Lucas 22, 14-20
«Llegada la hora, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo: -«He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros, antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer, hasta que se cumpla en el reino de Dios.» Y, tomando una copa, pronunció la acción de gracias y dijo: -«Tornad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid, hasta que venga el reino de Dios.» Y, tomando pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: -«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía.» Después de cenar, hizo lo mismo con la copa, diciendo: -«Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros.» (Lucas 22, 14-20)
Lucas ha narrado la última reunión de Jesús con sus discípulos incluyendo «un discurso de despedida», y en esto coincide con el evangelio de Juan. La sección Lc 22,14-38 es una unidad literaria cerrada, con dos partes: a) La última cena de Jesús (vv. 14-23).
b) Un discurso de Jesús que se transforma en un diálogo con sus discípulos (vv. 21-38).
El paso entre ambas partes es fluido y sólo se percibe en el cambio de escena de la cena al discurso de Jesús.
Con la descripción de la última cena de Jesús, sus palabras quedan completamente en primer plano. Los elementos narrativos pasan a segundo término frente a ellas y solamente juegan un papel en la introducción y en la conclusión. El texto contiene cinco dichos de Jesús, ordenados concéntricamente; en el centro se encuentran las palabras sobre el pan, que están enmarcadas por palabras acerca de la copa. El primer dicho de Jesús señala el cumplimiento de la cena en el Reino de Dios; el último señala a quien va a entregarlo. El dicho de Jesús en los vv 15-16 está construido en paralelo con los vv. 17-18. Del mismo modo, las palabras de Jesús en los vv 19 y 20 están estructuradas en paralelo.
«Cuando llegó la hora…» Esta expresión, «la hora», es en el contexto de la narración el momento en el que se toma la cena pascual; esto es, después de la caída del sol. También señala el momento de la entrega de Jesús a sus enemigos (cf. Lc 22,48). Lucas limita a los apóstoles el círculo de los que toman parte; son los Doce, a los que había elegido entre la gran multitud de discípulos (cf. Lc 6,12-16). Ellos han salido junto con él de Galilea y se han convertido en testigos de su obra (cf. Hch 1,2 1-22). Así, los lectores pueden estar seguros de que también Judas Iscariote participó en la cena.
Aquí se dice expresamente que esta última cena de Jesús con sus discípulos es una cena pascual. La cena pascual judía tiene una doble dimensión teológica: es una mirada retrospectiva a la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto y al ingreso en la tierra prometida. Sin embargo, es también una visión de la futura acción salvífica de Dios. Jesús ha anhelado comer esa cena pascual con sus discípulos, ya que es la última cena pascual. Por el conocimiento que él tiene de su inmediata e inminente pasión, la última cena logra, junto con las palabras que le acompañan, un sentido más profundo: ésta llega a ser un preanuncio de su definitiva realización en el Reino de Dios. La introducción del discurso «por tanto yo os digo», caracteriza estas palabras de Jesús como proféticas.
Las palabras pronunciadas por Jesús en la cena adquieren en Lucas mayor importancia que en Mateo y Marcos; parece como si Lucas hubiera elaborado estos discursos teniendo presentes las asambleas eucarísticas primitivas. «Hasta que halle su cumplimiento…» de una manera inicial con la institución de la eucaristía, centro de la vida espiritual del Reino fundado por Jesús, y de una manera total y plena al fin de los tiempos.
La Haggadá de la Pascua judía (prescripciones para la celebración en círculos familiares) recuerda cuatro copas en total durante la cena, que son acompañadas respectivamente por una oración de alabanza o de acción de gracias. La narración lucana se apoya en un ritual judío pascual. La fundamentación de las palabras sobre la copa es introducida con la frase «porque les aseguro» de forma paralela a la fundamentación precedente (cf. v. 16). Ella remite asimismo a la inmediata e inminente pasión y muerte de Jesús y conduce la atención del lector a la promesa del Reino de Dios; con la llegada del Reino de Dios, Jesús tendrá una nueva cena. El texto no da una determinación temporal acerca de la venida del Reino de Dios. Hay que considerar que, según la presentación de Lucas, con la acción de Jesús ha irrumpido ya el Reino de Dios (cf. la predicación de Jesús en Nazaret: Lc 4,16-30).
