Ecología humana, bien común y SCJN

Esta semana sucedieron dos eventos sin aparente relación entre ellos, pero que en la práctica están íntimamente relacionados: Por un lado la resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) que declaró anticonstitucionales las legislaciones que en la mayoría de los estados, definen el matrimonio como la unión de hombre y mujer y que tiene entre sus fines la procreación; y por otro lado la publicación de la nueva encíclica del Papa Francisco sobre el cuidado de la casa común.

Los graves efectos negativos que percibimos en la naturaleza por efecto de los contaminantes que se derivan de procesos de producción o de consumo humano, nos hacen intuir que nuestra relación con la naturaleza debe cambiar para mejorar, el pontífice en su nueva encíclica denuncia muchos excesos contra el planeta y la sociedad, y plantea maneras novedosas de abordar dicha problemática que implica cambios en nuestras actitudes personales.

En el número 155 de Laudato Si se define la “ecología humana” como uno de los elementos centrales para el respeto a la naturaleza: “[implica] la necesaria relación de la vida del ser humano con la ley moral escrita en su propia naturaleza, necesaria para poder crear un ambiente más digno. Decía Benedicto XVI que existe una ‘ecología del hombre’ porque ’también el hombre posee una naturaleza que él debe respetar y que no puede manipular a su antojo’.”

Continuando con la idea “la valoración del propio cuerpo en su femineidad o masculinidad es necesaria para reconocerse a sí mismo en el encuentro con el diferente. De este modo es posible aceptar gozosamente el don específico del otro o de la otra, obra del Dios creador, y enriquecerse recíprocamente. Por lo tanto, no es sana una actitud que pretenda ‘cancelar la diferencia sexual porque ya no sabe confrontarse con la misma’.”

La realidad de personas que optan por vivir sus relaciones personales sin esta valoración ha llevado a polémicas en distintos ámbitos de la sociedad. Está claro que quienes se autodefinen como gays son ciudadanos con todos sus derechos, incluido el de no ser discriminados por sus preferencias sexuales. Además han buscado acceder a formatos de protección jurídica de sus uniones que les permitan acceder a servicios del estado como pareja.

Entre los muchos formatos legales que pueden lograr el objetivo anterior, la SCJN escogió el peor camino que en lugar de ayudar a la convivencia y fortalecimiento de las instituciones las debilita. Sobre este asunto se manifestó la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), argumentando con mucha claridad sobre el error de los magistrados, distinguiendo entre la dignidad de toda persona y su no discriminación, y el matrimonio como institución que protege a la familia y a la sociedad, y por otra parte llamando la atención sobre la vulneración del federalismo y el rompimiento de la tradición jurídica nacional implícita en esa resolución.

Algunos gobernadores han malentendido la determinación de la SCJN que tiene implicaciones para los jueces, apresurándose a promover modificaciones legales al vapor afectando aún más la tranquilidad de las comunidades, y provocando enfrentamientos y confusión en la sociedad. Se puede afirmar entonces que estos problemas son creados por los ministros de la SCJN y por gobernantes que anteponen intereses particulares al bien común de la sociedad. El matrimonio entre hombre y mujer, y las uniones entre personas del mismo sexo, tienen características y fines distintos, y esa distinción puede y debe asumirse en los formatos legales.

El cristianismo tiene una larga tradición de defensa de la dignidad humana de toda persona, independientemente de su condición moral y de sus preferencias particulares, porque reconoce que un elemento clave de esa dignidad es su libre albedrío.

En ese contexto, el Papa latinoamericano nos recuerda también que: “Hace falta volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo, que vale la pena ser buenos y honestos. Ya hemos tenido mucho tiempo de degradación moral, burlándonos de la ética, de la bondad, de la fe, de la honestidad, y llegó la hora de advertir que esa alegre superficialidad nos ha servido de poco. Esa destrucción de todo fundamento de la vida social termina enfrentándonos unos con otros para preservar los propios intereses, provoca el surgimiento de nuevas formas de violencia y crueldad e impide el desarrollo de una verdadera cultura del cuidado del ambiente.”


Oscar Fidencio Ibáñez Hernández
@OFIbanez

Casado, padre de 3 hijos, profesor e investigador universitario, y bloguero. Ingeniero Civil, Maestro en Ingeniería Ambiental y Doctor en política y políticas ambientales.

Mexicano, católico, autor entre otros textos de “El Espíritu Santo en tiempos de Twitter: Documentos del Concilio Vaticano II para tuiteros. Celebrando el #AñoDeLaFe”

Admirador de la Creación en todas sus dimensiones. Nací en La Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de los Mansos del Paso del Norte (Hoy, Ciudad Juárez, Chihuahua).

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