Sectas y cultos satánicos ¿Mito o realidad?

Hace un tiempo la Editorial Vaticana L»Osservatore Romano publicó una serie de seis artículos que tratan del creciente problema del culto y prácticas satánicas. Los artículos son de Mons. Angelo Scola con la colaboración del “Grupo de investigación e información sobre las sectas”[1]. El orden que seguiré en esta exposición es adaptado a las circunstancias del trabajo pastoral que realizo en la parroquia. El tema del satanismo es expuesto bajo diversos aspectos:

Fenomenológico:

– El Fenómeno del satanismo en la sociedad contemporánea
-Acciones pastorales de la iglesia frente al fenómeno del satanismo

Doctrinal:

-Las sectas satánicas

-Los ritos, los símbolos y las prácticas satánicas

-Los Ritos Satánicos en el Juicio de la Iglesia

Los motivos que llevan a la práctica de ritos satánicos

– Motivaciones subjetivas de quien se acerca al mundo del satanismo

– La psicología y las verdaderas o falsas posesiones

– Consideraciones finales

Aspecto Jurídico

El Exorcismo

– Qué es un exorcismo?

– Quién puede realizar un exorcismo?

– Condiciones para realizar un exorcismo

– Normas para la realización de un exorcismo

– Verdadera posesión diabólica

Aspecto Fenomenológico
El Fenómeno del satanismo en la sociedad contemporánea[2]
En la sociedad actual está creciendo la adhesión a sectas satánicas, la participación en los ritos introducidos por estas, la invocación de seres demoníacos, el culto personal y solitario del demonio, y la afirmación de ideas provenientes del ambiente satanista.

Definición
Podemos dar una definición general de lo que es el satanismo[3]: “personas, grupos o movimientos que, de forma aislada o más o menos estructurada y organizada, practican algun tipo de culto (por ej: adoración, veneración, evocación) del ser que en la Biblia se indica con el nombre de demonio, diablo, Satanás”. El Diablo o Satán “no es una abstracción, sino que designa una persona, Satanás, el Maligno, el ángel que se opone a Dios”[4].

Para los satanistas el Diablo es considerado como: ser o fuerza metafísica; o como misterioso elemento innato en el ser humano; o energía natural desconocida. Es importante saber que muchas veces no se lo define propiamente. Muchos hablan de la “energía natural desconocida” no dando a conocer a quién se refieren. Se esconde de mil modos y engaña como engañó a nuestros primeros padres[5]. Se lo llama de muchas maneras pero sobre todo se lo invoca a través de diversas prácticas rituales. Nuestro interés es definir no al Demonio[6] sino a los adoradores de éste.

