“Nuestro debate nacional sobre la inmigración es causa de frustración para mí… Muchos de nuestros líderes están seriamente convencidos de que la mejor manera de “resolver” el problema es arrestar y expulsar a todos aquellos que se descubra que están viviendo entre nosotros sin los documentos legales adecuados. Esto sería una pesadilla en cuanto a derechos humanos, la cual implicaría la repatriación forzada de una población de un tamaño aproximadamente similar a la que vive en Ohio…
“Los políticos utilizan eufemismos, buscando… crear una vida tan aterradora y dura para la gente que se encuentra aquí ilegalmente que sean ellos mismos los que deseen abandonar el país por su propia voluntad.
“Tanto los tribunales y legislaturas como los medios de comunicación y la opinión popular, se expresan en un tono indignado y personal en nuestro debate sobre la inmigración, el cual no se escucha con mucha frecuencia en nuestro medio político”.
Escribí esas palabras en 2013, al principio de mi libro, “La inmigración y el futuro de Estados Unidos” (Our Sunday Visitor, $11.95). Y podría escribir las mismas palabras hoy.
He estado desempeñando un ministerio de cuidado pastoral hacia los inmigrantes durante casi 40 años, desde que era un sacerdote joven que trabajaba en Texas y Colorado. Durante todo ese tiempo, la inmigración ha seguido siendo un tema crítico en la vida estadounidense.
Las recientes controversias con la nueva administración de Washington, D.C., reflejan una falta de conocimiento de la historia y una confusión sobre los deberes de la Iglesia y del gobierno.
La Iglesia ha sido un buen socio, ya que al trabajar con el gobierno a través de Caridades Católicas y de otras agencias, hemos ayudado a que nuestra nación acoja y ayude a establecer a millones de inmigrantes y refugiados legales.
Trabajamos con eficiencia y compasión y utilizamos sabiamente el dinero de los contribuyentes que nos han confiado. Además, los fieles católicos son muy generosos, no sólo con su dinero, sino también aportando incontables horas de voluntariado para ayudar a aquellos que están en busca de una nueva vida en nuestro país.
La Iglesia Católica no perjudicó al sistema de inmigración de la nación, pero todos los días nos es preciso abordar el daño humano causado por ese sistema defectuoso: mujeres y niños que han sido víctimas de tráfico de coyotes y de cárteles; gente que ha estado viviendo y trabajando en este país por décadas pero que no tiene acceso a los derechos y beneficios de los ciudadanos de este país; personas adictas a las drogas que se introducen de contrabando a través de nuestras fronteras.
Ahora estamos enfrentando, una vez más, los temores de hombres, mujeres y niños comunes de nuestros vecindarios, parroquias y escuelas.
Todos estamos de acuerdo en no querer aceptar en nuestras comunidades a esos inmigrantes indocumentados que son terroristas conocidos o criminales violentos. Ellos deberían ser alejados de nuestro país de un modo que respetará sus derechos y dignidad de seres humanos.
Pero, ante todo, sigue siendo necesario arreglar ese defectuoso sistema que les permitió cruzar nuestras fronteras. No parece haber suficientes personas en Washington que consideren seriamente este punto.
La última reforma integral del sistema de inmigración en nuestro país tuvo lugar en 1986.
Aquél era un mundo diferente: la Guerra Fría estaba en curso, el internet estaba en una fase experimental, no existían los teléfonos “inteligentes” y Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook, tenía dos años de edad.
Cuarenta años es mucho tiempo como para que nuestros líderes hayan estado evitando resolver un problema tan importante.
La falta de iniciativas políticas y la falta de valor han sido realmente bipartidistas, y ambos partidos se han mostrado dispuestos a explotar este tema para obtener beneficios políticos.
Entre tanto, la economía estadounidense ha cambiado, así como también el sistema económico y financiero del mundo. La migración masiva de los pueblos pobres, desplazados por las guerras, los desastres y la inestabilidad en sus países de origen, se ha convertido en una crisis para Estados Unidos al igual que para casi todas las naciones de Europa.
Las críticas dirigidas a la Iglesia no tienen razón de ser y son una fuente de distracción que aparta la consideración de los verdaderos problemas, que son profundos y existen desde hace varias décadas.
En el año 2013 estaba en el poder una administración muy diferente en Washington, perteneciente al otro partido político, esa administración deportó a más de 5 millones de inmigrantes.
En aquel entonces dije que la deportación no es una política de inmigración y eso sigue teniendo vigencia hoy en día.
Cada nación tiene la especial responsabilidad de controlar y asegurar sus fronteras; pero los muros fronterizos también tienen necesidad de puertas.
Las personas nacen con el natural derecho de emigrar en busca de una vida mejor, y las naciones prósperas están llamadas a acogerlas con generosidad.
Pero no podemos dejar entrar a todo aquel que quiera vivir aquí, así que deben existir reglas y un proceso ordenado para decidir a quiénes y a cuántos acogemos, y bajo qué condiciones.
Éstos son principios básicos de la enseñanza católica y del derecho internacional. Otras naciones industrializadas de Occidente tienen una política de inmigración coherente, y Estados Unidos también debería tenerla.
El gobierno tiene su propia responsabilidad y la Iglesia tiene su propia misión. Y en mis oraciones estoy pidiendo que durante los próximos meses lleguemos a encontrar maneras de trabajar unidos a favor del bien común.
Oren por mí y yo oraré por ustedes.
Que Nuestra Señora de Guadalupe, madre de Jesús y madre de todos los pueblos del continente americano, nos conserve cerca de su Hijo en estos momentos. Que ella nos ayude a trabajar juntos, como vecinos, en un espíritu de unidad, para así llegar a ser verdaderamente una nación unida ante Dios.
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13/02/2025
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Sergio Cazadero
Maestro en Comunicación Institucional por la Universidad Panamericana (UP), Master en Asesoramiento Educativo Familiar por la Universidad Complutense, España, Maestro en Ciencias de la Educación Familiar por el Instituto de Enlaces Educativos (IEE), y Licenciado en Educación Familiar por la misma institución. Cuenta con diversas certificaciones internacionales como el Método Gottman de Terapia de Pareja Nivel 1, en Disciplina Positiva por el PDA (Positive Discipline Association), en Coaching Ontológico para la gestión de talento por la Universidad Panamericana, y Experto en el uso de las TIC´s en la educación por la Universidad de Navarra, España.
Es socio fundador y director de “Educaf, Profesionales en Educación Familiar A.C” y “Destino Canadá, A.C” ambas dedicadas a impulsar programas educativos y brindar una formación integral y profesional a todos sus participantes. En el ámbito académico ha fungido como docente durante más de 30 años, impartiendo clases desde nivel básico hasta nivel maestría, además se ha desempeñado como Director de Comunicación Institucional y Relaciones Públicas en el sector privado por más de 10 años. Es conferencista a nivel nacional e internacional, miembro del claustro de expertos en distintas instituciones como el High Potential Development Center de la Universidad Panamericana, el Pontificio Instituto Juan Pablo II de la Universidad Anáhuac, entre otras. Es presidente del Comité Editorial Red Familia, columnista en El Heraldo de México y el portal Encuentra.com, así como especialista invitado en el programa de radio Excelencia Personal.
Actualmente se desempeña como consultor independiente y es creador del método “Cómo hacer para crecer” que ha impactado a más de 145,000 personas, tan solo en el año 2020. Esta felizmente casado desde hace 30 años, es padre de seis hijos y abuelo de tres nietos.
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