Los padrinos

 El Sacramento del Bautismo

Diremos unas palabras acerca del oficio de padrino. Por principio de cuentas, debemos entenderlo como algo que va más allá de un vínculo humano o un compromiso social. Cuando los padres de un recién nacido piensan en un pariente o amigo como padrino de su hijo, lo que en realidad piensan es: ‘Si por alguna razón no pudiéramos velar por la vida cristiana de nuestro hijo, pensamos que ésa es la persona más indicada para ello’. O, por lo menos, así deberían pensar los padres. La obligación del padrino no concluye al salir del templo después del bautizo sino que en realidad acaba de comenzar: ha asumido una responsabilidad ‘de por vida’ hacia el bien espiritual del ahijado o ahijada.

Esta responsabilidad se cumple, en la mayoría de los casos, rezando por el ahijado y dándole buen ejemplo de vida cristiana. Pero si mueren los padres, o descuidan la formación católica del hijo, se convierte en un deber para el padrino o la madrina hacer todo lo que esté en su mano para suplir tal carencia. Muchas veces es ésta una situación delicada que requiere discreción. Si a los padrinos les faltara prudencia, los padres podrían echarlos por entrometidos. Pero si sucede que Rosita tiene ya diez años cumplidos y no hay indicios de que la preparan para su primera comunión, entonces la madrina debería acercarse a la madre y decirle algo como esto: ‘Ya sé, fulanita, que estás muy ocupada; ¿te importaría que me viniera los jueves por aquí y me llevara a Rosita al Catecismo?’

Resulta necesario, por tanto, que los elegidos para ser padrinos vivan como buenos católicos. Un viejo refrán dice que nadie da lo que no tiene. Puede resultar interesante invitar al tío Pepe como padrino, pues el tío Pepe tiene una posición económica muy desahogada. Sabemos que va a la Iglesia sólo en las bodas, pero a lo mejor se acuerda del niño en su testamento. Pero si recordamos que todas las riquezas del tío Pepe no serán capaces de comprarle al niño un boleto para el cielo, tacharemos su nombre de la lista de candidatos a padrino.

Ya que los padrinos tienen que suplir a los padres si surgiera la necesidad, es evidente que éstos no pueden ser los padrinos: no pueden suplirse a sí mismos. Tampoco, por motivos análogos, es aconsejable invitar de padrinos a personas muy ancianas, o que residan habitualmente en un país extranjero, o en ciudades muy distantes que dificultarían el cuidado del ahijado. Aparte de estas consideraciones, cualquier buen católico que haya cumplido 16 años y esté confirmado, puede ser elegido para esta misión.

www.minostercermilenio.com