Acciones pastorales de la lglesia frente al fenómeno del satanismo[7]
El reconocimiento de la existencia del fenómeno satanista. Esta es una de las primeras acciones que debemos realizar ya que se ha venido dando una cierta tendencia entre pensadores y teólogos a indicar que no existe ni el demonio ni el infierno. Es un hecho que toca, por tanto, a nuestra fe.
Es un problema complejo: no sólo de carácter religioso. También afecta a otros sectores de la sociedad. En nuestras sociedades es, incluso, considerado un problema de seguridad de Estado, por sus implicaciones en diversos campos.
Debe haber alguien que lo estudie y pueda dar informaciones convenientes y serias a los agentes pastorales, así como a los miembros de las comunidades. Ese conocimiento no puede ser una simple información, sino que debe concluir en una toma de posición desde la fe.
Si se le estudia no es por simple curiosidad, sino para brindar aportes a quienes tienen la tarea de la evangelización directa.
Aspecto doctrinal
Las sectas satánicas
Los grupos son muy diversos algunos están relacionados entre sí otros no, ciertos grupos son desconocidos hasta para las mismas personas que frecuentan el ambiente satanista.
En Estados Unidos se encuentra, la mayor concentración de grupos satánicos conocidos, es decir, que actúan más o menos abiertamente y es también en ese país donde podemos encontrar las mayores referencias bibliográficas sobre el satanismo contemporáneo[8], grupo satanista que ha tenido cierta notoriedad, también después de la observación que como participante ha hecho el sociólogo americano William Sims Bainbridge, es The Process Church of the final Judgement (La Iglesia del Proceso del Juicio Final), surgido en 1965 en Inglaterra y difundido en algunos paises, sobre todo en Estados Unidos antes de su escisión en dos grupos diversos; actualmente The Process se ha extinguido. También se conocen algunos grupos de Inglaterra[9] e Italia[10].
Existen grupos que no se presentan como satánicos, afirmando que practican ritos paganos para relacionarse con las “fuerzas ocultas de la naturaleza”, pero en realidad ponen de manifiesto aspectos que permiten su ubicación dentro del mundo del satanismo[11].
Los ritos, los símbolos y las prácticas satánicas
Los ritos satánicos son un conjunto de gestos y de palabras orientados a provocar un cambio de las situaciones o acontecimientos que no se pueden obtener a través de medios o instrumentos comunes. Es una especie de liturgia invertida.
No se puede excluir que durante estos ritos, algunos grupos lleguen a perpetrar actos de escarnio o profanación de cadáveres, violencias físicas incluso sobre menores y hasta homicidios rituales.
La agrupación en la cual se inspiran algunas sectas satánicas es la Church of Satan[12], fundada en EEUU en 1966 por Anton Szandor La Vey. Este hombre La Vey es escritor de tres libros que constituyen un punto de referencia para el mundo satánico contemporáneo: The Satanic Bible Complete Witch (La Hechicera perfecta de la Biblia Satánica), The Satanic Rituals (Los ritos satánicos) aquí se encuentran ritos en latín, francés, inglés y alemán.
La misa negra es el rito principal. Este rito es oficiado por un celebrante, un diácono, y un subdiácono (servidores); como instrumentos se utilizan cirios, un pentáculo invertido, un cáliz lleno de vino o de licor, una campanilla, una espada, un crucifijo invertido. El altar es una mujer desnuda y los participantes llevan vestidos negros con capucha. El rito imita más o menos lo que es la Misa Católica con las oraciones en latín, francés e inglés. En lugar de invocar el nombre de Dios se invoca Satanás y a diversos demonios; se recita el Padre Nuestro en sentido contrario (padre nuestro que estas en el infierno); se dicen blasfemias contra Jesucristo, y la Hostia es profanada de varias maneras (utilizándola en prácticas sexuales, pisándola repetidamente y con odio).
Los Ritos Satánicos en el Juicio de la Iglesia [13]
Hoy, pululan las más variadas formas de una sacralidad que se podría definir naturalista, una concepción de la naturaleza (del cosmos y del hombre) que -casi al estilo de la era precristiana- vuelve a ser considerada divina en sí misma[14].
“No creer ya en Dios no significa creer en nada; por el contrario, significa creer en todo”. Esta conocida intuición de Chesterton describe bien la condición de muchos hombres de hoy, los cuales, tras abandonar la fe cristiana y decepcionados de la razón iluminista, no consiguen liberarse de la angustia de su soledad radical frente al mundo y al tiempo. Para dominarla recurren a la magia, que permitiría obtener la protección de poderes ocultos, y no renuncian a buscar una alianza con las mismas potencias del mal.
Por esto proliferan las prácticas mágicas; incluso algunos fieles “cristianos” participan en grupos satánicos que practican un culto abiertamente contrario a la religión católica
La acción ordinaria de Satanás consiste en inducirnos al pecado, que es un extravío culpable de la libertad.
La enseñanza del Concilio Vaticano II ilumina esta situación: “El hombre, al examinar su corazón, se descubre también inclinado al mal e inmerso en muchos males que no pueden proceder de su Creador, que es bueno. Negándose con frecuencia a reconocer a Dios como su principio, rompió además el orden debido con respecto a su fin último y, al mismo tiempo, toda su ordenación en relación consigo mismo, con todos los otros hombres y con todas las cosas creadas. De ahí que el hombre está dividido en su interior. Por esto, toda vida humana, singular o colectiva, aparece como una lucha, ciertamente dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas”[15].
Las advertencias de la Sagrada Escritura sobre la ilicitud de los cultos a Satanás son constantes, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. El punto central de la condena de la Biblia es la conciencia de que estos cultos implican un rechazo del único y verdadero Dios; lo que está en juego es el señorío de Dios sobre su pueblo: “Yo, yo soy el Señor, y fuera de mi no hay salvador” (Is 43,1-1).
En la Alianza el Señor había mandado: “A Yahveh tu Dios temerás, a él le servirás, por su nombre jurarás. No vayáis en pos de otros dioses, de los dioses de los pueblos que os rodean, porque un Dios celoso es Yahveh tu Dios que está en medio de ti. La ira de Yahveh tu Dios se encendería contra ti y te haría desaparecer de la haz de la tierra. No tentaréis a Yahveh vuestro Dios, como le habéis tentado en Massá” (Dt 6, 13-16).
La condena veterotestamentaria (A.T.) permanece intacta en el Nuevo Testamento: “Dícele entonces Jesús: ” (Mt 4, 10).
Los escritos apostólicos recogen con fuerza la condena de las brujerías: “Ahora bien, las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios” (Gal.5,1 9-2 1).
Es unánime al respecto la doctrina de los Padres de la Iglesias sobre todo de los primeros siglos del cristianismo, cuando abundaban los ritos mágicos y satánicos. Podemos recordar las palabras de Tertuliano: “De astrólogos, brujos, charlatanes de cualquier clase, ni siquiera se debería hablar. Y sin embargo, recientemente, un astrólogo que se declara cristiano ha tenido la desfachatéz de hacer la apología de su trabajo. (… ) La astrología y la magia son torpes invenciones de los demonios”[16]; así como las de san Cirilo de Jerusalén: “AIgunos han tenido la osadía de despreciar al Creador del paraíso, adorando la serpiente y el dragón, imágenes de aquel que hizo expulsar al hombre del paraíso”[17].
En ninguna época de la historia del cristianismo ha cambiado el juicio de la Iglesia sobre los cultos satánicos. Estos entran en la categoría de la idolatría, porque atribuyen poderes y características divinas a un ser que no es Dios.
Por lo tanto, son actos que apartan radicalmente de la comunión con Dios, ya que es una libre opción por Satanás. Nos encontramos frente a un pecado contra el primer mandamiento de la ley de Dios[18]. “Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, y otras prácticas que equivocadamente se supone «desvelan» el porvenir. La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a «mediums» encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios”[19]
Hay otro aspecto de los cultos satánicos que no podemos olvidar, cierta visión maniquea de la realidad, tal vez inconsciente. Esto es, poner dos principios como fundamento del mundo y del tiempo, luchando entre sí y en busca de adoradores. No hay nada más extraño a la fe católica que ese maniqueísmo. Las repetidas declaraciones del Magisterio de la Iglesia, han reafirmado siempre el carácter de criatura propia del diablo, y el origen del mal en su voluntad, y en la libertad de los hombres.
