Un niño recién nacido aparece como una promesa en medio de una familia. Esa persona tan chica e indefensa que apenas empieza a vivir, esconde para sus padres un sin fín de posibilidades que a ellos les gusta imaginar y más aún les encantaría concretar.
A esta edad conocer al hijo significa saber responder preguntas claves como: cuáles son sus gustos y preferencias, cómo le va en el colegio y cuáles son sus dificultades. Quiénes son sus amigos ya qué le gusta jugar; cuál es su defecto dominante y cuáles sus principales virtudes.
Durante el primer año de vida de un bebé los padres viven una etapa en que todo es fantástico y todo se celebra. Así lo explica Jorge Apablaza, Subdirector de Enseñanza Básica Uno del Colegio Verbo Divino: «yo recuerdo en mi caso personal que la idealización era tanta, que a mi hijo lo encontrábamos precioso, pero cuando han pasado más de veinte años y vemos las diapositivas de esa época todos reconocemos que en ningún caso era lindo».
Es que en la «etapa bebé» los padres tienen el terreno libre para idealizar y soñar con que ella o él serán «súper estrellas». Pero, al ir creciendo, se hacen patentes virtudes y defectos, fortalezas y debilidades de su carácter que los padres han de conocer y tener en cuenta para que sus expectativas se adecúen a la realidad del hijo.
Es natural que los padres tengan metas y planes para sus hijos y cifren sus esperanzas en ellos: «Todos los padres quieren lo mejor para sus hijos; uno no renuncia jamás a que el hijo sea feliz y le vaya bien» explica el profesor Apablaza. Pero en algunos casos, el hijo no responderá 100% a esa imagen que se hicieron de él. El error surge entonces, cuando se persevera en ideas creadas, porque la idealización deja de ser sana y se transforma en excesiva y falsa.
«El deber de los padres es asumirlo como es, aceptarlo en su calidad de original y único y, por lo tanto, valioso por el sólo hecho de ser su hijo». El hijo ideal que nace en la mente de los padres no existe. El verdadero hijo ideal es el real, es decir, aquél que llega a ser él mismo, ni más ni menos.
Los padres que insisten en una idea preconcebida del hijo -que no se ajusta al hijo real- se llevarán entonces una sorpresa cuando, por ejemplo, el hijo llegue con malas notas o sea castigado en el colegio por su mala conducta. «El problema aumenta si, después de eso, los padres no reaccionamos e insistimos en la idealización, pensando que es un niño sociable, tranquilo, de buen rendimiento y que no da problemas», agrega Jorge Apablaza.
Nadie gana, todos pierden
Cuando los padres insisten en mantener expectativas que claramente se apartan de la realidad, surgen problemas que afectan a ambas partes:
Por un lado, los padres cegados por la perfección, pierden la oportunidad de cumplir su rol con cercanía, es decir, de vivir junto a sus hijos tanto los éxitos como los fracasos, las penas como las alegrías… el profesor Apablaza dice: «La imagen utópica impide que los padres se relacionen con sus hijos, porque al no aceptar sus debilidades no lo están conociendo de verdad y no descubren lo positivo que puede tener el niño». Además, mientras más persisten en una idealización, más les va a costar enfrentar la verdad cuando, por ejemplo, le digan en el colegio que su hijo es un niño aislado o que no tiene aptitudes para una determinada asignatura. Cuando se llega a este punto surgen dos grandes peligros:
– el desengaño: los padres se entristecen porque se desvanecen sus sueños y los hijos lo captan y se sienten heridos y disminuidos.
– o la obstinación por adecuarlo al ideal, lo que lleva a una presión excesiva. Por ejemplo: «Lo pongo en este colegio porque todos en la familia estudiamos aquí, entonces, aunque le cueste, tiene que hacerlo. Tengo que tratar que sea como yo me lo imaginaba».
Para los hijos esto es un drama, porque ellos perciben los anhelos de sus padres y para satisfacerlos crean mecanismos de defensa y es muy normal que empiecen a mentir: Cambian las notas, inventan que han sido elegidos para cargos importantes o que el profesor los felicitó.
Finalmente, «esa imagen de hijo ideal se transforma en una carga pesada que les puede durar incluso hasta cuando ya son grandes. Un ejemplo de ello son aquellos jóvenes que estudian lo que sus padres quieren y avanzada la carrera se retiran porque no era lo de ellos. Esto demuestra que tanta presión les impide disfrutar y desarrollar sus reales talentos».
Otro peligro, y muy grave, es que, como los padres insisten en la imagen de súper estrella, el niño no es ayudado en aquello en que lo necesita. Jaime Cárdenas, profesor del Colegio Cordillera dice: «¿Cómo puede mejorar un niño si sus padres no lo conocen y no aceptan sus puntos débiles?». Con esta actitud se impide arbitrariamente el desarrollo integral de una persona.
En definitiva, idealizar la imagen de un hijo es sinónimo de drama familiar en el que nadie gana y todos pierden.
Puliendo la escultura
No hace falta soñar artificialmente con los hijos. Es mejor seguir los consejos que algún tiempo atrás dio el famoso escultor Miguel Angel, quien preguntado sobre sus esculturas respondía: «La escultura está dentro de la piedra, yo sólo tengo que quitar lo que sobra». Esta es la labor de los padres: pulir y descubrir realmente a cada hijo. Así, para sacar de la mente la imagen de niños perfectos basta, en primer lugar, con querer conocerlos de verdad.
