Microreflexiones 4

Microreflexiones3.encuentra.com.intNunca, con tan pocas palabras, se había dicho tanto…

* Pidamos a Dios que nos ayude a ver nuestras flaquezas, para que con Su ayuda, podamos convertirlas en fortalezas.

* Que el esfuerzo sea mío, y Tuya la victoria, Señor.

* Hay que aprender a servir.

* ¿La clave de la humildad? Hacer y desaparecer.

* Sirve a los demás con alegría y sin crédito

* ¿Cuál podría ser nuestro lema? “Amor a la virgen y obediencia”

* Todos somos soberbios.

* Los católicos, debemos ser tan santos que se nos note. LOS CATÓLICOS DEBEMOS TENER FAMA DE SANTOS, Y SERLO. Mas que verse, nuestra santidad debe SENTIRSE.

* No preocuparme tanto de qué es lo que tengo que hacer para amar más a Dios, porque Él suplirá con Su amor todas mis carencias y miserias. Yo debo hacer lo que me toca, y Él hará todo lo demás.

* ¿Te es demasiado difícil el camino ascético? Es que no has permitido que Dios invada tu corazón.

* No permitas Señor que deje de asombrarme con tus maravillas.

* Nuestro problema con Dios, es que fácilmente caemos al creer que nosotros lo hemos inventado, cuando Él ha sido quien nos ha creado.

* Obediencia por amor a Dios es la humildad de amar Su voluntad, es enamorada correspondencia espiritual. No es ser vencido sino convencido

* La obediencia es lucha contra uno mismo.

* Nuestra vida es un suspiro, un brevísimo suspiro, en el que tenemos que hacer permanentemente una elección: Dios o yo, Tu gloria o mi placer. Tu o yo.

* Es fácil renunciar a los objetos materiales, y aunque es un gran avance hacia Dios, es todavía más difícil renunciar al «yo» y a los gustos y opiniones personales.

* Dios nos ha creado para amarnos, porque el amor genuino, profundo y pleno es siempre hacia afuera, no hacia el yo. Cuando ese amor es hacia adentro, es decir hacia el yo, entonces es desordenado y pernicioso. Piensa en los ángeles caídos, observa el pecado original, y te darás cuenta de que los males del mundo han sido provocadas por un amor desordenado al yo. Cuando Jesucristo nos explica que los más grandes mandamientos son amor a Dios y amor al prójimo, nos da una cátedra de caridad y nos revela todo. Por eso cuando practicamos ejercicios ascéticos (oración, mortificación, pobreza, castidad) lo que estamos haciendo es ordenar nuestras vidas hacia Dios, disminuir el propio yo para amarle plenamente mediante una caridad envolvente y expansiva. Si un ejercicio ascético no te lleva a la caridad, entonces triste ejercicio. Peor aún: puede ser objeto de condenación al llevarte inadvertidamente a la soberbia de gloriarte en tu propio avance espiritual. Amor. Amor hacia afuera. Así es como lo quiere Dios, como lo vive Dios, como es Dios.

* Perseverar debe ser esa continua y amorosa renunciación al yo. Continua porque inicia cada día, todos los días. Amorosa, porque es entrega enamorada. Nadie cuestiona a aquel que piensa todo el día en su amada, o que deja plantados a sus amigos con quienes antes la pasaba tan bien por estar con su amor. Amar a Dios cada día, todo el día, con cosas grandes y pequeñas.

* ¡Cuanto sufrimiento guarda el “yo»» ! Y nos apegamos a nuestro gusto y placer tan tontamente…

Y luego nos sorprende esa soledad y esa tristeza, con la que al final y en el fondo nos quedamos.

* Perseverar en el amor a Cristo es conocerle y tratarle.

* ¿No sabes cual es tu misión en el mundo? Si te cuesta entender algo de tu vocación (casándote o entregándole todo tu amor y tu persona a Jesucristo), no tu preocupes, porque es cosa de Dios.

* Caridad. ¡Mucha caridad! Todo el tiempo, en todas las cosas.

* No basta con que tú seas bueno o amar a Jesús, debes ser apóstol. Haz que otros sean buenos, que otros también amen a Jesús.

* Aunque tú y yo no somos gran cosa, somos la Iglesia Católica, la llevamos a cualquier lugar que pisamos. Vale la pena preguntarse: ¿Soy un espejo fiel de la Iglesia?

¿Si el Papa me viera, estaría feliz ?

* Importante misión tenemos. Somos mucho más que simples embajadores: Somos hijos de Dios. Y serlo es motivo de gran alegría y responsabilidad. ¿Que clase de hijos somos? Acaso como esos indolentes e irresponsables que dan pena? ¿O somos aquellos hijos trabajadores, responsables, pujantes que crecen los negocios de su padre? Pensemos en este último caso. ¿Es el hijo bueno digno de admiración? Si, pero quien tiene el verdadero mérito es el Padre.

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