Busquemos la unidad como lo hacía Jesús en nuestras relaciones
El tema de la unidad es fundamental. Es un tema al que Jesús s refirió en los últimos días en la tierra. En el capítulo 17 de San Juan dice:” Como Tú Padre estás en Mí y yo en ti, que ellos sean uno en nosotros”. Ser cristiano es ante todo, buscar la unidad entre las personas. Evitar el conflicto, la separación, la murmuración, la crítica y la envidia. La unidad es siempre un bien mayor pues es la que permite que podamos vivir en paz y armonía y tener esa experiencia de estabilidad profunda.
Al escribir estas líneas reflexiono en torno al drama de desunión que se vive en una familia cercana que conozco. Son dos mujeres. Cada una con sus propias ideas y formas de ver la vida. Cada una de generaciones diferentes y que a causa de un desacuerdo entre ellas, ahora tienen sufriendo a sus respectivas familias. Esto es muy triste pues me toca muy de cerca. Habiendo hecho hasta la imposible y agotado todos los recursos, estas dos mujeres ha elegido su postura. Ambas son mujeres que oran y van a la iglesia. ¿De qué forma se manifiesta Jesús verdaderamente aquí? ¿es la edad de una persona importante para hacer lo imposible para cultivar la unión? Es un gran reto….
Ser bautizado es haber recibido una gracia especial para poder ser luz en el mundo, ser uno con todos. Que el sufrimiento del afligido sea mío.
La humildad permite que entre las personas no existan separaciones.
Aquél que es humilde, es generoso en el corazón. Cede, reconcilia, se convierte en un lecho de rosas para que el otro camine sobre “lo blandito”, una expresión que utilizaba mucho San José María Escrivá de Balaguer. Pero, ¿qué es estar ordenado por dentro? Es estar libre de imaginaciones absurdas, rivalidades entre hermanos de sangre y de comunidad, celos, aspectos de la conducta que no sirven sino para separar a las personas.
Por ello hay que procurar ser alma de oración y más importante alma de comunión ya que en la comunión Cristo nos transforma en todo lo que somos mente, corazón, cuerpo. Su vida divina pasa a formar parte de la nuestra y vamos muriendo a nuestro yo egoísta y gigante para que su vida divina me unifique.
En la situación familiar que explico arriba, ambas mujeres aparentemente oran. ¿Comulgan de forma diaria? ¿todos los domingos? No lo sé. Lo que sí sé es que mujeres o personas orantes, nunca permitirán, cuando esta es una oración auténtica, que a causa de sus propios intereses la unión en la familia se rompa.
Debemos tú y yo cuidar nuestra alma, para que cuando Dios venga, la encuentre limpia, lo más preparada posible. Debemos procurar que nuestra oración será sincera. Los frutos de la oración siempre serán la paz, la armonía, el servicio entre las personas, el crecimiento en el amor. La generosidad.
No podemos vivir sin comer, tampoco podemos vivir sin el silencio y los momentos de oración. Ambos son necesarios e importantes para hacer limpieza profunda de todo eso que se nos pega cuando salimos al mundo, tenemos interacciones con las personas, especialmente con las de nuestra familia pues el “león rugiente anda buscando a quien devorar”.
Hay que tratar de volver la mirada a San José, el padre adoptivo de Dios y seguir su ejemplo de hombre en la tierra que renunció a sus propios sueños para seguir con fidelidad y humildad el plan de Dios. Le he encomendado a él a estas dos maravillosas mujeres.
A mayor vida interior y vida de comunión, mayor consciencia del llamado a ser agentes de unidad como lo son El Padre, El Hijo y El Espíritu Santo.
Dios te bendiga!
Sheila Morataya
Austin, TX
sheilamorataya.co