¿Y a quién le importa la educación?

Una mujer se levanta a las 4 de la mañana para vender comida en la calle y lograr que sus hijos tengan la oportunidad de ir a la escuela. El padre trabaja a destajo y cuando la frustración o el cansancio lo quieren doblar, piensa en los hijos; “ellos tienen que estudiar para que no pasen por lo que su madre y yo tenemos que pasar.”

De acuerdo a los resultados de la Encuesta Nacional de Valores en Juventud de 2012; el 80 % de los jóvenes asocia la educación con el éxito, ya sea un buen trabajo, desarrollo profesional o ganar dinero; y el 94 % cree que tener una carrera profesional vale la pena. Así, tanto a los padres de familia como a los muchachos les importa la educación.

El presidente de México recientemente reconoció respecto a la Reforma Educativa: “Es cierto, hay estados en el país, especialmente del sur, donde no ha sido fácil instrumentar la reforma, pero en el resto del país está operando y se está instrumentando adecuadamente.” Los estados a los que se refería son Guerrero, Oaxaca y Chiapas, que son también los de mayor grado de marginación de acuerdo a datos del Consejo Nacional de Población (CONAPO).

Si en esos tres estados existen los más altos grados de analfabetismo y rezago educativo, ¿por qué no se hace un esfuerzo extraordinario para romper el círculo vicioso de falta de educación, pobreza, exclusión, inequidad y violencia en que se encuentran? ¿Frente a la dificultad y complejidad del problema se opta por la indiferencia? Pareciera que a quién menos le interesa la educación en los estados más pobres es a la autoridad responsable.

Hay académicos que consideran que la reforma educativa no avanza, sino que la resistencia a la misma se impone a través de concesiones que el mismo gobierno otorga a activistas, quienes exigen e imponen prácticas que atentan directamente contra el orden y la calidad en la educación en los estados mencionados, además de “educar” a la sociedad en el chantaje y la violencia. Al final, los estudiantes y sus padres en esas regiones seguirán igual que antes, sin oportunidades.

Los obispos mexicanos insisten en que vivimos una emergencia educativa y que necesitamos afrontarla para combatir la corrupción y la indiferencia social, fortalecer la participación de los padres de familia y transmitir valores. ¿Qué valores transmiten las autoridades a través de su comportamiento?

¿Es suficiente que la reforma educativa busque ordenar la administración y la manera como se capacita a los maestros? ¿Es necesario cuestionarnos si la educación que se brinda es para mantener las necesidades de un sistema económico, o si se considera la clave para salir de una crisis moral que se manifiesta en corrupción, pobreza, violencia e indiferencia?

Un destacado experto en educación nos recuerda que: “Educar para la vida debería ser el objetivo central de todo sistema educativo en este cambio de época en el que la educación, de tan cerca del mercado, está cada vez más lejos de la existencia.

Las luchas cotidianas de padres y madres para que sus hijos estudien, las expectativas de los jóvenes sobre su futuro a partir de la educación nos dicen que a ellos si les importa, sin embargo, las dubitativas y displicentes acciones de autoridades educativas parecen gritar que a ellos no.


Oscar Fidencio Ibáñez Hernández
@OFIbanez

Casado, padre de 3 hijos, profesor e investigador universitario, y bloguero. Ingeniero Civil, Maestro en Ingeniería Ambiental y Doctor en política y políticas ambientales.

Mexicano, católico, autor entre otros textos de «El Espíritu Santo en tiempos de Twitter: Documentos del Concilio Vaticano II para tuiteros. Celebrando el #AñoDeLaFe»

Admirador de la Creación en todas sus dimensiones. Nací en La Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de los Mansos del Paso del Norte (Hoy, Ciudad Juárez, Chihuahua).

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