Cuaresma: ¿se pueden exigir privaciones a los niños?

La Cuaresma puede percibirse, en un primer momento, como algo fastidioso porque constituye una privación de ciertos placeres. A este respecto, es razonable preguntarse si tenemos que imponer alguna a nuestros hijos

Resulta sorprendente constatar el miedo que invade a los cristianos en el momento de la Cuaresma. Ante la mera idea del Miércoles de Ceniza y del Viernes Santo y el pensamiento de tener que restringirse nos ponemos a rezongar interiormente.

Admitámoslo, la penitencia nos da miedo y nos hace huir hasta el punto de hacer decir a muchos cristianos (y a veces también a los mismos pastores) que, para hacer una buena Cuaresma, lo importante es acercarse a Jesús, hacer un donativo a una obra católica y así estar en la caridad.

Estas palabras nos convienen mucho como consumidores en una sociedad en la que ya no sabemos vivir con una carencia.

Seamos objetivos… ¿Qué queda entonces de la Cuaresma, qué hacemos concretamente? ¿Un cuenco de arroz en la cantina o en la parroquia que nos desculpabiliza de una vez por todas? ¿Un óbolo a los desheredados de África y nos generamos buena conciencia a un módico precio? ¿Por qué pensar que amar más a Jesús no podría transmitirse a través de la privación y el ayuno?

Privarse para el otro ¿no es mostrarle que lo amamos? Hay que reconocerlo, estas privaciones nos resultan difíciles y nos muestran nuestra debilidad. Sin embargo, es un medio que Jesús escogió para mostrarnos su amor. Él se privó hasta dar su vida para salvarnos.

Hacer la Cuaresma en familia

Así que sí, sin temor a pasar por alto lo esencial, puedo proponer e incluso exigir a mis hijos que supriman la mermelada, la Nocilla en el pan y el iPad toda la semana, y ofrecerlo todo al Señor como señal de nuestro amor por Él. Así, todos juntos, decidimos unirnos un poco al sufrimiento de Cristo.

Juntos, porque juntos conseguimos impulso y valor para mantener el esfuerzo. ¡Juntos porque un cristiano solo es un cristiano en peligro que olvidará hacer su Cuaresma! Así, juntos, celebraremos la Pascua en esta alegría renovada de sabernos salvados, ¡una alegría manifestada en el retorno de la Nocilla y de las pantallas!

Este tiempo se nos propone para convertirnos, para volver nuestra mirada hacia Dios. Para ello, es necesario despegarnos de las cosas materiales para apegarnos a las cosas de Dios. La penitencia nos permite este movimiento.

¿No es demasiado pronto para los niños? Eso sería subestimar su capacidad para acercarse a Dios, su deseo a veces tan espontáneo de imitar a Jesús. Enmascararles la verdad de la Cuaresma sería suprimir la oportunidad de lograr grandes cosas, más allá de esas privaciones. No hay duda de que los niños sabrán decir, una y otra vez, desde el fondo de su corazón: “Lo hago por Ti, Jesús”.

Imponernos e imponer a nuestros hijos estas mortificaciones es también acordar vivir y dar a vivir plenamente la alegría de la Pascua a los corazones agravados por el Deseo. Cuarenta días sin chocolate o sin pantallas es mucho, pero ¿acaso no es fidelidad lo que se espera de quien ama?

Inès de Franclieu
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