El sábado impartí un retiro en una parroquia de Austin para niñas que van a celebrar sus quince años .
Soy psicoterapeuta y coach de vida y comprendo desde ahí la importancia de la relación madre e hija. Por ello mismo al aceptar impartir este retiro mi requisito fue que la madre asistiera junto a su hija . Se trataba de profundizar en la dignidad femenina, el llamado que tenemos como bautizados y la presencia de la Virgen Santísima en nuestra vida.
Dentro de mi plan de retiro estaba rezar el Santo Rosario. Al preguntar a las madres quienes traían consigo un rosario nadie respondió que sí. Sin embargo el momento más intenso fue el que se dio cuando pedí que cada candidata a quinceañera recitara el Ave María. Muchas de estas niñas no sabían la oración. En el rostro de sus madres se podía ver la vergüenza. ¿Cómo vas a celebrar una fiesta para doscientos invitados cuando tu hija no sabe como rezar el Ave María? Sin duda alguna estas madres e hijas no se esperaban un retiro de esta naturaleza. Con mucho cariño empecé a hablar a las madres de los tiempos tan difíciles que vive la Iglesia y de como esta se diluye debido a que los adultos de hoy no estamos haciendo nuestro trabajo. Estas madres, me apena decirlo estaban ahí solo para cumplir un requisito y poder celebrar su misa de quince años en una de las parroquias más hermosas de Austin. Qué tristeza.
Movida por el Espíritu Santo les exhorté a orar más, comulgar más, aspirar a la santidad , rezar de rodillas…. que para esto somos cristianas. Esta frase de nuestro Papa Francisco me ayuda mucho a reflexionar mi papel de madre especialmente dentro de la Iglesia: «me gusta pensar que Dios creó a la mujer para que todos nosotros tuviéramos una madre». Como madre me planteo: ¿en qué tipo de mujer me he convertido a esta edad? ¿qué tan claro es el espejo en el que mi hija, hijas o hijos se miran? ¿con cuanta consciencia he trasmitido y sigo trasmitiendo la fe? ¿con cuánta frecuencia me confieso? ¿practico visitar a Jesús en una capilla de Adoración Perpetua y enseño esto a mis hijos? ¿estoy consciente de la importancia de tener una vida de oración al ser una mujer católica para conocer en profundidad el corazón de Cristo? ¿cuánto amo rezar el Santo Rosario?
Estas preguntas también me tocan a mí muy de cerca pues como madre sé que cuando mi hija tuvo quince años pude haber dado más. Pude haber sido santa. Por ello, al diseñar este retiro «Yo soy única e irrepetible» estoy tratando de reparar y llevar un mensaje que a mí como madre me hubiera gustado mucho y me hubiera ayudado mucho escuchar. Vivo en los Estados Unidos, en Austin los católicos no son la mayoría y es muy difícil encontrar programas para la formación de la consciencia moral y espiritual, menos un programa al que pueda asistir la madre y la hija.
Espero que en las pocas horas con las que pude compartir con estas madres y sus hijas , las semillas que arroje hayan caído en tierra fértil . Quiero pensar que sí pues le pedí a la Madre del Amor Hermoso que tocara sus corazones.
Jesús Venti!
Sheila Morataya
Austin, TX
www.sheilamorataya.com
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