Dios escogió a una mujer para nacer en medio de los hombres. Jesús escogió a una mujer para que fuera la primera testigo de su resurrección y Cristo eligió a otra mujer extraordinaria con el fin de preparar al mundo para su segunda venida.
Santa Faustina era una mujer que anhelaba en su corazón mirar con misericordia a todos. Le pedía a Jesús esto en su oración.
En una época en la que cada persona llega a crear un concepto de Dios a su manera y renuncia a valores y principios que humanizan ¿cómo se prepara el mundo para esta segunda venida de Cristo? Hay millones que no se preparan. Hay miles de millones que no conocen del mensaje de Jesús y millones de adormecidos católicos que no hacen nada para dar a conocer lo más importante: Jesús es Salvador de nuestra alma y Cristo es Dios, verdadero Dios y verdadero hombre.
Personalmente me preocupa la condición en algunos sectores de nuestra iglesia. Yo diría que tenemos que volver la mirada a la misericordia, ser uno con el otro, con el que sufre y no tiene quien lo consuele, con el pobre que también es otro Cristo.
Necesitamos que renazca en nuestros corazones esa sensibilidad hacia las cosas del espíritu, y reconocer nuestra humanidad, a pesar de una atolondrada personalidad que muchas veces se infla por nada cuando todo, absolutamente todo se lo debemos a la gran Misericordia de Dios.
Pero, ¿conozco a Jesús como para desarrollar una personalidad semejante a la suya en mí? ¿Cuánto lo conozco en el sentido histórico, sacramental, de la contemplación y la cercanía con Él?
Jesús es el camino de la vida eterna, hacia la vida eterna.
A Jesús no solo hay que conocerlo y amarlo, sino más importante aun cuando se ha conocido su gran misericordia, su corazón y su amor no queda de otra, más que desear ser como Él.
Conozco gente apasionada por hacer la voluntad del Padre. Personas maravillosas con un corazón noble, que luchan por purificarse cada día, y que renuncian al rencor, a las malas actitudes con los demás, a la envidia, y a la lucha de poderes; porque saben que todo ello es contrario al mandato de amor de Jesús, y al sacratísimo corazón del Cordero de Dios.
Ciertamente los santos han imitado a Jesús, se hicieron corderos, se hicieron silencio para poder amar a su Dios con toda su alma, y desde ese amor, amar a los demás, a los que hacen daño, a los que les siguen desde unas intenciones torcidas en el corazón. Por esto, su gran Misericordia.
En mi oración constantemente pido y doy gracias, pues el corazón sin una relación cercana con El Señor se llena de vanidad, de impureza, de malas intenciones.
No se puede seguir a Jesús sino se ora. No se puede porque el primer ejemplo que Él nos da es el de levantarse de madrugada y salir a platicar con su Padre Dios y de ese encuentro le venía la capacidad de ser, moverse, amar y renunciar a sus propias comodidades.
¡Qué difícil hacerse semejante a Él!, pero no imposible gracias a la gracia santificante y sobre todo su misericordia que nunca acaba. Esto lo supo muy bien Santa Faustina quien lo conoció muy bien en su oración, en los latidos de su corazón y esto fue lo que la impulsó a realizar lo que Dios le pedía.
Y a ti ¿qué te pide Jesús aquí y ahora en este momento en los que los valores se diluyen y en los que miles están siendo martirizados en medio oriente?
“Paz, tengan paz”, decía El Señor, no pierdan de vista que Yo vengo a establecer otro reino, el reino de los cielos que está en ustedes: no se enojen, mantengan la calma, aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón.
Abre el Santo Evangelio y escucha el diálogo de Dios con los hombres, contigo y conmigo, ahí están las reglas para preparar el alma en su segunda venida y que nos encuentre preparados para irnos con Él.
¡Dios te bendiga!
Sheila Morataya
Austin, TX
sheilamorataya.co