Tratándose de culto, no nos encontramos frente a una simple debilidad humana, sino frente a una opción libre y radical contra Dios, que debe ser considerada, en su aspecto objetivo, como pecado mortal.
Y de paso conviene recordar, que los ritos satánicos contienen muchas veces, el sacrilegio (particularmente de la Eucaristía), por lo cual es necesario advertir que “Quien arroja por tierra las especies consagradas, o las lleva o retiene con una finalidad sacrílega, incurre en excomunión latae sententiae reservada a la Sede Apostólica”[20].
Esto puede ayudar a descubrir la gravedad de tales prácticas. Lo cual no significa que, en condiciones precisas, no se pueda obtener el perdón.
Las creencias satánicas
Las creencias satánicas varian de un grupo a otro. Hay quienes creen no en la persona del demonio sino en una fuerza o un símbolo, expresión de transgresión, etc.; y los ritos tienen por fin liberar al fiel de los condicionamientos religiosos, morales y culturales.
Es una religión de la carne. Para el satanista la felicidad se debe encontrar aquí y ahora. No existe el cielo para ir despues de la muerte y tampoco el infierno de fuego para el castigo del pecador.
Algunos ven en Satanás un ser real, al cual es posible dirigirse mediantes algunos ritos para obtener algunos favores. Muchos hablan de una “fuerza vital”, poder, algo impersonal, energía… Hay de todos modos una contradicción de fondo en las prácticas satánicas, ya que si una persona no cree ni en Satanás, ni en Dios, ni en la Iglesia, ni en la Eucaristía, no se ve porque se empeña en celebrar la misa negra.
La realidad de Satanás y sus insidias contra los hombres [21]
En este marco se puede hablar, con seriedad y sin caer en exageraciones, de los ritos satánicos como un árbol venenoso que crece en el terreno contaminado de la magia.
Ante todo, no debemos olvidar que la Iglesias por una parte, siempre ha rechazado una excesiva credulidad en esa materia censurando enérgicamente todas las formas de superstición, al igual que la obsesión por Satanás y los demonios, y los ritos y modalidades de maléfica adhesión a tales espíritus.
Por otra parte, y sabiamente, también ha puesto en guardia contra un enfoque puramente racional de estos fenómenos, que termine por identificarles siempre y sólo con desequilibrios mentales.
Hace veinte años no eran raros los discursos teológicos que negaban la existencia del diablo y de su obra real de insidia contra los hombres. Esto llegó a tal punto, que el Papa Pablo VI sintió la necesidad de recordar la fe de la Iglesia sobre esta materia en la audiencia general del 15 de noviembre de 1972: “El mal no es ya sólo una deficiencia, sino una eficiencia, un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad, Misteriosa y pavorosa. Quien rehusa reconocer su existencia, se sale del marco de la enseñanza bíblica y eclesiástica; como se sale también quien hace de ella un principie autónomo, algo que no tiene su origen, como toda criatura, en Dios; o quien la explica como una pseudo-realidad, una personificación conceptual y fantástica de las causas desconocidas de nuestras desgracias”[22].
Estas palabras recogieron las enseñanzas constantes del Magisterio de la Iglesia[23]. “En efecto, el diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena, pero ellos se hicieron a si mismos malos. El hombre, después, pecó por sugerencia del demonio” (IV Concilio de Letrán, contra los albigenses y los cátaros, DS, 800)… Juan Pablo II en el ciclo de catequesis sobre la creación afirma la misma doctrina[24], y el Catecismo de la Iglesia Católica lo expresa claramente cuando habla del diablo de modo subordinado a la historia de la salvación, en el ámbito de la creación y del pecado original. Esta opción priva de raíz toda posibilidad de dualismo que pretenda poner a Satanás al mismo nivel de Dios. La historia de la salvación no es la lucha, en igualdad de condiciones, entre el Dios de misericordia y el padre de la mentira. Está definida, en cambio, por la omnipotencia del Padre, que ha enviado a su Hijo “para destruir las obras del demonio” (I Jn 3,8). No hay más que un principio del ser y, por lo tanto, no hay más que una posibilidad de victoria: toda la obra de Satanás está marcada, desde el comienzo, por las huellas del vencido.
El poder de Satán no es infinito. No es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero sólo criatura; no puede impedir la edificación del reino de Dios. Aunque Satán actúe en el mundo por odio contra Dios y su reino en Jesucristo, y aunque su acción cause graves daños -de naturaleza espiritual e indirectamente incluso de naturaleza física- en cada hombre y en la sociedad, esta acción es permitida por la divina Providencia, que con fuerza y dulzura dirige la historia del hombre y del mundo. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero «nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman» (Rm 8,28).
Aún siendo un vencido, Satanás no cesa de plantear dificultades a los hijos de Dios, porque la victoria de Cristo espera a manifestarse de manera incontrovertible en su parusía. La vida cristiana tiene una dimensión intrínseca de lucha, de la que ninguno se puede ver libre. San Agustin habla de las dos ciudades, contradictorias entre sí; y San Ignacio de Loyola, gran maestro de vida espiritual, en el libro de sus Ejercicios nos ha dejado la famosa meditación de “Las dos banderas”, que expresa con viveza la lucha del cristiano.
Pero la experiencia de la libertad finita introduce -en el status viatoris- la posibilidad del error, que puede llegar, a causa del pecado, hasta la rebelión contra el Bien Supremo. El hombre, en el ejercicio de su libertad, puede elegir un bien finito, considerándolo un Bien absoluto. El tema de la acción del maligno y sus tentaciones y seducciones se sitúa en el contexto de la naturaleza del hombre, limitada y herida.
Aspecto Antropológico-Psicológico
La antropología de algunos satanistas [25]
El elemento central de la identidad del satanismo es la exaltación absoluta de si mismo, unida a una rebelión radical contra lo divino en general y contra el Dios de la Biblia en particular. Los textos más significativos y difundidos del satanismo manifiestan una exaltación y divinización del hombre: “seréis como dioses”, prometía el antiguo tentador, y la promesa permanece immutable hoy.
Aleister Crowley (1875-1947), famoso satanista, explicita la unión que existe entre la exaltación del hombre y la rebelión contra Dios. “No existe ninguna ley -escribe Crowley en el Liber legis- excepto «haz lo que quieras», (Sé fuerte, hombre! Desea y goza todo lo de los sentidos y del éxtasis: no temas que ningún Dios te reniegue por esto. Cada hombre, cada mujer, es una estrella si encuentra la verdadera propia voluntad, de otro modo es un esclavo; y los esclavos deberan servir. Excluye la misericordia: condenados aquellos que tienen compasión! Mata y tortura: no perdones a nadie!”.
En la misma linea se coloca también Anton Szandor La Vey[26]. “Todas las religiones de naturaleza espiritual -escribe La Vey- son invento del hombre” una especie de proyección al infinito de sus deseos frustrados, de todo aquello que el hombre querria hacer sin lograrlo; por el contrario “el satanista cree en la completa gratificación de su ego (n.e.: yo) vive la vida como un party” (n.e.: fiesta) sin renunciar a ninguna satisfacción y sin cultivar ese inútil amor por cada hombre que el satanista considera imposible y absurdo[27].
La ilusión de autodivinización del hombre mediante la rebelión contra Dios es cultivada también en el nivel ritual. El conjunto de los ritos satánicos se representa como una serie de psico-dramas, cuyo fin es liberar a los adeptos del patrimonio inconsciente que traen, del cristianismo en general, y en particular de la religión católica[28].
La aproximación al ambiente del satanismo
Vale recordar que no se es satánico de un día para el otro, sino que es una caída lenta, suave, un trabajo de años que puede haber empezado desde la juventud e incluso la niñez haciendo desaparecer toda idea de Dios de un modo paulatino. Los caminos por los cuales se entra o se va entrando en contacto con lo satánico son:
A) la frecuentación de ambientes esotéricos, mágicos y ocultistas hasta llegar a habituarse a las ideas y prácticas de los mismos, y al deseo de ir más allá para experimentar nuevas vías de conocimiento[29];
B) La participación en reuniones espiritistas para la evocación de seres particulares, en las cuales no es dificil que se llegue a la invocación de espíritus demoníacos y donde se puede encontrar a quien participa tambien en ritos satánicos;
