La fe y el Big Bang

En un momento dado, acaso hace diez o quince mil millones de años, se produjo algo que no fue propiamente hablando una explosión, sino más bien una brusca dilatación, acompañada por una enorme liberación de energía en el vacío. Esta energía se fue transformando en materia en el transcurso de la dilatación del punto físico inicial hasta formar, en virtud de una serie de metamorfosis (la palabra es impropia, pero cualquiera otra también lo sería) el universo en expansión continua, cuya inmensidad desafía el alcance-de nuestros telescopios.

Como lo prueba el desplazamiento del espectro de las galaxias hacia el rojo, el universo está en expansión; algo así como- las oleadas concéntricas de unos fuegos artificiales. Para que las galaxias se desplacen es preciso que hayan tenido un punto de partida. Se supone, pues, que al principio toda la masa del universo estaba condensada en un núcleo imperceptible; mucho más pequeño que una cabeza de alfiler, en el que reinaba un calor espantoso. En un momento dado, acaso hace diez o quince mil millones de años, se produjo algo que no fue propiamente hablando una explosión, sino más bien una brusca dilatación, acompañada por una enorme liberación de energía en el vacío. Esta energía se fue transformando en materia en el transcurso de la dilatación del punto físico inicial hasta formar, en virtud de una serie de metamorfosis (la palabra es impropia, pero cualquiera otra también lo sería) el universo en expansión continua, cuya inmensidad desafía el alcance-de nuestros telescopios.

Esta teoría, originada hace unos sesenta años en las observaciones del astrónomo belga Lemaltre y recogida más recientemente por el físico Gamow, que la ha difundido con el expresivo nombre de "Big Bang" o "Gran Explosión" primordial, ha sido admitida y adoptada hoy por la mayoría de los astrofísicos. Como asigna un comienzo al universo no es en absoluto contraria a la doctrina judeocristiana de la Creación, y la Iglesia podría apoyarse en ella sin reserva alguna para proporcionarle, por fin, una base científica a su predicación."

[Respuesta de André Frossard]

Sin embargo, aunque es cierto que el relato de la creación se abre en la Biblia con la evocación de un "caos", vagamente referido a la nube de partículas (más exactamente, de "quasars") que habrían seguido al Big Bang, también es verdad lo que nos dice el Evangelio: "En el principio existía el Verbo"(1) ó la Palabra, y no otra cosa.

La Iglesia ha procurado siempre no comprometerse con ningún sistema científico. Confió durante un tiempo en la teoría de Ptolomeo, que situaba la-tierra en el centro del mundo, y luego vinieron Copérnico y Galileo que la pusieron entre el enjambre de las estrellas del firmamento, y los eclesiásticos se vieron obligados a seguirles después de una vana tentativa de resistencia. Las teorías científicas poseen la gran ventaja de estar sujetas a revisión, y no tendría nada de particular que a la hipótesis del Big Bang sucediera otra que; en lugar de hablar de expansión, defendiera que las galaxias describen sus majestuosas curvas para confluir en un punto de atracción irresistible y desconocido. ¡Quién sabe! Los trabajos de los físicos y de los astrofísicos encierran el mayor interés`, pero no hay motivo para erigir sus hipótesis en doctrina; ni ellos mismos lo hacen por lo mucho que valoran -y con razón- su libertad de examen.

Por lo demás, la teoría del Big Bang presenta bastantes puntos oscuros. Cuando se nos dice, por ejemplo, que la brutal dilatación del punto físico originario libera una enorme cantidad de energía en el vacío, es evidente que el problema se traslada de ese núcleo físico (la "cabeza de alfiler" donde se encuentra concentrada la masa del universo) al mencionado vacío, un vacío absoluto y primordial tan difícil de definir como cualquier misterio del credo cristiano.

Y la teoría no es tan nueva. La misma intuición puede hallarse en la brillante obra maestra de Edgar Allan Poe titulada Eureka, que se publicó en 1848. La teoría del escritor norteamericano es de pura lógica, y .el estado de los conocimientos de su tiempo no permitía al autor que la apoyara en el análisis del espectro de las galaxias o en el ciclo de las reacciones termonucleares, pero el resultado es de una analogía sorprendente: el universo está en expansión y todo él ha salido de . un punto diminuto. Puede suceder que el genio, aun careciendo. de los medios excepcionales de investigación hoy existentes, obtenga los mismos resultados.

En cuanto a la relación entre el texto del Génesis y el Big Bang, hay un error, al menos, en el hecho de que el libro sagrado nos habla del comienzo del mundo visible, no de los secretos de la fabricación de la materia.

Y no olvidemos que nosotros -cristianos, judíos o musulmanes- creernos que el espíritu es anterior a todas las cosas, visibles o invisibles.

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14 comentarios

  1. Con el don de la fe que Dios podemos apreciar: un mundo creado por Dios maravilloso para que lo disfrutemos y lo apreciemos en su majestuosa divinidad con tanta perfección….por ejemplo en el misterio la vida y el mismo misterio de muerte. Gracias a Dios y a su inmensa bondad nos provee absolutamente de todo !!!.

