Me encanta leer cada semana los consejos de la Dra. Josefina Leroux en su sección del periódico Diván. El miércoles pasado me llamó la atención el título: «Recién casada y arrepentida». A continuación, resumiré la pregunta realizada a la Dra. Leroux:
«Tengo 6 meses de casada y quiero divorciarme porque me aburro en casa. Cuando estaba con mis papás no hacía nada en vacaciones y no me gustaba estudiar. Dejé la Uni para casarme. Extraño ir a clases, ver a mis amigas e irme de rol con ellas. No tenemos dinero para salir y mi esposo me dice que me apoya para que trabaje, pero no quiero. Mis padres me decían que no estaba madura para casarme. No sé qué hacer.»
BIENVENIDA A LA REALIDAD
¿El aburrimiento es causa de divorcio? Si no hay dinero, ¿cuál es la mejor solución? Creo que la respuesta es trabajar. ¿Se extraña la universidad por las amigas o por el aprendizaje? ¿El divorcio será la mejor solución? Esto demuestra una gran incapacidad para superar adversidades. ¿Por qué los padres le advirtieron que no estaba madura? La madurez es sinónimo de ser adulto. Entonces, ¿por qué se casó si no tenía cualidades de adulto: responsabilidad, sacrificio, trabajo duro, independencia?
¿Cuántos de nuestros hijos viven protegidos en una burbuja de cristal? ¿A cuántos de ellos le hicimos creer que la vida y la realidad son sólo diversión, vivir sin consecuencias de las malas decisiones, pocas exigencias y que la felicidad y éxito no están en los demás sino en uno mismo?
La realidad no es fácil y menos el matrimonio, requiere dedicación, persistencia, rutinas y entrega al otro. El matrimonio no es ver el camino sólo con mis ojos sino ver juntos hacia la misma dirección.
No sé la edad de la muchacha, pero calculo alrededor de 20 años. Por sus años se considera adulto y con plena madurez para responsabilizarse de sus decisiones. Pero ¿por qué no lo puede hacer?
El origen de su problema, y me puedo equivocar, es que nunca experimento la verdadera vida. Y una de las lecciones más importantes que nos enseña es que los privilegios se ganan, no se regalan.
La sociedad nos ofrece una gran cantidad de eventos atractivos y placeres que hacen la vida más ligera y plena. Pero hay que trabajar y luchar por ellos. No existe un matrimonio o vida aburrida, sino que nosotros la hacemos la hacemos fastidiosa. La persona que expresa que no le gusta estudiar significa que abandona al acto de aprender. Una persona que no aprende muere porque no hay crecimiento ni trascendencia.
Invito a todos los papás a enfrentarlos al mundo real, que no está detrás de un celular o tableta. Que experimenten el calor, el frío, el cansancio, el fracaso, el sudor, el sacrificio y el éxito logrado por sus propias manos.
La realidad es hermosa, pero para su conquista son necesarios el esfuerzo y la pasión. Un sentido de vida verdadero para encontrar la razón del por qué y para qué luchar.
Por Jesús Amaya Guerra
Periódico El Norte
Se graduó de la Licenciatura en Educación y Maestría en Desarrollo Organizacional por la UdeM. Tiene Maestría en Psicopedagogía Clínica, un Doctorado en Educación y estudios postdoctorales de la Universidad del Norte de Texas. Autor de 23 libros sobre familia y pareja, imparte conferencias sobre el tema. Actualmente es maestro titular de las carreras de Educación y Psicopedagogía en licenciatura y maestría en la UdeM, donde ha trabajado por más de 35 años.