C) El recurso a los magos para afrontar problemas de diverso género que, como muchas veces se prolongan en el tiempo, se trata de solucionar hasta con el recurso a la llamada magia negra, la cual casi inevitablemente introduce en el mundo de los ritos satánicos llevados a cabo por individuos o grupos más o menos organizados;
D) La atracción idolátrica que se manifiesta con respecto a ciertos cantantes y grupos de música rock, a los cuales se permite -mediante el mensaje de sus canciones- blasfemar e invitar al suicidio, al homicidio, a la violencia, a la perversión sexual, al uso de droga, a la necrofilia y a la implicación en el satanismo.
Los motivos que llevan a la práctica de ritos satánicos
Resulta complejo el análisis del mundo de las motivaciones de los que se declaran a favor del satanismo y traducen sus convicciones en comportamientos que van contra corriente, a menudo con efectos de carácter judicial (por ejemplo, la violación de sepulcros, los macabros rituales con matanza de animales, el estrupo de mujeres vírgenes que más o menos consienten, o comportamientos de pérdida del propio control en sujetos psicológicamente frágiles).
– La convicción de obtener ventajas materiales de diverso tipo, incluso con perjuicio para otras personas.
– La voluntad de «contestar» a la sociedad de modo excéntrico y transgresivo; la asimilación interior de las exigencias ambientales como oprimentes tiene como consecuencia la concepción en términos tiránicos del mundo, de la ley (divina o humana) y, más en general, del entorno cultural, social y familiar[30].
– Una morbosa atracción hacia lo que es pavoroso y horrendo tal vez dictada por el deseo inconsciente de exorcizar los propios miedos.
– La respuesta violenta a traumas, a veces sufridos en la infancia.
– La adquisición de poderes particulares que se cree que pueden obtenerse por medio de conocimientos ocultos y por la participación en determinados ritos.
– La satisfacción de desviaciones sexuales a través de experiencias inusuales, que tienen como base algo de oscuro y ritual.
Muchas veces esta opción por lo Satánico está vinculada a una crisis de fe mal resuelta, relacionado a la incapacidad de aceptar: ya sea la experiencia del mal físico; o el vivir serenamente la relación con las normas morales.
Podemos examinar diversas hipótesis teóricamente posibles para llegar a la que nos interesa; alguna de estas posturas se adoptan en momentos de “crisis de fe” y aquí estamos también nosotros:
a) una conversión más plena a Cristo, aceptando su “yugo suave” y pidiéndole perdón por haberlo abandonado temporalmente.
b) negándose a pensar en Dios (ateísmo teórico y práctico), ó de otro modo pensar que, si existiese, sería, por una parte, responsable del sufrimiento; y por otra, fuente de las normas éticas que parecen traer tanta desazón.
c) La tercera hipótesis se puede configurar como el así llamado «creer a su manera» en un dios esculpido por uno mismo, forjado para el propio uso y consumo, de tal modo que consienta aquello que se quiere que é1 consienta y prohíba sólo aquello que está dispuesto a dejarse prohibir; un dios con el cual se puede hablar, si se quiere, pero como se quiera y cuando se quiera; en todo caso un dios diverso de aquel que anuncia la Iglesia (esto se puede hacer individualmente o afiliándose a una de las numerosas sectas que ofrecen una especie de supermercado de lo sagrado).
d) la propiamente satanista: el resultado ultimo de la crisis religiosa de la cual tratamos, no es ni una conversión, ni una forma de ateísmo o agnosticismo más o menos explícitos, sino una rebelión radical contra el Dios de la Biblia, sea que se traduzca en una explícita adoración de Satanás, considerado como un ser personal, o que se reduzca a su invocación o evocación para obtener beneficios, o también que se limite a un uso más o menos simbólico de doctrinas y ritos satánicos para liberarse de residuos de la propia fe o incluso de la propia cultura cristiana.
El acto de fe del satanista es un acto de fe al revés, en el cual expresa su propia fe en esta fuerza cósmica, disolvente y destructiva, de la cual el hombre es, a la vez, dueño y esclavo.
La frustración humana corre el riesgo de explotar de modos descontrolados y extremos; a los “espíritus frustrados” o a cuantos sufren de alguna forma de egolatría aguda, el satanismo parece ofrecerles una alternativa u oportunidad por medio de una burlesca inversión de la religión; para esto se apela al adversario de Dios, dado que el Dios de la fe no parece garantizar la felicidad terrena a la cual se aspira, al menos en los modos y tiempos en los cuales se la querría realizar.
En este contexto se entiende bien el deseo de adquirir un poder más o menos absoluto sobre sí mismo, sobre los otros hombres y sobre las cosas; por esto el satanismo implica la creencia en una cierta forma de magia ritual, que permite hacer propicias las fuerzas ocultas, sea identificándolas lineal y directamente con el Satanás de la Biblia, o bien imaginándolas de una manera más difuminada, impersonal, pero de todos modos relacionado con el lado oscuro del cosmos y de la vida.
Esta suerte de perversa veneración del demonio es porque de él se espera obtener beneficios, o porque se lo asume como modelo de una rebelión contra Dios; ya sea que se conciba a Satanás como persona real (el ser espiritual pervertido y pervertidor de la fe cristiana), sea que se lo entienda como una realidad impersonal, con connotaciones (materia y energía) que lo oponen a la concepción cristiana de Dios; o que simplemente se lo tome como pretexto para crear un signo conscientemente anticristiano de la exaltación de sí mismo.
El verdadero objeto de adoración del hombre que se dedica a prácticas satanistas sigue siendo siempre su «yo», con el deseo desordenado de construirse una felicidad totalmente terrenal sin recurrir a la ayuda de Dios, contando sólo con las propias fuerzas naturales o, en todo caso, con las de Satanás.
Diversos problemas de la sociedad contemporánea contribuyen, ciertamente, a hacer, que el terreno para la siembra satánica sea más fértil, y entre estos encontramos:
– La soledad del individuo dentro de la masa impersonal y amorfa;
– El impacto con ambientes que denigran al cristianismo o que en su propia visión tratan de diluirlo (materialismo, consumismo, hedonismo, etc[31]
– La disgregación de la familia a causa del debilitamiento o de la pérdida de la fe en Dios, único que puede darle amor, armonía y unidad[32].
– La subversión de valores tanto, moral, espiritual y físico, introducen al hombre en una sociedad difícil.
Posibles consecuencias de la participación en ritos satánicos[33]
La participación en sectas y en cultos satánicos deja al hombre cada vez más indefenso frente a Satanás. Aún convencidos por la fe de que el diablo no tiene poder sobre la salvación eterna del hombre, no podemos considerar que la libertad (de modo particular, la libertad en estado de pecado) es omnipotente frente a las insidias del diablo. Cuanto más participa una persona en las prácticas aludidas, tanto más débil e indefensa se encuentra.
En este sentido se puede suponer que los afiliados a sectas satánicas corren el riegos de convertirse más fácilmente en víctimas de realidades como, el “hechizo”, “el mal de ojo”, las “vejaciones diabólicas” y las “posesiones demoníacas”[34].
De diversa naturaleza son las acciones extraordinarias de Satanás contra el hombre, permitidas por Dios por razones que sólo El conoce. Entre éstas podemos citar:
– trastornos físicos o externos (basta recordar el testimonio de la vida de tantos santos).
– intervenciones locales sobre casas, objetos o animales; obsesiones personales, que ponen al sujeto en estados de desesperación.
– vejaciones diabólicas, que se manifiestan en trastornos y enfermedades que llegan a hacer perder el conocimiento, a realizar acciones o a pronunciar palabras de odio contra Dios, Jesús y su Evangelio, la Virgen y los santos.
– finalmente, la posesión diabólica, que es la situación más grave porque, en este caso, el diablo toma posesión del cuerpo de una persona y lo pone a su servicio sin que la víctima pueda resistirse[35].
Todas estas formas por misteriosas que sean, no pueden considerarse sólo situaciones de tipo patológico, como si fueran todas y siempre formas de alteración mental o de histerismo. La experiencia de la lglesia nos muestra la posibilidad real de estos fenómenos. Frente a estos casos, la Santa Iglesia, siempre que haya certeza de la presencia de Satanás, recurre al exorcismo[36]. La celebración de este sacramental, reservado al obispo o a ministros elegidos por él para ese fin, consiste en la reafirmación de la victoria del Resucitado sobre Satanás y sobre su dominio[37].
