El prestigio intelectual del Benedicto XVI se extiende más allá de la teología y llega también al mundo de la ciencia experimental. Al igual que a Juan Pablo II, al Papa alemán le interesan mucho los temas de la ciencia contemporánea. De hecho, es miembro de varios institutos científicos. Hay varias anécdotas que reflejan bien este sincero aprecio por la ciencia.
Peter Seewald, periodista alemán y amigo del Papa, cuenta que “como cardenal, Ratzinger abrió a los estudiosos los archivos de la Inquisición. Por primera vez en la historia de la Iglesia, los investigadores podían estudiar los documentos originales de que disponía. Esto motivó que los astrónomos le honrasen dando al asteroide 8661 el nombre de ‘Ratzinger’. Este asteroide tiene alrededor de diez kilómetros de lado y es uno de los muchos miniplanetas que rodean al Sol entre Marte y Júpiter” (cfr. Una vida para la Iglesia, p. 81).
Con motivo del “Año Internacional de la Astronomía” (2009), que celebraba el 400 aniversario de las primeras observaciones astronómicas hechas con telescopio, por el célebre físico y astrónomo italiano Galileo Galilei, el Santo Padre expuso a los participantes de un coloquio organizado por el observatorio espacial vaticano, que es importante el método científico –atenta observación, juicio crítica, paciencia y disciplina– para poder respetar la naturaleza y el mundo que nos rodea. ¿Acaso no contrastan estas palabras con el prejuicio de que la Iglesia rechaza la ciencia?
En esa misma ocasión, el Romano Pontífice recordó la actitud de los pioneros de la astronomía, que supieron armonizar sus conocimientos particulares con el resto del saber: “los grandes científicos de la época de los descubrimientos también nos recuerdan que el conocimiento auténtico siempre se dirige a la verdadera sabiduría, y en lugar de restringir los ojos de la mente, nos invita a elevar nuestra mirada a un plano superior del espíritu”. E indicó el núcleo de la cuestión, al señalar que la contemplación de los fenómenos astronómicos, que nos causan tanta admiración, nos deben llevar “a la contemplación del Creador y del amor que es la razón detrás de su creación” (cfr. Discurso, 30.X.2009).
Y, ya que mencionamos el espacio sideral, ¿quién no recuerda el diálogo del Papa con los tripulantes de la Estación Espacial Internacional? En esa ocasión, Benedicto XVI les preguntó si en su “intenso trabajo de investigación” meditaban sobre el misterio de la creación y si de vez en cuando dirigían una oración al Creador. El astronauta italiano Roberto Vittori, que había recibido antes de partir para el espacio una medalla de Benedicto XVI, en la que se representa la creación del hombre, de Miguel Ángel, aseguró que al ver la belleza del planeta “rezo por mí, por nuestras familias, por nuestro futuro” (Cfr. Vatican Information Service, 23.V.2011).
En la visión popular actual, no pocas personas tienen la falsa idea de que la Iglesia se opone a la ciencia y que, por eso, condenó injustamente a Galileo Galilei. Pero el Papa alemán, con su actitud da les una respuesta, ya que está dispuesto a dialogar con cualquier científico que, como él, esté en búsqueda de la verdad.
Así descubrimos una faceta más de la rica personalidad del Santo Padre, quien además de tener gusto por la teología, por la filosofía y por la música, es un verdadero conocedor de la ciencia, por la que tiene un aprecio sincero.
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