Benedicto XVI: Cartas

 CARTA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

AL CARDENAL ORTEGA Y ALAMINO

CON OCASIÓN DEL XX ANIVERSARIO

DEL ENCUENTRO NACIONAL ECLESIAL CUBANO

 

 

 

Al Señor Cardenal

Jaime Lucas Ortega y Alamino

Arzobispo de San Cristóbal de La Habana y

Presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba

 

Con ocasión de la celebración XX aniversario del Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC), deseo enviar a los Obispos, así como a los sacerdotes, personas consagradas y fieles laicos de esa querida nación, un afectuoso saludo, haciéndoles presente también mi cercanía espiritual para impulsar sus tareas evangelizadoras.

 

La realidad humana está llena de acontecimientos que estamos invitados a vivir como salvíficos, pues el tiempo y la historia están poblados por la presencia divina que alienta y fortalece. Por eso, cuando ustedes en este aniversario reflexionen sobre lo vivido, tendrán que acercarse a esta realidad como camino de promesas y salvación, que han de recorrer con paso cuidadoso y compasivo, para descubrir en las experiencia los signos y las señales del Dios vivo que camina con ustedes. Sí, que camina con todos los que viven en esa tierra, creyentes y no creyentes, los cercanos y los lejanos, los que siembran y los que desparraman, porque todos están invitados a la fiesta de la vida que el Padre nos regala.

 

A este respecto, en esa reflexión de aniversario, sería bueno recordar especialmente aquella palabras que mi predecesor, el Papa Juan Pablo II, pronunció en su visita a esa tierra querida: «Que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba», una apertura que exige examinar primero cómo abrir el corazón y el entendimiento a las cosas de Dios; cómo abrirse mutuamente quienes conviven, creyendo y confiando unos en otros, aunque haya diferencias de modos de pensar o creencias; y en fin, cómo abrirse al ámbito mundial, con los retos de sus posibilidades y sus dificultades al mismo tiempo.

 

Sólo haciéndolo desde la mirada de Dios, una mirada amorosa, se podrá llegar a la verdad de cada persona, de cada grupo y de cuantos viven en una misma tierra. Mucho ha de ayudar en este camino emprendido la experiencia de oración de cada cristiano, en el silencio y la humildad del trabajo cotidiano, en la fidelidad a la fe profesada, en el anuncio implícito o explícito del Evangelio. Y mucho ayudará también el amor entrañable de la mayoría de los cubanos a la Madre de la Caridad del Cobre, patrona de esa tierra desde hace tanto tiempo, que acompaña a sus moradores con ternura de madre.

 

A ella encomiendo esos encuentros en torno al XX aniversario del ENEC, para que su cercanía aliente la esperanza, y su intercesión ante su divino Hijo obtenga el don del afianzamiento en la fe en esa porción del Pueblo de Dios. Con estos sentimientos, imparto de corazón a todos los participantes, así como a las diversas Comunidades eclesiales de Cuba, la bendición apostólica.

 

Vaticano, 2 de febrero de 2006.

 

BENEDICTUS  PP.  XVI

 

 

 

 

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