Junto con los exorcismos, el nuevo Ritual incluye también bendiciones que manifiestan el esplendor de la salvación del Resucitado, ya presente en la historia como un principio nuevo de transfiguración de la vida del hombre y del cosmos. Estas bendiciones son apropiadas para confortar y ayudar a los fieles, sobre todo cuando no se tenga certeza de una acción satánica sobre ellos. Se incluyen, por lo tanto, en la práctica normal de oración de la comunidad cristiana.
Pero el recurso fundamental contra las asechanzas de Satanás es la vida cristiana en su realidad diaria: la celebración frecuente de los sacramentos (sobre todo de la penitencia y de la Eucaristía); la oración; la caridad acompañada de obras, el testimonio gozoso frente a los demás, la pertenencia fiel a la comunidad eclesial; etc.
La psicología y las verdaderas o falsas posesiones
Trastornos físicos, embrujos de casas, objetos o animales; obsesiones e impulsos personales hasta el conato de suicidio; vejaciones que llevan a la pérdida de la conciencia y a acciones deplorables, o a pronunciar frases de odio contra Dios o lo sagrado: son sólo algunas de las manifestaciones ante las que cabe preguntarnos si la persona está realmente poseída por Satanás o más bien padece disociación psicológica o histeria.
Frecuentemente los comportamientos atribuidos a un influjo demoníaco pueden interpretarse, sin duda, como situaciones con raíces patológicas; mientras que en otros casos se pueden presentar como una clara antítesis al proyecto de salvación que Dios tiene sobre sus criaturas y, por tanto, no encuentran una explicación suficiente y convincente con los instrumentos psicológicos y psicosiquiátricos normales.
Los límites entre las situaciones psíquicas y la efectiva influencia demoníaca están poco identificados y son difícilmente identificables, por lo que puede fácilmente pasar por posesión diabólica lo que, en realidad, es sólo expresión de profundos trastornos psicológicos.
Al mismo tiempo, no se puede descartar que, a veces, nos encontremos ante manifestaciones que excluyen las explicaciones de índole psicológica o psiquíatrica y que no encuentran fundamento en los contenidos de lo ya conocido en el mundo científico. En tal caso tendría sentido el recurrir a la hipótesis de la existencia de fuerzas externas al sujeto, que ejercen sobre él un influjo nefasto y destructor.
El aspecto clave del problema, que la investigación psicológica y psiquiátrica todavía no han resuelto, consiste en la correcta distinción entre un comportamiento patológico de índole psíquica y una verdadera posesión diabólica. En tal perspectiva, obviamente, sólo un científico serio, con una mente capaz de superar el reducido campo de su competencia, es capaz de reconocer la posibilidad de posesiones diabólicas[38].
Consideraciones finales
Entre las diversas preguntas que muchos se hacen en relación con el problema del satanismo, está la que tiene por objeto la posibilidad de ver en él una acción explícita del maligno, por ejemplo, mediante la posesión diabólica de quien participa en ritos satánicos. Considero que tal acción no consiste tanto en la manifestación de fenómenos preternaturales, cuanto en una exasperada aversión hacia Dios, Jesucristo, la Virgen María, la lglesia y todas las cosas santas.
Los posibles casos de posesión diabólica que se pueden encontrar entre quienes participan deliberadamente en actividades satánicas, se pueden considerar casos de tipo -por así decir- activo y no pasivo, que derivan del hecho de que son las mismas personas las que voluntariamente se ofrecen al demonio.
De todos modos, el principal problema social, ético y cultural de la aceptación de las ideas y prácticas satanistas consiste en que con ello se llega a aprobar una completa inversión de los valores: lo que objetivamente es equivocado, malo y moralmente desordenado, se asume como modelo justo y liberador para proponerlo a los demás. Es lo de Isaías: “Ay, los que llaman al mal bien, y al bien mal; que dan oscuridad por luz, y luz por oscuridad; que dan amargo por dulce, y dulce por amargo!” (Is.5,20). El lema crowleyano era: «hacer lo que quieras será toda la ley».
Para concluir, después, con la constatación de que el hombre que diviniza la materia, que se considera dios y así se sitúa en el lugar del Creador, inevitablemente va al encuentro de la amarga e inevitable realidad de la propia finitud y de la impotencia humana, sufriendo contragolpes que pueden arrastrarlo a serias consecuencias psicofísicas con caídas de tipo depresivo.
El satanismo muestra, sin duda, una fuerte carga emocional y de evasión hacia lo irracional, que en algunos aspectos es encubierta por una paradójica apariencia pseudoracional que se busca como justificación.
El mal profundo que proviene de todo esto asume aspectos y motivaciones personales y oscuras; y tiene como común denominador de los diversos ritos, símbolos, prácticas y creencias, la negación de la recta razón y una herida profunda a la integridad de la persona humana, cosa que se manifiesta en las aberraciones sexuales, en la sed de poder, en la búsqueda desmedida de dinero o de éxito, en un narcisismo exasperado, todos esos elementos alejan del amor a Dios y al prójimo y de la búsqueda del verdadero bien personal y común. En este mundo donde se tiene la impresión de que el mal vence al bien, cabe recordar “No tengáis miedo”. Esta tranquilidad sólo puede surgir de la convicción de que la liberación del mal y la salvación pasan a través de la obra redentora de Jesucristo Único Salvador del hombre.
Aspectos Legales y Jurídicos del Satanismo [39]
Un análisis de tipo jurídico del fenómeno de las sectas impone una reflexión sobre algunos principios. Así enseña la Iglesia: “el derecho a la libertad religiosa no se funda en la disposición subjetiva de la persona, sino en su misma naturaleza. Por lo cual, el derecho a esta inmunidad permanece también en aquellos que no cumplen la obligación de buscar la verdad y de adherirse a ella y su ejercicio no puede ser impedido con tal que se guarde el justo orden público [40]”. Por lo tanto:
”En el ejercicio de sus derechos, cada uno de los hombres, y grupos sociales están obligados por la ley moral a tener en cuenta los derechos de los otros, los propios deberes para con los demás, y el bien común de todos. Con todos hay que obrar conforme a la justicia y al respeto debido al hombre[41].
– La Sociedad: “la sociedad civil tiene derecho a protegerse contra los abusos que puedan darse so pretexto de libertad religiosa, corresponde principalmente a la autoridad civil prestar esta protección”.
La intervención de la Magistratura se impone, entonces, cuando una secta -satánica o no- realice a través de sus fundadores, de sus sacerdotes o de sus adeptos, acciones penalmente relevantes, es decir, delitos.
Algunas clases de delito que, de forma sumaria, podríamos dividir en: a) delitos de naturaleza patrimonial; b) delitos de naturaleza sexual y, por lo tanto, relativos a la esfera de la libertad de la persona; y c) delitos contra el respeto a los difuntos.
a) Delitos de naturaleza patrimonial: Las sectas satánicas llevan a cabo su actividad antijurídica de naturaleza -económica- mediante la perpetración de estafas, es decir, de actividades que se concretan en trucos o engaños hechos por el agente, que inducen a error a la persona agraviada, llevándola a realizar un acto de disposición patrimonial que para el estafador implica la obtención de un beneficio injusto.
El delito de estafa es consecuencia psicológica del ofrecimiento, por parte de la secta, de prácticas mágicas para la obtención de fines muy diversos en el campo del amor, de la familia, del trabajo, etc.
Con frecuencia, a la estafa le siguen delitos más graves, como la extorsión realizada mediante una acción violenta y amenazadora, que obliga a la víctima a hacer o adquirir algo, proporcionando al agente un beneficio injusto, con el correspondiente daño para la persona perjudicada.
Esta acción criminal se realiza cuando la víctima, al darse cuenta de haber sido engañada, se niega a entregar la suma acordada por la magia prometida, pero no obtenida. En tal circunstancia, el carácter peligroso de la secta se manifiesta por medio de la pretensión violenta de una suma de dinero, produciendo en los sujetos una verdadera situación de «miedo» con respecto a los satanistas.
