¿Podemos hacer algo? ¡Claro que sí, está en nuestras manos!
¡Qué fácil es ver la paja en el ojo ajeno y ventilar los “trapitos sucios” de los demás a los cuatro vientos! Basta un post, un retweet o un comentario para hacernos con la fama del otro, dejándolo a expensas de críticas abiertas a todo espectador. O peor aún, ¡cuántos no hay por ahí que, sin privacidad ni pudor alguno, ventilan sus propios trapos sucios en internet!
Por mi labor apostólica veo con frecuencia redes sociales como Facebook, Twitter, Instagram y la novedosa Vero, y ¿qué es lo que me encuentro? Imágenes, post divertidos, muchos memes, publicida… mucha publicidad, debates, discusiones de todo tipo y lo que más abunda: un pesimismo avinagrado capaz de contagiar al más alegre.
La dura realidad
Es verdad, hay personas que se dedican a publicar sus frustraciones y sentimientos tristes. Post, memes, estados con lágrimas y melancolías acumuladas se dejan entrever entre los cuadrados que dividen un usuario del siguiente. Otros más, publican estados groseros contra los demás, rabietas desequilibradas llenas de “palabrotas” e insultos sin, a veces, tener contendientes.
Sin intención de negar el influjo positivo que las Redes Sociales han traído a la humanidad, debemos reconocer que estamos ante un fenómeno de negatividad que se contagia cual gripe en autobús de un día invernal. Aquí está el problema, lo visualizamos todos a menudo. Ahora te pregunto, ¿qué sientes cuándo ves tantos post negativos, tantas “caras largas”, tantos desahogos de frustración? ¿Crees que ayudamos a los demás al publicar cada cosa negativa que nos pasa, al insultar a otros o a desprestigiar la fama de cualquiera que se atraviesa?
Las Redes Sociales son un arma poderosísima que, si las usamos bien, podemos hacer mucho bien a los demás y contagiar la alegría de la vida.
Esta excesiva negatividad, que yo afirmo ser contagiosa, se expande a pasos agigantados. ¿Estamos a tiempo de hacer algo? Sí, claro. Podemos hacer muchas cosas, como por ejemplo, subir música alegre, compartir las buenas noticias del mundo, saludar a los demás, compartir imágenes que ayuden a crear un ambiente positivo, etc. ¡Hay tanto que podemos hacer!
Ahora es cuando algunos pueden pensar:
“Entonces, lo que quieres decir es que cerremos los ojos a la realidad y escondamos las frustraciones, que neguemos la realidad con un incremento de positividad”.
Aunque creo que es el razonamiento lógico luego de los párrafos anteriores, creo también que el juicio debe ir más allá todavía. En lugar de esconder la realidad, ¿qué tal si mostramos las dos caras de la moneda? La TV se encarga de mostrarnos las malas noticias, y ¿qué tal si nosotros comunicamos las cosas buenas que hay a nuestro alrededor?, ¿qué tal si aplaudimos al que hizo un favor, si agradecemos a quienes ayudaron a un pobre en la calle…?,
¿Qué tal si… contamos las buenas cosas que vivimos? ¡Cuánto cambiaría el mundo si tan sólo hiciéramos este ejercicio!
Mirar con otros ojos
Para esto necesitamos estar atentos para ver las maravillas que suceden a diario a nuestro alrededor. A veces pasan cosas fantásticas frente a nuestros ojos: la puesta de sol, las nubes en lo alto del cielo, las estrellas en la noche, la alegría de los jóvenes al salir del colegio, la pareja de la esquina que en una banca conversa sobre su futuro, los hermanos que juegan fútbol en la calle soñando en el mañana, etc. Y sí, no puedo negar que todo esto pasa frente a nuestros ojos y a veces ni lo percibimos. Dios nos regala tantas cosas hermosas, ¿para qué centrarnos en lo malo? Sí, sabemos que hay muchas cosas dolorosas y amargas, las vivimos todos; pero qué tal si le damos algo de sabor dulce a nuestras vidas, no sólo a la mía, sino a la de los demás. Estamos para crear comunidad, para ayudarnos y qué mejor que comenzando por nuestros perfiles sociales.
No dejes de comunicar los milagros de Dios en tu vida, las buenas conversaciones, las reuniones con amigos, los pequeños detalles… ¡Tenemos tanto, tanto, tanto para estar agradecidos!
Demos gracias a Dios por tantas cosas bellas y pidámosle que quite de nuestros ojos las llagas del dolor y de las frustraciones, que los limpie y los sane para que seamos capaces de ver las bondades que nos ofrece la vida. ¡Gracias, Señor, por la vida!
Por: H. Edgar Henríquez LC
Fuente: elblogdelafe.com