Lucas ha distinguido la Pascua y la copa de los vv 15 y 18, del pan y la copa de los vv. 19 y 20, para establecer un paralelo entre el rito antiguo de la Pascua judía y el rito nuevo de la eucaristía cristiana. La introducción narrativa a las palabras del pan muestra un asombroso paralelo con la multiplicación de los panes para los 5.000 (cf. Lc 9,10-17). Esta pudo, como las propias palabras sobre el pan, estar influida por la praxis litúrgica de la comunidad. «Cuerpo» (sóma) es un concepto típico griego y señala la materia corporal. Platón vio en el cuerpo el sepulcro del alma. Y según Aristóteles, el cuerpo es la materia desde la cual el alma da forma al ser humano. Según esa presentación construida, la escuela filosófica de la Stoa entendió al ser humano como una unidad de cuerpo y alma. Con la muerte del ser humano esa unidad es destruida y el alma inmortal abandona el cuerpo, que se desvanece, lo cual es hasta hoy una convicción que ha llegado a muchos en la cultura occidental. La tradición bíblico-judía piensa otra cosa totalmente distinta sobre ese punto: el ser humano no tiene cuerpo y alma, sino que es cuerpo y es alma. «Esto es mi cuerpo» significa, por tanto, algo así como: «Esto soy yo en mi forma corporal y terrenal y en mi fragilidad corporal; ésta es la prenda de mi presencia real». Este «yo», la persona de Jesús mismo, será entregado «por vosotros». «Haced esto en mi memoria» se refiere al recuerdo que también es memorial del pasado. El pasado no permanece simplemente en el pasado, sino que llega a ser eficaz en el presente.
«La sangre que es derramada» significa que Jesús somete su existencia y su vida a la muerte. En la vida de Jesús, a la que también pertenece esa muerte cruel, se fundamenta la Nueva Alianza. El tema del nuevo pacto es tratado en Jeremías (Jer 31,3 1-34). Lo nuevo de este pacto radica, según el profeta, en que todos tienen el correcto conocimiento de Dios: la ley está escrita en el corazón de cada uno en particular, de modo que el conocimiento de lo ordenado por Dios activa también el comportamiento. Entonces Dios perdonará las culpas de su pueblo. Las palabras del cáliz acerca de que la vida y la muerte de Jesús son el fundamento principal de este nuevo pacto reflejan la convicción de la fe cristiana.
El versículo 21 dice literalmente: «Pues vean la mano de aquel que me entrega, está conmigo en la mesa». Algunas traducciones de Lucas hablan de la «traición» de Judas, pese a que el concepto griego no tiene ese significado. Se trata de un resumen conceptual de sus actos, significa literalmente «entregar» y puede ser traducido, en conexión con el acto de Judas, con «trasladar a una esfera de poder», «ceder», «extraditar» o «exponer». Jesús sigue el camino que le es señalado con anticipación, y este camino es el camino de la cruz. La lamentación o «¡ay!» de Jesús introduce un dicho de juicio en contra de quien va a entregarle. Sin embargo, el pueblo cristiano ha interpretado el acto de Judas como «traición», y con justa razón. Desde entonces, ser un traidor es ser un judas.
La observación de Jesús de que quien lo entregará se sienta a la mesa junto con él y con los otros, ocasiona confusión entre los discípulos. Les parece monstruoso.
La pregunta de los discípulos sobre quién de ellos entregará a Jesús es también la pregunta central. Lucas ya ha advertido acerca de la inminente acción de Judas (cf. Lc 22,3-69); sin embargo, le falta aún comunicarle su experiencia ante los acontecimientos y el asombro que esto ocasionó en el propio círculo de la comunidad cristiana. Queda así en pie la pregunta de quién era Judas y cómo pudo llegar a eso. Se trata de un proceso en el corazón del apóstol traidor, que se convierte en advertencia para todo discípulo.
La narración de san Lucas, está marcada fuertemente por la celebración litúrgica de la cena del Señor tal como se hacía en las comunidades en el tiempo de la redacción de este evangelio. Así, la narración tiene para los lectores un valor de reconocimiento. Ellos deben reconocer que la celebración eucarística de la comunidad es una continuación de la cena comunitaria con Jesús, sólo que ésta se realiza en condiciones distintas: Jesús ya no está presente en su forma terrena- corporal, sino como el Resucitado. La celebración eucarística es, por consiguiente, una mirada retrospectiva desde la vida y muerte de Jesús, pero, por otra parte, también es una perspectiva de la realización del Reino de Dios. Mientras la comunidad celebrante recuerda la acción de Jesús y su anuncio del Reino de Dios y los trae a la memoria, recibe al mismo tiempo el encargo de hacer experimentable el Reino de Dios para los humanos en su propio comportamiento.
La acción de Judas advierte al lector de que, a pesar de tomar parte en la celebración comunitaria, nadie es inmune a abandonar a Jesús y traicionar la causa comunitaria. El que también Judas Iscariote tome parte en esa cena permanece como una advertencia para los lectores frente a su seguridad en sí mismos y su arrogancia. Ya en la última cena con Jesús, los discípulos no pudieron contener su asombro ante lo monstruoso del hecho de que quien entregó a Jesús comió con él a la mesa. Esta irritación acompaña también a la comunidad cristiana en su camino a través de los siglos. Pero, al mismo tiempo, cada comunidad que celebra el memorial de Jesús está invitada a identificarse con la comunidad originaria. Puede experimentar la misma presencia de Jesús a la mesa, pero debe también asumir los mismos desafíos, sobre todo el de la fidelidad al Señor a quien celebra.