“Deja de dormir, Simón. Ve a Peñafrancia y, al poniente, encontrarás una imagen bendita de la Virgen que será objeto de una gran devoción…”
Tras varios años de búsqueda, Simón Vela consiguió encontrar la imagen que una voz celestial le había encomendado localizar. Esta bella advocación es muy venerada en algunas zonas de España y ha otorgado una gran cantidad de favores a quienes se le han acercado con devoción.
Simón Vela era el hijo único de una destacada familia rica en Francia. Pese a disfrutar de todos los privilegios de la aristocracia, no parecía tener la misma vocación que su familia.
Frecuentemente, se sumía en depresión, hastiado de la vida. Pero no fue así hasta el final. Una noche, lo sacó de la cama una voz celestial:
“Deja de dormir, Simón. Ve a Peñafrancia y, al poniente, encontrarás una imagen bendita de la Virgen que será objeto de una gran devoción”.
Movilizado por ello, Simón se puso en marcha. Nunca había oído hablar de tal lugar, pero seguramente estaría en el lado oeste de las laderas, en España, pensó, así que hacia allí se dirigió.
Durante cinco trajinados años estuvo buscando sin éxito. Comenzó a creer que había alucinado y, desesperanzado, abandonó la misión. Pero a la noche, la voz insistió:
“Simón, no te detengas. Una gran recompensa sigue a un gran sacrificio, y tú serás gratificado”.
Con renovado entusiasmo, prosiguió la búsqueda, cubriendo un territorio mayor, donde preguntó a todo el mundo si conocía un lugar llamado Peñafrancia. Nada, siempre nada. Pensó otra vez en abandonar, pero la voz se hizo tan real que era imposible ignorarla.
En mayo de 1534 llegó a Salamanca. Mientras se dirigía a visitar a unos profesores universitarios, encontró a unos vendedores que alababan las cualidades inmejorables de un cartón que procedía de Peñafrancia.
¡Al fin! ¡era real! ¡el lugar existía!
Siguió al hombre al lugar. Esa noche vio en sueños el sitio donde estaba enterrada la imagen de la Virgen.
A la mañana siguiente, al trazar el plano, vio que sería muy difícil encontrar el punto exacto, pero la voz divina le habló de nuevo, sugiriéndole que llevara testigos. Simón consiguió para ello cuatro hombres prominentes, incluyendo un notario.
Al fin, el 19 de mayo de 1534, los cinco hombres movieron una gran piedra, en el lugar donde fueron orientados por la visión, y ahí estaba la hermosa imagen de la Virgen de la Peñafrancia.
Los hombres instantáneamente fueron cubiertos de bendiciones y apenas pudieron contener un estallido de llanto.
Cada uno de ellos se recuperó de toda enfermedad o debilidad. Uno recobró el oído; otro sanó defectos de nacimiento. Los dones eran interminables, pero a Simón solo una cosa le importaba: su corazón ahora estaba en paz, y su misión, cumplida.
Los milagros adjudicados a esta imagen son demasiados para contarlos. Este relato está documentado en forma original, y conservado en los archivos de San Martín de Castañar, la villa al pie de Peñafrancia.
Todo lo relacionado con la virgen es interesante y nos invita a continuar viviendo la fe, ellas son mensajeras ee interventoras pornuestras necesidades ante Dios, que viva la VIRGEN en todas sus manifestaciones y más la virgen di filipina Peña Francia.