Tanto nuestros padres como el Creador nos aman
Una de las experiencias más grandes y hermosas que podemos tener, es la de sentirnos amados. Porque nuestra misma existencia es una prueba de que tanto nuestros padres como el Creador nos aman. Estar vivo es una oportunidad de cuidar nuestra vida, amándola también.
Tiene sentido vivir, porque es una oportunidad de conocer, de aprender, de hacer muchas cosas. Hay mucho mundo por recorrer, hay muchas personas lindas que abrazar, hay vientos frescos que estrechar, hermosas puestas de sol y encantadores amaneceres, y qué decir de revolcarse en las olas del mar o respirar el fresco aroma de las altas montañas. Y cómo no va a tener sentido rodearse de tantos amigos y disfrutar de una cerveza con ellos, en medio de bromas y carcajadas.
La vida tiene el sentido que tú le quieras dar, es la creatividad que le vas poniendo al modo de vida que estás logrando realizar.
La oportunidad ya te la dieron, estando aquí, para que ahora hagas tú lo que te venga en gana, para que ejercites tu libertad.
Ya estás aquí, y ahora hazlo lo mejor que puedas. Ese es el verdadero sentido, qué vas a hacer con lo que ya tienes en tus manos. Ahora tú eliges si tomas la ruta del pesimismo, de la derrota, de sentirte atrapado y víctima. O engalanas tus actitudes con alegría y te lanzas a vivir con disposición a aprender y a superar las dificultades y obstáculos de una manera valiente y positiva.
Nuestra misión es vivir bien, lo mejor que puedas, asimilar y aceptar las cosas como vienen y como son. Cambiar y mejorar las que puedes, y aceptar las que no.
Ese es tu ikiagi, encontrarle sabor a la vida, hacer cosas que te emocionen y agraden mucho, para que crezca tu alegría por vivir. Nadie más lo va a hacer por ti, esa es tu solitaria misión, los demás no te van a hacer feliz, eres únicamente tú quien puede abrir ese tesoro que está en tu corazón, porque sólo tú tienes la única llave que existe.
Por eso la sentencia más grande que nos ha regalado la revelación es amar a Dios y al prójimo, como a ti mismo.
Porque nuestra misión más importante es amarnos, y es amar haciendo el bien. De aquí que cobra más sentido la exquisita sentencia de San Agustín al decirnos que «Ama y haz lo que quieras».
El amor a la vida, te toca trabajarlo nada más que tú. Tú sabrás lo que haces para lograrlo, o de plano desistir y sentirte incapaz y derrotado y lamentarte del fracaso en tus llagas.
Nuestra misión es amar, la tuya es encontrar cómo.
Es reír, tu sabrás de que. Es aprender, ya eligirás los temas. Es viajar, ya decidirás a dónde. Es cosechar lo que sembraste, ya eligirás qué semillas poner y en dónde.
Por Guillermo Dellamary
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