Vida natural y sobrenatural
En la Antigüedad existían numerosas purificaciones. Las encontramos en los misterios eleusínicos y báquicos, en el culto extraegipcio a Isis, en los misterios de Mitra, etc. Los egipcios, persas, hindúes, griegos, babilonios y la casi totalidad de los pueblos antiguos están de acuerdo en que quien quiera presentarse ante la Divinidad debe lavar su impureza como se lavan las suciedades del cuerpo. En ello anida una oculta esperanza de ascenso vital, sobre todo en la mística de Hermes, en Egipto, uno de los países de mayor fertilidad del mundo antiguo. Pero en todos los casos el acento no radica en el renacer y revivir, sino sólo en la purificación.
El Bautismo cristiano es de tal manera distinto, en su más íntimo sentido, de los demás ritos purificadores extracristianos que no cabe deducirlo de ellos. No deriva de ritos precedentes, sino que en su mismo origen es cristiano: ninguna de las abluciones purificadoras de la antigüedad llega a la expresión del Bautismo-sacramento: la aparición de un nuevo ser, de una nueva criatura a la que le ha sido infundida una nueva vida, y ésta divina.
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