Una pausa. Una pausa larga es la que me ha tocado hacer en estas semanas en las que no has visto mis artículos en este portal cada semana. No he podido escribir. Pero quiero que sepas que estoy pensando en ti. Este año ha sido muy intenso para mí en todos los sentidos. Por esto he decidió hacer un tipo de pausa diferente para reconectarme con lo que durante muchos años ha sido lo más importante para mí. La vida interior. La vida con Dios. La vida con Cristo.
Al crecer mi familia y yo celebrábamos la semana Santa en el pueblo de donde mis padres eran originarios. Recuerdo que me emocionaba ver las procesiones y el pasar de las carrozas pasar frente a la casa de los abuelos. El movimiento de ellas de un lado hacia el otro, meciendo a las imágenes de la Virgen Santísima o Jesús cargando la cruz me asombraba. Mi alma fue muy tocada desde muy niña por la pureza en el rostro de la Virgen Santísima y por el sufrimiento en el rostro de Jesús camino al calvario. De alguna manera ahora que lo pienso desde ahí mi corazón quedo tocado con una gracia para ayudar y consolar a los que sufren, a los que lloran, a los que buscan el sentido de su vida.
En Isaías 42: 6-7 leo «Yo, Yavé, te he llamado para cumplir mi justicia, te he formado y tomado de la mano, te he destinado para que unas a mi pueblo y seas luz para todas las naciones.Para abrir los ojos a los ciegos, para sacar a los presos de la cárcel, y del calabozo a los que yacen en la oscuridad.» Me siento completamente identificada. Comprendo que todo lo que me ha pasado en mi vida ha sido la formación que Dios ha querido para mi y para evangelizar al mundo de la manera en la que me ha pedido hacerlo.
Durante muchos años me he resistido a evangelizar pues yo quería hacer lo que quería hacer. En mi camino enfrente mucho sufrimiento, desprestigio, humillación y rechazo. Hay gracias que Dios entrega para los tiempos en que se viven que muchos no comprenden. Creo que Dios me dio esa gracia de evangelizar de la forma en la que lo hago. A muchos no gusta. Para mí misma ha representado una verdadera confusión y lucha. Sin embargo, con esta voz y con este estilo he acercado a muchos a la Iglesia. A muchos que no se habían bautizado, tomado la primera comunión o casado por la Iglesia. Nada de esto me hubiera sido posible si no tuviera una práctica de vida espiritual que ya tiene algunos años. Te compartiré algunas de ellas:
1- Todos los días preferiblemente al levantarte, saluda a Dios y quédate dos minutos en silencio. Escucha ese silencio que es un silencio lleno de amor y siente como Dios penetra en tu humanidad.
2- Asiste a misa diariamente. Hay tiempos de la vida en las que esto se puede hacer y otros en los que quizá no. Sin embargo, la misa diaria transforma cada célula en ti. Todos los aspectos de tu corazón y de tu mente. Verdaderamente Cristo vive en la eucaristía.
3- Acude a la capilla de Adoración Perpetua. Aprende a acompañar a Dios en silencio. Míralo. Siéntelo y déjate inundar por su Amor en esos momentos.
4- Si en tu parroquia ofrecen la liturgia de las horas, ve y vive esa experiencia. Es hermoso como la Iglesia despierta y alaba a Dios. Los cantos, las lecturas, los himnos son conmovedores. Te llena todo de Dios y te conviertes en un Dios en la tierra. Es el mismo quien te arma para la batalla.
5- Confiésate. No es necesario que hayas cometido un pecado mortal. Todos pecamos. Por ello la confesión limpia la humanidad, el corazón y sus intenciones.
Hoy me he obligado a hacer una pausa. Me he sentado en silencio y he escuchado. Producto de esta escucha es este artículo.
Gracias mi Dios y mi Señor.
Sheila Morataya
Austin, TX
sheilamorataya.co