Santoral 22 de febrero | La Cátedra de San Pedro, Santa Margarita de Cortona, Santa Isabel de Francia…

La Cátedra de San Pedro, Apóstol

La cátedra (o sede) de un obispo se levanta en la catedral y es la señal de su autoridad de maestro, sacerdote y pastor. Esta cátedra de san Pedro nos recuerda la misión confiada por Cristo al apóstol san Pedro. Pedro es la garantía de la fe de sus hermanos. Pedro, por su fe, es la roca sobre la cual el Señor ha construido su Iglesia. 

Santa Margarita de Cortona (1247-1297)

Nació en Toscana, Italia, de familia campesina. Tenía veintiocho años y era madre de un niño pequeño. El conde de Montepulcino con quien convivía desde los dieciocho años, fue asesinado.

Su padre la quería acoger generosamente en su hogar, pero su madrastra la había odiado desde que era niña y se negó a recibirla.  Los franciscanos de Cortona se apiadaron de ellos y fray Giunta Bevegnatti se convirtió en su director espiritual y la recibió en la Orden Terciaria. 

Una familia rica le acondicionó una celda al fondo de su jardín y la Orden de los hermanos Menores se ocuparon del niño, quien más tarde entró también en la Orden.

Los habitantes de Cortona empezaron a darse cuenta de que la bella penitente era una santa y a mostrarle veneración, pero Margarita nunca olvidaba ni dejaba de pedir perdón por su vida pasada.

Pasó los últimos años de su vida en una ermita sobre el Monte Egidio, entregada totalmente a la contemplación, y recibió muchas gracias de Nuestro Señor.  

Santa Isabel de Francia (1225-1279)

Desde la infancia, esta hermana de san Luis Rey, se sintió atraída por las cosas de  Dios. Se negó a contraer matrimonio y se retiró a una pequeña casa cercana al convento de las clarisas de Longchamp, donde pasó su vida en oración y buenas obras.  

San Lázaro el Iconógrafo (+866)

Era un monje pintor de iconos en Constantinopla en tiempos del iconoclasta Teófilo.  En castigo por su actividad, se le mandó arrojar a una cloaca.  Lázaro salió de ahí y siguió pintando.  El emperador le hizo quemar la palma de las manos, pero la emperatriz Teodora lo curó en secreto.  Durante su regencia, a la muerte de Teófilo, Teodora puso fin a la querella de las imágenes que había durado un siglo.  Lázaro recibió la misión de llevar la buena noticia al papa.

 * También nosotros hemos de ser inconmovibles y seguir fielmente el magisterio de la Iglesia.

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