Las carencias de los adeptos, que acabo de explicar, y que los convierten en presa fácil de los satanistas, tienen un efecto negativo importante sobre las investigaciones que eventualmente se realizan. En efecto, tratándose de personas ligadas a la secta por un vínculo muy fuerte (a veces se habla de un juramento de sangre), la colaboración con la Magistratura y, en general, con los órganos investigadores, se reduce a niveles mínimos, perjudicando el proceso de las investigaciones y la adquisición de elementos de prueba contra los satanistas.
Para personas tan débiles, el haber sufrido los delitos no es, evidentemente, un factor suficiente como para inducirlas a recurrir a los órganos de investigación con las oportunas denuncias.
Por tanto, en el ámbito de las investigaciones sobre el satanismo se puede constatar un verdadero pacto de silencio, análogo al que se puede encontrar en los delitos del ambiente de la mafia, con efectos absolutamente negativos sobre la evolución de las investigaciones.
Esa fuerza de intimidación del vínculo asociativo y de la consiguiente condición de sujeción y de silencio al cometer delitos (asociación de tipo mafioso), parece que puede aplicarse bien al satanismo, considerando las condiciones particulares en que se encuentran sus adeptos, instrumentos en manos de los satanistas, como ya he explicado.
b) delitos de naturaleza sexual: delitos que se pueden relacionar con una secta son los que atañen a la libertad personal sexual, en el sentido que, en el ámbito del rito, con el fin de lograr la relación con Satanás, es necesario realizar actos sexuales.
Las víctimas de tales acciones son, por lo general, mujeres, frecuentemente en estado de incapacidad para entender y querer, porque se les han suministrado bebidas adulteradas o sustancias estupefacientes, o bien son menores, incluso de poca edad.
Estos últimos delitos, en el rito satánico, tienen una peculiaridad propia, pues el producir dolor a un niño -por definición puro y cercano a Dios- significa hacer sufrir a Dios mismo y, por lo tanto, agradar a Satanás.
Es evidente que en tales situaciones, siempre que existan elementos suficientes para actuar, se pone inmediatamente en marcha la intervención de la Policía judicial y de la Magistratura. Se han dado casos criminales de notable gravedad.
c) delitos contra el respeto a los difuntos: Otra clase de delitos que pueden realizar los satanistas son “delitos contra el respeto a los difuntos”..
Se pueden citar, en particular, violación de sepulcros, profanación de tumbas, profanación de cadáveres, destrucción, supresión o sustracción de cadáveres. El uso de cadáveres es esencial en el ámbito del rito satánico; por eso, también en estos casos se produce la intervención represiva y punitiva de la Magistratura.
Ante esta situación, a mi parecer, la tarea más difícil no es la de la Magistratura y de la Policía judicial, que se limitan a realizar una función investigadora y represiva, sino, más bien, la de la familia y la sociedad, que de algún modo deben sostener a los jóvenes y, en general, a las personas que se encuentran en dificultad, a fin de evitar el inútil recurso a sectas satánicas.
Exorcismo
El tema del Demonio y de los exorcismos goza, en este fin de milenio, de una morbosa actualidad: desde hace años es abundantemente tratado en cine, televisión, publicaciones de toda índole, y es tan tomado en cuenta en algunos sectores de la Iglesia, que mereció una llamada de atención formal de parte de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe.
Además, este interés no se limita a discusiones teóricas o a emociones baratas en quien va a ver una película, sino que, con alarmante frecuencia, los medios de comunicación nos informan de crímenes horrendos, con lujo de sadismo, perpetrados por sectas satánicas.
Todo esto ha llevado a mucha gente a pensar que estamos enfrentando la “batalla final” contra el Malo que de tantas formas describe el Apocalipsis, y que hay que enfrentarlo con todas las armas a nuestra disposición, es decir, no sólo con las normales e infalibles de todo cristiano, que son el amor a Dios y al prójimo en una vida recta apoyada en la oración y los Sacramentos, sino que la Iglesia debe facilitar y multiplicar sus exorcismos, puesto que la presencia de ese mal es tan funesta y extensa.
Sin embargo, para un Pastor que quiera considerar responsablemente esos tan aparentemente imperiosos “signos de nuestro tiempo”, el tema del exorcismo, no resulta tan fácil de ser hoy abordado con objetividad, y conviene, por tanto, compartir algunos criterios:
¿Qué es un exorcismo?
El exorcismo, o sea , “el mandato imperativo, mediante la invocación del nombre de Dios, hecho por un ministro legítimo para ahuyentar al demonio de alguna persona, animal, lugar o cosa”, la Iglesia lo considera un “acto de culto divino”, con categoría de Sacramental.
Esto podemos comprobarlo, porque en el Código vigente del Derecho Canónico en su título: “De los Sacramentales” define éstos en el canon 1166 como: “signos sagrados, por los que, a imitación, en cierto modo de los sacramentos, se significan y se obtienen, por intercesión de la Iglesia, unos efectos principalmente espirituales”..
El canon siguiente, el cc.1167, especifica que “sólo la Sede Apostólica puede establecer nuevos sacramentales, interpretar auténticamente los que existen y suprimir o modificar algunos de ellos”, y que “en su celebración o administración deben observarse diligentemente los ritos y fórmulas aprobados por la autoridad de la Iglesia”..
¿Quién puede hacerlos?
En cuanto al ministro que pueda realizarlos, el canon 1168 los reserva “al clérigo provisto de la debida potestad”, aunque acepta que, “según lo establecido en los libros litúrgicos y a juicio del Ordinario, algunos sacramentales pueden ser administrados también por laicos que posean las debidas cualidades».
El canon 1172 menciona expresamente a los exorcismos en sus dos parágrafos:
1. “Sin licencia peculiar y expresa del Ordinario del lugar, nadie puede realizar legítimamente exorcismos sobre los posesos”.
2. “El Ordinario del lugar concederá esta licencia solamente a un presbítero piadoso, docto, prudente y con integridad de vida”.
Ahora bien, no toda invocación del poder divino contra el Maligno es un sacramental: Los exorcismos se dividen en privados y públicos, y éstos a su vez, en solemnes y simples.
Privado es el hecho individualmente, en secreto, por cualquier fiel, Sacerdote o no; Público el que hace el ministro legítimo, por autoridad oficial de la Iglesia y de acuerdo a los ritos previstos.
Simple es el exorcismo público que va unido a otro rito, como son los de Bautismo o de algunas bendiciones; Solemne, en cambio, es el exorcismo público previsto para casos de posesión u obsesión diabólica, de que habla el canon 1172, y el único al que compete la categoría de sacramental.
Condiciones
Por tanto, para el exorcismo público solemne se requieren estas condiciones:
1- Un auténtico caso de posesión diabólica;
2- Licencia expresa y peculiar del Ordinario del lugar;
3- Un ministro presbítero;
4- Que esté dotado de cualidades de auténtica ejemplaridad, puesto que debe distinguirse por su “piedad, ciencia, prudencia e integridad de vida”.
La primera condición: un auténtico caso de posesión diabólica, es, hoy por hoy, la más difícil de comprobar, de modo que antes de abordarla, empecemos por las restantes, que no representan otro problema que el de precisar los términos:
Por lo que toca a quien debe examinar y autorizar, queda claro que sólo el Obispo local o quien haga legítimamente sus veces (no el Ordinario religioso ni ninguna otra autoridad), puede permitir un exorcismo público solemne, y no puede suponerse su licencia, sino que ésta tiene que ser peculiar (es decir: para cada caso) y expresa. Esta no puede él otorgarla sino a quien está investido del Orden del Presbiterado, y además que sea ejemplar, no sólo por su piedad e integridad de vida, sino también por una sólida ciencia y prudencia.
En la práctica, pues, no deberá pensar sólo en un Sacerdote piadoso y fiel, sino en alguien especialmente calificado por sus conocimientos teológicos y su prudencia ante los conflictos (podría decirse que el Vicario General o el Episcopal podrían ser los exorcistas más calificados, puesto que el canon 478 » 1 pide para ellos precisamente esas cualidades).
Puede existir un Oficio de Exorcista, por el que el Sacerdote que lo recibe no requiera de un permiso peculiar para cada caso, sino que quede facultado para hacer exorcismos en general, pero esto requiere un procedimiento mucho más serio, pues es la Conferencia Episcopal (no el Obispo individual), quien debe solicitarlo a la Santa Sede.
