Dad, pues, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios"(Mt).
Los fariseos se habían enfrentado con Jesús tanto el domingo como el lunes y estaban avergonzados. Ahora van a enviar discípulos camuflados para cogerle en una palabra comprometida; le preparan una pregunta que creen sin solución, o mejor, con todas las soluciones posibles negativas para Jesús: es la cuestión de la relación de la esfera religiosa con la autoridad política, gran tema de todos los tiempos y que tantos problemas ha solido llevar consigo. Acuden con retorcimiento mental, con adulación y falsedad y acompañados de los herodianos, que eran partidarios del poder de los romanos y de Herodes.
La cuestión se plantea así: "Entonces los fariseos se retiraron y tuvieron consejo para ver cómo podían cazarle en alguna palabra. Y le enviaron sus discípulos, junto a los herodianos, a preguntarle: Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas de verdad el camino de Dios, y que no te dejas llevar de nadie, pues no haces acepción de personas"(Mt). La suavidad de las palabras esconde la malicia. Ciertamente Jesús es veraz, pero a ellos no les interesa la verdad, sino atraparle y entregarlo como prisionero. Por eso plantean la cuestión que les parece insoluble. "Dinos, por tanto, qué te parece: ¿es lícito dar tributo al César, o no?". El tema aparente es sólo el del impuesto, pero detrás lleva mucha más carga. Si responde que no se pague tributo al Cesar se hace reo de rebelión y puede ser tomado preso por los herodianos o los romanos. Si dice que se pague el tributo se hace colaboracionista, y acepta el yugo gentil sobre el pueblo elegido, algo intolerable para muchos. No parece haber más salidas. El nivel más profundo del tema es el de la relación de lo religioso y lo político. ¿Tiene que regirse el pueblo por las leyes de Dios y ser gobernando por los sacerdotes? ¿O acaso debe tomar la dirección de lo religioso el poder político? En la historia se han dado las dos soluciones con malos frutos casi siempre. Ciertamente la cuestión es compleja.
Jesús no rehuye el problema del momento, ni el más profundo, y va a dar una solución que recorrerá la historia a partir de entonces. "Conociendo Jesús su malicia, respondió: ¿Por qué me tentáis, hipócritas? Enseñadme la moneda del tributo. Y ellos le mostraron un denario. Jesús les preguntó: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Le respondieron: Del César. Entonces les dijo: Dad, pues, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios"(Mt). La solución sorprende a todos. Toda autoridad viene de Dios, pues la sociedad necesita de la autoridad para no caer en el caos y en la anarquía. Se debe obedecer a esa autoridad en sus mandatos justos y en las leyes que no sean inmorales; pero lo político es autónomo de lo religioso. Por tanto es lícito pagarle el tributo al César que lo necesita para su función, pero siempre dando a Dios todo el corazón que es lo suyo propio. "Al oírlo se quedaron admirados y dejándole se marcharon"(Mt). "Y no pudieron acusarle por sus palabras ante el pueblo y, admirados de su respuesta se callaron"(Lc). Los siglos siguientes contemplan esta respuesta como un giro importante en una cuestión difícil, y casi nunca bien resuelta.
Reproducido con permiso del Autor,
Enrique Cases, Tres años con Jesús, Ediciones internacionales universitarias
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