Jaime Cárdenas da ciertas pautas para esta tarea: «Conocer a los hijos implica en primer lugar estar con ellos espontáneamente, en su ambiente natural; hacer cosas juntos, compartir actividades y convivir a diario», En definitiva, es interesarse por sus cosas y estar con ellos de un modo natural. «Los hijos no se conocen por libros, ni por referencias sino que interactuando con ellos. Esto genera buenas relaciones porque los niños captan que se les dedica tiempo y por lo tanto mucho cariño», explica Cárdenas.
Por otra parte, los padres pueden añadir al conocimiento que ellos tienen de su hijo, la visión que otros tienen de él, ya sea familiares, profesores o amigos. «No hay que resistirse a esas opiniones, por el contrario, es bueno oírlas ya que pueden ser un gran aporte, pues dan cuenta de ambientes en que los papás no están presentes y hacen que luego no sea tan difícil cambiar la imagen preconcebida del hijo», explica Cárdenas.
Por ejemplo, el sistema de entrevistas de los colegios ayuda mucho a los padres a conocer al hijo real, pues un profesor profesional trabaja para ello y hace todo lo posible por sacar adelante a un niño. Es necesario confiar en ellos, pues la actitud contraria y la defensa en vano, sólo causan un daño a los hijos. Aunque los padres son los que mejor conocen a sus hijos, hay que estar dispuestos a aceptar los hechos objetivos que muestra el profesor y trabajar en conjunto para sacar adelante al hijo.
Teniendo esa base, es posible corregirlos, orientarlos, darles una buena educación y entregarles los valores adecuados para que ellos mismos marquen sus metas. La idea no es hacerlos a imagen y semejanza de uno, sino conducirlos al bien. Además, según el profesor Apablaza, «el resultado de un buen conocimiento de los hijos permite descubrir y desarrollar los talentos que cada uno tiene. Incluso es posible descubrir que, por ejemplo, el malo para las matemáticas, aunque es imposible que sea ingeniero, es un niño cariñoso y un excelente líder en su curso».
El conocimiento de un hijo tal cual es, unido al amor de los padres -que lo aceptan como es, pero que quieren sacar lo mejor de él- son las bases para que el hijo «ideal» se haga realidad. Es decir, para que sea él mismo. y no aquél que un día sus padres soñaron al borde de la cuna.
Ese no es mi hijo
«Mi hijo estaba en sexto básico cuando su profesor jefe me llamó a una entrevista. La descripción que me dio el profesor fue espantosa: falta de respeto, vive diciendo pesadeces a sus compañeros y quedará condicional. Mi impresión fue tan grande que le dije que se había equivocado de mamá, que ese no era mi hijo o que yo no era la madre de ese niño. Pero obviamente no había ningún error y después de comprobarlo aunque nos costó, tuvimos como padres, que aceptar lo que se nos decía y lo más importante: ponernos en campaña para solucionar el problema.
Gracias a Dios el profesor era un excelente profesional y supo muy bien cómo tratarlo y sacarlo adelante. Además, junto a otros papás que también tenían niños con dificultades, decidimos, para solucionar el problema, estar muy encima: conversar con ellos, estar cerca y acompañarlos en sus actividades.
Fue algo muy bien hecho y muy bien trabajado. Tanto que finalmente hubo un cambio y hoy mi hijo ha sido elegido mejor compañero y ha recibido un premio especial del colegio.
De todo esto uno aprende importantes lecciones:
– Escuchar lo que nos dicen de nuestros hijos, siempre hay algo que hacer.
– Actuar en conjunto padres, profesores y alumnos para solucionar un problema concreto.
– Reconocer las mejoras y estimularlas.
La verdadera ilusión
La verdadera ilusión existe y es necesaria. Si se adecúa a la realidad y no se basa en expectativas falsas, es fundamental. Un hijo necesita de todas maneras convertirse en objeto de las ilusiones de sus padres, ya que eso tiene importantes consecuencias:
– Se sabe querido y eso lo estimula.
– Le proporciona seguridad y confianza en sí mismo.
– Sabe que esperan algo de él y eso lo ayuda a exigirse.
uno más
Este artículo me pareciómuy interesante porque me permitió verlo desde dos puntos de vista como mamá y como maestra, y por supuesto que aunque haya muchas teorías y métodos pedagógicos siempre habrá algo básico y fundamental para fortalecer un buen desarrollo emocional y académico en los niños que los marcará para su vida adulta y es el amor y la forma de guiarlos en una disciplina enriquecida de valores como el respeto y la responsabilidad, pero amarlos mucho en esta edad principalmente permitirá que sean unas personas de bien, muchas gracias por este espacio tan enriquecedor que me brinda la oportunidad de reflexionar en mi manera de conducirme como maestra de niños ycomo mamá de un "hermoso hijo de 10 años". gracias.Desde Tampico, Tamaulipas,un saludo.
Leer este artículo me ha ayudado a reflexionar, soy madre de 2 niños (7 y 15), el más pequeño de 7 enfrenta problemas de conducta en el colegio. Mi esposo y yo estamos trabajando por cambiar esta situación con balance de amor y firmeza. Ahora se que los niños perfectos no existen ni los padres perfectos tampoco y que todo pequeño es un diamante que hay que ayudar a pulir para que brille con su propia luz. Ahora cada vez que nos abrazamos y conversamos siento que estoy puliendo a mi pequeño diamante y me siento feliz. Gracias, pues esta información ha sido una de las más claras y útiles que he encontrado.
Me encantó el artículo,tengo 5 hijos, la menor con Síndrome de Down, soy maestra de primaria, y doy catecismo en el grupo de necesidades educativas especiales, es precisamente para una plática con los padres de estos pequeños que busqué información y encontré este artículo. Muchas gracias por apoyarnos en el camino de hacer de este un mundo más comprensivo y justo para todas las personas, en particular aquellas que tienen alguna característica que sale de la norma, que implica mayor reto o presenta una necesidad especial.