Estas normas, lejos de haberse derogado o mitigado, fueron expresamente urgidas por la Congregación de la Fe el 29 de septiembre de 1985, en un documento que conviene transcribir integro:
Se recuerdan las normas para los exorcismos [42]
«Excelentísimo Señor:
Ya hace algunos años, entre ciertos grupos eclesiales, se multiplican las reuniones de oración con el preciso objeto de obtener la liberación del influjo de los demonios, aunque no se trata de exorcismos en sentido estricto; tales reuniones se desarrollan bajo la guía de laicos, incluso si está presente un Sacerdote.
Dado que ha sido consultado a la Congregación para la Doctrina de la Fe qué se debe pensar de estos hechos, este dicasterio considera necesario informar a los obispos de la siguiente respuesta:
I) -El canon 1172 del Códice de Derecho Canónico declara que nadie puede proferir legítimamente exorcismos sobre los obsesos si no ha obtenido especial y expresa licencia del Ordinario del lugar (Parágrafo 1), y establece que esta licencia debe ser concedida por el Ordinario del lugar sólo a presbítero dotado de piedad, ciencia, prudencia e integridad de vida (Parágrafo 2). Por lo tanto, se ruega vivamente a los obispos que urjan la observancia de estos preceptos.
2) -De éstas prescripciones se sigue que a los fieles ni siquiera es lícito usar la forma del exorcismo contra Satanás y los ángeles rebeldes, extraída de la publicada por orden del Sumo Pontifice León XIII, y mucho menos les es lícito usar el texto íntegro de este exorcismo. Los obispos, en caso de necesidad, procuren advertir a los fieles de este asunto.
3) -Finalmente, por las mismas razones, se ruega a los obispos que vigilen para que -aún en los casos en que se excluya una verdadera posesión, pero parezca revelarse un cierto influjo diabólico- quienes carecen de la debida facultad, no dirijan reuniones durante las cuales se recitan oraciones para obtener la liberación, en cuyo decurso se interroga directamente a los demonios y se trata de conocer su identidad.
El recordar estas normas sin embargo, de ninguna manera debe alejar a los fieles de orar para que, como nos ha enseñado Jesús, nos liberemos del mal (Cfr. Mt 6,13).
En fin, los pastores podrán aprovechar esta ocasión para recordar cuanto la tradición de la Iglesia enseña acerca de la función que tienen los sacramentos y la intercesión de la Santisima Virgen María, de los ángeles y de los santos en la lucha espiritual contra los espíritus malignos.
Aprovecho la ocasión para manifestarle los sentimientos de la más viva consideración.
«Afectísimo en el Señor, José Card. Ratzinger, Prefecto. Alberto Bovone, Secretario”
Verdadera posesión diabólica
La condición más difícil para proceder a un exorcismo es la “verdadera posesión diabólica”. Resulta fácil sentirse inclinado a pensar en una presencia demoníaca cuando se está frente a horrores como las matanzas colectivas sin sentido, las crueldades con que se tortura a seres humanos inocentes, los crímenes cometidos por narcosatánicos. En todos estos casos parecería que estamos frente a una maldad sobrehumana.
Pero un espíritu sereno no debe guiarse por opiniones ni por impresiones. Ya el Ritual Romano, aunque data de hace casi 400 años y que sus conocimientos médicos eran tan primitivos que aún hablaba de la “bilis negra”, como posible explicación natural de los trastornos que solían atribuirse al demonio, se mostraba sumamente cauto.
En su norma tercera ordenaba no creer fácilmente: “en primer lugar no crea fácilmente que alguien sea atacado por el demonio”; exigía signos evidentes, tales como: “hablar una lengua desconocida por medio de muchas palabras, o entender al que lo habla, descubrir cosas distantes y ocultas, exhibir una fuerza superior a la situación natural de su edad o de su condición; y otras cosas de esta especie”.
El mismo Ritual no consideraba todavía definitivos estos signos, sino sólo “maiora indicia” (indicios mayores) y por eso en el caso de que se dieran varios juntos: “los cuales, cuando concurren muchos, entonces serán mayores las manifestaciones”.
Entre estos -id genus- (n.e.-. de esta especie) apuntaba en su norma 16 la aparición de convulsiones o de tumores anormales: “cuantas veces vea al atacado que es perturbado en alguna parte del cuerpo, o lesionado, o aparecer un tumor en alguna parte, ahí haga el signo de la cruz, y rocíe agua bendita, la cual por tanto tenga al alcance”.
Estos criterios, que parecerían ser suficientemente claros en el tiempo en que se redactó el Ritual Romano, resultan insuficientes ahora, porque a la luz de las modernas ciencias, sabemos que pueden tener explicaciones naturales.
No podemos afirmar que nunca se dan casos de verdadera posesión diabólica, sin embargo, en acatamiento a las normas de la Iglesia, no se debería pensar en facilitar o multiplicar el recurso de los exorcismos, sino por el contrario, ser doblemente cautos.
El obispo, solicitado a conceder el permiso para proceder a un exorcismo, tome en cuenta que es riesgoso concederlo en casos de pseudo-posesión (n.e.: falsa posesión) porque la víctima puede afirmarse aún más en su convicción de estar poseída y puede descuidar las precauciones del caso y de un tratamiento médico adecuado.
Por el P. Raúl Montfort
NOTAS
[1] Se puede confrontar con los artículos publicados en “L’Osservatore Romano”. Edición lengua española, de los meses de Enero y Febrero de 1997. Seguimos estos artículos en su estructura general.
[2] Giuseppe Ferrari L»Osservatore Romano n.4-1465 Enero 24,1997.
[3] Satanism: Worship of the devil, a blasphemous inversion of the order of worship that is due to God alone. (CATHOLIC DICTIONARY . Reverend Peter M.J. Stravinskas, Ph.D., S.T.L. Our Sunday Visitor»s Catholic Dictionary).
[4] Catecismo de la Iglesia Católica n.2851-2852.
[5] “Detrás de la elección desobediente de nuestros primeros padres se halla una voz seductora, opuesta a Dios que, por envidia, los hace caer en la muerte. La Escritura y la Tradición de la Iglesia ven en este ser un ángel caído, llamado Satán o diablo. La Iglesia enseña que primero fue un ángel bueno, creado por Dios. «Diabolus enim et alii daemones a Deo quidem natura creati sunt boni, sed ipsi per se facti sunt mali» («El diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos»). [Concilio de Letrán IV]”, (Catecismo de la Iglesia Católica n.391).
[6] “Satán o el diablo y los otros demonios son ángeles caídos por haber rechazado libremente servir a Dios y su designio. Su opción contra Dios es definitiva. Intentan asociar al hombre en su rebelión contra Dios”. (Catecismo de la Iglesia Católica n 414).
[7] Mons.Mario Moronta R. Obispo de Los Teques, Venezuela. Cfr. L»Osservatore Romano n.9-1470, Febrero 28, 1997.
[8] Entre los grupos conocidos que han surgido en Estados Unidos y están todavía en actividad encontramos Church of Satan (n.e.: Iglesia de Satanás), Temple of Set (Templo de Set), Order of the Black Ram (Orden del Carnero Negro), Werewolf (Orden del Hombre-lobo), Worldwide Church of Satanic Liberation (Orden de la Iglesia Universal de Liberación Satánica), Church of War (Iglesia de Guerra). Entre aquellos que despues de algunos años parece que han dejado de actuar encontramos: Church of Satanic Brotherhood (Igiesia de la Fratemidad Satánica), Brotherhood of the Ram (Fraternidad del Carnero), Our Lady of Endor Coven (Nuestra Señora de Endor Coven), The Satanic Orthodox Church of Nethilum Rite (La Iglesia Satánica Ortodoxa de Rito Nethilum), The Satanic Church (La Iglesia Satánica), existen, además, organizaciones sobre las cuales es difícil establecer si han cesado o no su actividad, como, por ejemplo, la denominada Ordo Templi Satanis (Orden del Templo de Satanás), cuyos escritos tienen cierta difusión a través de Internet.
Otro grupo satanista que ha tenido cierta notoriedad, tambien despues de la observación que como participante ha hecho el sociólogo americano William Sims Bainbridge, es The Process Church of the final Judgement (La Iglesia del Proceso del Juicio Final), surgido en 1965 en Inglaterra y difundido en algunos países, sobre todo en Estados Unidos antes de su escisión en dos grupos diversos; actualmente The Process se ha extinguido.
[9] En Inglaterra se ha detectado también la presencia de otras dos organizaciones satánicas conocidas: Order of the Nine Angels (Orden de los Nueve Angeles) y Dark Lily (Lirio Oscuro); mientras en Nueva Zelanda actuaba el grupo Ordo Sinistra Vivendi (Orden Siniestra de Vivir), anteriormente denominado Order of the Left Hand Path (Orden del Sendero de la Mano lzquierda).
