Cómo manejar las expectativas que nos creamos sobre la pareja

Las expectativas deben apoyarse en la realidad.

Si algo te frustra, ¿eres de los que prefiere guardarte el asunto para ti? Y si lo hablas, ¿lo haces con enfado?

Hace días acompañaba en el Instituto Coincidir a un matrimonio, con el que estamos trabajando la comunicación en positivo.

Este acompañamiento permite aprender a comunicarse de una manera constructiva para recuperar la confianza en la otra persona y en la relación, generalmente porque se ha ido perdiendo con el paso del tiempo, debido a malas interpretaciones o percepciones diferentes ante un mismo hecho o situación por parte de los cónyuges.

Éste podría ser el germen de cualquier conflicto matrimonial. Sin embargo, aprender a detectar estas diferencias, ajustar las expectativas con respecto a tu pareja  y no hacer atribuciones negativas a las acciones o reacciones de la otra persona, facilita esa comunicación en la relación.

Según me comentaba ese matrimonio,  los hechos que ocasionaron el último desencuentro no eran del todo graves. Una expectativa compartida a medias, un deseo de poder cubrir esa expectativa por parte de la otra persona y un aprovechar un momento concreto para hacer algo de la casa mientras se disponían a tener un rato para ellos, hizo que esa diferencia de criterio a la hora de valorar la expectativa, provocara que este matrimonio iniciara una conversación desde el enfado, que fue escalando y abrió viejas heridas.

“ …Asumir el matrimonio como un camino de maduración… “

Amoris Laetitia, 221.

Después de calmarse y exponerlo en la sesión, pudimos empezar a trabajar tanto las expectativas como las atribuciones que ambos traían.

Manejo de expectativas

Las expectativas son todo aquello que esperamos recibir de nuestra pareja. A veces nuestro cónyuge no actúa como esperábamos ocasionándonos frustración ante lo sucedido, porque rompe nuestra expectativa previa. En general el impacto es mayor para los acontecimientos negativos que para los positivos.

Esas expectativas muchas veces quedan en nuestro fuero interno:

1) Bien porque consideramos que no hace falta hablarlo, ya que el otr@ me conoce y sabe lo que quiero.

 2) Bien por temor o duda ante la discrepancia ( nos da miedo discutir o que se genere tensión si lo digo).

 3) Bien porque pensamos que el cariño que tenemos a la otra persona ya es suficiente y se pueden superar todas las diferencias.

Al transmitir a nuestro cónyuge lo que esperamos de él/ella,  le estamos dando la oportunidad de poder satisfacer nuestras expectativas (que no nuestros caprichos), lo cual favorece el buen funcionamiento de la relación.

De ahí que en ese diálogo desde el cariño, podamos juntos ajustar nuestras expectativas a la realidad de nuestra vida.

Manejo de atribuciones

Por otro lado, las atribuciones son la forma en que responsabilizamos a algo o a alguien de eso que nos ocurre, independientemente de la manera en que los hechos se hayan podido producir. Generalmente las atribuciones vienen cargadas de subjetividad y emotividad, teniendo más impacto las atribuciones negativas que las positivas, al igual que nos ocurre con las expectativas.

En ese sentido, una parte importante de la sesión consistió en trabajar el manejo tanto de las expectativas  (-¡qué bien! esta noche vamos a tener un rato para nosotros-) como de las atribuciones  (-¡vaya!, parece que le da igual, siempre tiene algo más importante que hacer….-.) de ambos.

Si tenemos claro que el otro no hace daño porque quiera dañar (-voy a recoger esto mientras subo a la habitación y así se queda preparado para mañana-), seremos capaces de ver la intención positiva de muchas de las conductas de nuestro cónyuge.

Aún sin que exista discusión, lo que más daño puede hacer a una relación, es funcionar responsabilizando al otro o a la propia relación del malestar que uno sienta.

Y esto ¿cómo se consigue?, preguntaban…

Confiando que la otra persona no tiene intención de fastidiarnos, aceptando al otro como es y aceptándome a mi mismo/a como soy (ajustando mis expectativas para que sean realistas), comunicándolas (sin exigirlas) y aprendiendo a ver que detrás de cualquier acción o reacción de una persona se esconde una intención positiva.

Manejando las atribuciones en sentido positivo (-¡qué capacidad tiene de trabajo, se da cuenta de todo, qué suerte tengo con mi espos@!-) y dedicándonos tiempo para conversar iremos conociéndonos, sin ver sólo lo negativo de la otra persona, creciendo y comunicándonos en positivo.

“ El amor necesita tiempo disponible y gratuito que coloque otras cosas en segundo lugar. Hace falta tiempo para dialogar, para abrazarse sin prisa, para compartir proyectos, para escucharse, para mirarse, para valorarse, para fortalecer la relación…”

Amoris Laetitia, 224.

Por Mercedes Honrubia García de la Noceda 
es.aleteia.org

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