Juan 6, 5-13
Autor: Pablo Cardona
«Jesús, al levantar la mirada y ver que venía hacia él una gran muchedumbre, dijo a Felipe: ¿Dónde compraremos pan para que coman éstos? Lo decía para probarle, pues él sabía lo que iba a hacer. Felipe respondió: Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno coma un poco. Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces: pero ¿qué es esto para tantos? Jesús dijo: Haced sentar a la gente. En aquel lugar había mucha hierba. Se sentaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil Jesús tomó los panes y, habiendo dado gracias, los repartió a los que estaban sentados, e igualmente les dio de los peces cuanto quisieron. Cuando se saciaron, dijo a sus discípulos: Recoged los trozos que han sobrado para que nada se pierda. Entonces los recogieron y llenaron doce cestos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.» (Juan 6, 5-13)
1º. Jesús, ¿qué quieres probar en Felipe?
Está claro que no es su capacidad de cálculo, sino su fe.
Se adelanta Andrés con su descubrimiento ingenuo -cinco panes y dos peces- a la vez que reconoce la insuficiencia del hallazgo: «¿qué es esto para tontos?»
Sin embargo, esto era lo que necesitabas: que pusieran primero todos los medios humanos a su alcance.
Jesús, siempre te comportas igual: me pides primero que ponga todo lo que está de mi parte.
Normalmente es poco, y a veces es hasta ridículo, como los panes de hoy frente a cinco mil hombres.
Pero me lo pides todo.
Ese chico no se quedó con ningún pan, por si acaso le faltaba luego para comer él: lo dio todo.
Y entonces vino el milagro, y aún sobraron doce cestos.
«Y como Él no ha de forzar nuestra voluntad, toma lo que le damos; mas no se da a Si mismo del todo hasta que nos damas del todo (esto es cosa cierta, y porque importa tanto os lo acuerdo tantas veces)». (Santa Teresa).
Jesús, a veces cuando te pido algo -superar un defecto, mejorar en una virtud, conseguir un objetivo, aprobar un examen-, parece que no me lo das; y es que me estas probando.
Me pides los medios humanos: la lucha decidida por arrancar ese defecto o adquirir aquella virtud; esas horas de estudio…
Es poco lo que tengo para darte en comparación con lo que te pido, pero lo que importa es que sea todo lo que puedo.
Y entonces Tú pones el resto, y aún más de lo necesario.
2º. «El Señor ha querido hacernos corredentores con Él.
Por eso, para ayudarnos a comprender esta maravilla, mueve a los evangelistas a relatar tantos grandes prodigios. Él podía sacar el pan de donde le pareciera…, ¡pues, no! Busca la cooperación humana: necesita de un niño, de un muchacho, de unos trozos de pan y de unos peces.
– Le hacemos falta tú y yo, ¡y es Dios! – Esto nos ha de urgir a ser generosos, en nuestra correspondencia a sus gracias» (Forja.-674).
Jesús, has querido hacerme corredentor, es decir, has querido que te ayude en la redención de los hombres.
¿Cómo?
Acercando a los demás a Dios y a la gracia que Tú nos has ganado muriendo en la cruz.
Pero ¿quién soy yo para tanta gente?
¿Cómo puedo yo, que soy tan poca cosa, alimentar espiritualmente a los demás?
Lo primero que necesitas es mi ejemplo.
Mi ejemplo de piedad, de trabajo esforzado, de preocupación por los demás.
Con esos pocos panes, Jesús, vuelves a realizar el milagro, un milagro mucho más grande que el de la multiplicación de los panes: la «multiplicación» de la fe, el acercamiento a la fe de otros.
Jesús, que el darme cuenta de que me necesitas, me urja a ser más generoso, a corresponder con mayor fidelidad a tus gracias.
Que no me quede ahí, escondido entre la masa, guardando egoístamente mis panes y mis peces para que nadie se los coma.
Que sepa ser generoso contigo en lo que me pidas, y Tú me devolverás el ciento por uno.