El tiempo que vivió Jesús con los discípulos antes de la Ascensión fue de cuarenta días. Casi una vida. Con todo lo experimentado conviven con Jesús, hablan, preguntan, escuchan. Y Jesús les aclara sin prisas, pero con la luz nueva, su victoria sobre la muerte y de la resurrección."Después de su Pasión, se presentó vivo con muchas pruebas, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles de los referente al Reino de Dios. Mientras estaba a la mesa con ellos les mandó no ausentarse de Jerusalén, sino esperar la promesa del Padre: La que oísteis de mis labios: que Juan bautizó con agua; vosotros, en cambio, seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días.Los allí reunidos le hicieron esta pregunta: ¿Es ahora, Señor, cuando vas a restaurar el Reino de Israel? El les contestó: No es cosa vuestra conocer los tiempos o momentos que el Padre ha fijado con su poder, sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra"(Act).Algunos le preguntaron sobre el Reino y su restauración. Ese reino se realizará en las almas con la colaboración de la gracia de Dios y de la libertad, después se extiende a través de la acción de los cristianos y del Espíritu Santo en las estructuras humanas. Sólo en la segunda venida de Cristo quedará definitivamente asentado, sin ningún enemigo que pueda ensombrecer su luz. Pero la impaciencia de los hombres continúa. Y Jesús les aclara que están en tiempos de misericordia y que Dios tiene sus planes para los hombres. De momento lo que deben hacer es ser fieles a todo lo que conocen, y extender la buena nueva de la salvación hasta los confines de la tierra. Dios quiere salvar a los hombres, pero contando con la colaboración humana. Es un tiempo de misericordia, pero también de la libertad de gloria de los hijos de Dios.Reproducido con permiso del Autor,Enrique Cases, Tres años con Jesús, Ediciones internacionales universitariaspedidos a eunsa@cin.es