[10] En Italia, entre las sectas satánicas de las que se sabe algo, porque de un modo u otro han llegado a la notoriedad de la crónica, podemos citar: Bambini di Satana (Chicos de Satanás), Chiesa di Satana di Filippo Scerba (Iglesia de Satanás de Felipe Scerba), Chiesa Luciferiana di Efrem Del Gatto (Iglesia de Satanás de Efren del Gato), Impero Satan ico delta Luce degli In feri (Imperio Satánico de la Luz del Infierno), o Seguaci del Maestro Loitan (Seguidores del Maestro Loitan).
[11] Es importante notar que algunas personas participan de ritos que no son dados al verdadero Dios y por tanto la desvían de la verdadera adoración o creencia. Hay muchos incluso que invitan a un Amisticismo@ de oración o meditación confuso o que confunde.
[12] El signo de esta secta es el llamado sello de Baphomet, esto es, la cabeza de un chivo dentro de un pentáculo invertido (estrella de cinco puntas boca abajo), inscrito en un círculo, con cinco letras hebreas en el extremo de cada punta y todo esto encerrado en un círculo.
[13] Por Mons. Angelo Scola, Rector de la Pontificia Universidad Lateranense, (L»Osservatore Romano n. 8-1469, Febrero 21, 1997).
[14] Algunos paganos de la antiguedad pretendían que la naturaleza era divina en su esencia, que contenía en sí misma el principio de la divinidad, lo que conducía el panteísmo: la divinidad seria entonces el conjunto de todos los seres de la naturaleza.
[15] Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, n.13.
[16] Tertuliano, De idolatria, IX, 1.
[17] San Cirilo de Jerusalén, Sexta Catequesis Bautismal, n. 10.
[18] Cf. Catecismo de la Iglesia católica, n. 2110 ss.
[19] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2116.
[20] Código de Derecho Canónico, c.1367.
[21] Cfr. Mons. Angelo Scola, L»Osservatore Romano n. 8-1469, Febrero 21, 1997.
[22] L»Osservatore Romano, edición en lengua española, 19 de noviembre de 1972, p.
[23] Cfr. Siglos V-VI: DS, 286, 291, 325, 457-463; siglo XIII: DS, 797; siglos XV-XVI: DS, 1,349, 151 1; siglo XVI 1: DS, 2,192, 2,241, 2,243-2,245, 2,251; siglo XX: DS 3,514), especialmente la del Concilio IV de Letrán, celebrado en el año 1215, cuyo contenido ha sido analizado minuciosamente en el documento “las múltiples formas de la superstición”, publicado por la Congregación para la doctrina de la fe (26 de junio de 1975).
“En efecto, el diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena, pero ellos se hicieron a si mismos malos. El hombre, después, pecó por sugerencia del demonio» (IV Concilio de Letrán, contra los albigenses y los cátaros, DS, 800)
[24] Cfr. Catequesis de Juan Pablo II de Julio y Agosto de 1986
[25] L»Ossevatore Romano n. 5-1466 enero 31, 1997. Por Andrea Porcarelli, Director responsable de la revista «Religioni e sette nel modo», Profesor de Filosofía y Ciencia de las Religiones en el «Studio Filosofico Domenicano» de Bolonia, afiliado a la Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino de Roma.
[26] Antor Szandor La Vey (nacido en 1930) que inicia su Biblia de Satanás (Avon, Nueva York 1969) con “nueve afirmaciones satánicas”, una suerte de himno al deseo humano de autogratificación psicofísica a cualquier precio, tanto en la relación con uno mismo “Satanas represenas la indulgencia en lugar de la abstinencia. Satanás representa la existencia vital en lugar de los inútiles sueños espirituales”, como en relación con los demás “Satanás representa la venganza en lugar de presentar la otra mejilla” y, sobre todo, en relación a Dios y a sus normas morales “Satanás representa al hombre en cuanto no es más que otro animal, alguna vez mejor, pero más frecuentemente peor que aquellos que caminan a cuatro patas; hombre que en razón de su supuesto «desarrollo divino intelectual y espiritual» se ha convertido en el animal más vicioso de todos. Satanás representa a todos los así llamados pecados, en la medida que llevan a la gratificación física, mental y emocional”.
En este manifesto del satanismo ya aparecen con claridad los síntomas de una profunda rebelión en relación a la religión en general y a la religión cristiana en particular. Al continuar la lectura de la Biblia de Satanás se choca con un pequeño capitulo que tiene este significativo título: wanted! God dead or alive. (n.e.: se busca! Dios, vivo o muerto); en este se afirma el sin sentido de un cierto deseo de relación con aquel Dios al cual los hombres se volverían solamente para encontrar alivio en el mal físico y perdón en el moral: la negación de Dios es la condición satanista para la realización del hombre, en el sentido de que el satanista no debe inclinar la cabeza frente a nadie y debe encontrar en si mismo todos los recursos necesarios para construir la propia felicidad aquí, en la tierra.
[27] “tu no puedes amar a todos; es ridículo pensar que puedes hacerlo; si tu amas a cada uno y a todos, pierdes tu natural capacidad de selección. (… ) El amor es una de las emociones más intensas que experimenta el hombre; la otra es el odio. Esfuérzarte por sentir amor indiscriminadamente es muy antinatural (… ) Si no estás en condición de sentir una de estas emociones, tampoco llegas a experimentar plenamente la otra”. ( Biblia de Satanas-La Vey)
[28] cf. The Satanic Rituals, Avon, Nueva York 1972.
[29] Conocimiento de cosas ocultas, conocimiento del futuro, conocimiento de los demás, “conocimiento del bien y del mal” como fue la antigua y bien conocida tentación: “Replicó la serpiente a la mujer: *De ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiéreis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal” (Genesis 3, 4-5)
[30] Uno puede ser fiel y vivir con alegría sabiendo que la fidelidad es un don que manifiesta el amor; o puede mantenerse fiel sintiéndose deprimido, amargado, triste por tener que luchar contra las ocasiones que se presentan, las tentaciones, etc. Muchos piensan que los mandamientos son opresivos, tienen una visión negativa de la Ley divina; esto se traduce también en una relación negativa con la divinidad.
[31] «El eclipse del sentido de Dios y del hombre conduce inevitablemente al materialismo práctico, en el que proliferan el individualismo, el utilitarismo y el hedonismo. Se manifiesta también aquí la perenne validez de lo que escribió el Apóstol: *Como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios, Dios los entregó a su mente insensata, para que hicieran lo que no conviene (Rm 1, 28)». (Juan Pablo II, Evangelium Vitae n.23).
[32] “Se extiende por todo el mundo -incluso después de la caída de las ideologías que habían hecho del materialismo un dogma y del rechazo de la religión un programa- una especie de ateísmo práctico y existencial, que coincide con una visión secularizada de la vida y del destino del hombre. Este hombre enteramente lleno de sí, este hombre que no sólo se pone como centro de todo su interés, sino que se atreve a llamarse principio y razón de toda realidad, se encuentra cada vez más empobrecido de aquel suplemento de alma que le es tanto más necesario cuanto más una gran disponibilidad de bienes materiales y de recursos lo hace creer falsamente autosuficiente. Ya no hay necesidad de combatir a Dios; se piensa que basta simplemente con prescindir de El”. (Juan Pablo II. Pastores Dabo Vobis n.7).
[33] Cf. Mons. Angelo Scola, L»Osservatore Romano n. 8-1469, Febrero 21, 1997.
[34] Cf. Conferencia episcopal toscana, “A proposito di magia e demonologia. Nota pastorale”, 1 de junio de 1994, n..13
[35] Cf. Op.cit, n. 14.
[36] El catecismo nos recuerda esta praxis eclesial: «El exorcismo intenta expulsar a los demonios o liberar del dominio demoníaco gracias a la autoridad espiritual que Jesús ha confiado a su Iglesia. Muy distinto es el caso de las enfermedades, sobre todo psíquicas, cuyo cuidado pertenece a la ciencia médica. Por tanto, es importante asegurarse, antes de celebrar el exorcismo, de que se trata de una presencia del maligno y no de una enfermedad» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1673).
[37] Código de Derecho Canónico, c. 1172.
[38] Esto se verá con mayor detenimiento cuando hablemos del Exorcismo.
[39] Por Lucia Musti, Fiscal sustituto de la República Italiana en el Tribunal de Bolonia. L»Osservatore Romano n. 7-1468 febrero 14, 1997.
[40] Conc. Vat. II, Dignitatis Humanae, n.2.
[41] Conc. Vat.II, Dignitatis Humanae, n7.

[42] CONGREGACION PARA LA DOCTRINA DE LA FE. Carta Inde ab aliquot annis, mandada a los Ordinarios de lugar. Se recuerdan las normas vigentes para los exorcismos, 29 de septiembre de 1985. Prot. n. 291/70: AAS 77(1985), pp 1169-1170.

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