  2. Hola quiero comentar que la referencia esta mal no lo escrivio Wernher von Braun, esto salio del libro de Andre Frossard «Preguntas sobre Dios», lo mencionó por que quise utilizar esta información para un tema con mi grupo de jóvenes y el hecho de que hayan mencionado a von Braun, me hizo buscar por otra serie de referencias inecesarias, espero que mi comentario pueda servir a mejorar este portal que es una buena fuente de información para cuestiones de la fe. Gracias

  3. La fe es la vida misma sin mas averiguación que de que existo, la ciencia de la vida es saber vivir en la palabra de Dios de acuerdo con mis obras en oblación y unido en la cruz de cristo Jesús. Y lo demás es lo de menos

  4. Me parece que como Cristianos es conveniente apuntar la intervención de la Iglesia a través de los siglos con respecto a la ciencia, me corrigen por favor si me equivoco, pero creo que Copernico era un monje y los científicos que apoyaron en la comprobación de la teoría de Galileo era una orden de monjes, así como los abogados que lo defendieron ante la inquisición.

    También es de resaltar que el creador de la teoría del Big Bang era un sacerdote Belga, Einstein decía de él: «Si hay alguien que entiende la teoría de la relatividad es él». A veces el desconocimiento de la historia y omisión de la intervención del cristianismo nos deja mal parados.

  5. considero que es una teoria que se podria aplicar a la teoria dE la creacion de la sant BIBLIA, . PERO ELCONOCIMIENTO ACTUAl ELACIENCIA NO PODRIA AFIRMAR TOTALMENTE QUE A SI FUE PERO TAMPOCO SE PUEDE NEGAR QUE NO LO SEA, PUES PARA DIOS TODO E S POSIBLE , SIACASO TU ERS UN CREYENTEY HAS EXPERIMENTDO LA PALABRA DE DIOS.

  6. Totalmente de acuerdo con el Sr. Frossard. Precisamente a raiz de los «bochornosos» eventos con Galileo, lo sano es que nunca más (en la Iglesia) se pretenda que tal o cual teoría «apoya o confirma los fundamentos de nuestra Fe». Lo racional y conveniente es asumir la independencia de ámbitos.

    Si partimos de la idea de que el cerebro humano es un producto no acabado, sino aún sujeto de evolución, entonces tanto ni la Ciencia como ni la Teología, por ser productos de nuestro intelecto, pueden afirmar o presumir de completez o autosuficiencia.

    Cuando se examina la evolución de ambas disciplinas en el quehacer humano, se percibe que en un momento parecían transitar por caminos absolutamente divergentes (auge del positivismo), luego pareciera que no necesariamente, sino que por caminos paralelos (independencia de ámbitos); pero curiosamente, sin que esto signifique nada serio, la ciencia está pareciendo ‘convergir metodológicamente’ con la Teología: ambas estudian un «objeto» que no se puede tocar, pesar ni medir.

    Las actuales teorías científicas -como la teoría de Branas, que da una elegante propuesta sobre el origen del universo- «exige» aceptar una serie de elementos sobre los que nunca podremos afirmar su existencia en sentido positivo: 26 dimensiones físicas (y las que se acumulen en los modelos matemáticos que sigan) así como la existencia de infinitos universos paralelos. Es decir, hoy en ciencia debemos aceptar -como por ‘fe’- que existen, y una vez hecho esto, la teoría cobra congruencia. ¿no se parece esto a la necesidad de aceptar los dogmas de alguna religión para creer en ella?. De hecho, lo anterior aplica para cualquier campo serio de creencias: si se aceptan sus dogmas o sus axiomas, entonces todo el aparato conceptual que parte de ellos parecerá congruentemente estructurado desde un punto de vista racional.

    Por ello, dado que muchos científicos no se abren si quiera a la posibilidad de que Dios existe, el resto del «edificio conceptual» les parece irracional e ilógico; del mismo modo que a cualquier persona que no conoce los dogmas en los que se basan los Vedas, las formas de ver el mundo, derivadas de ellas, le parecerán ilógicas y quizá hasta ridículas.

    Tanto la Ciencia como la Teología (en general), sirven al intelecto y al espíritu humano entanto proporcionan estructura y racionalidad a su percepción del mundo visible (la primera), y del invisible (la segunda); es decir, son complementarias y no necesariamente excluyentes.

    Así como los materialistas que atacan las creencias religiosas y las critican de «fantasías ridículas», parten de la idea equivocada de que la religión pretende explicar el mundo visible. Igualmente equivocado es el pretender que la ciencia como tal busca excluir a Dios del pensamiento humano. Tan inconveniente es que desde la religión se hagan afirmaciones que sólo competen a las ciencias, como que desde la ciencia se hagan afirmaciones que sólo competen a la Fe. Por ello desde acá (desde la fe), podriamos decir que se ven igualmente ‘ridículas’ las iracundas criticas de los ateos -como Richard Dawkins (y oportunistas semejantes)- contra la fe y los creyentes, a quienes ellos a su vez tachan de ridículos.

    Después de todo, en el hombre la fe nunca ha dependido -y creo que ni dependerá- de tal o cual construcción teológica o científica, sino sólo de la experiencia personal de Dios que se llegue a tener, es decir sólo del Don del Espíritu Santo. Si a ellos, los ateos, no se les ha dado el Don de la Fe, o no lo han recibido, entonces sólo pidamos por ellos, pero no nos enredemos en sus peroratas, pues debemos tener presente que hemos sido enviados a anunciar, no a convencer.

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